Introducción V. Huidobro

VICENTE HUIDOBRO: UNA NOTA PERSONAL

Armando Roa Vial

 

Mi padre, que conoció personalmente a Vicente Huidobro, afirmó  en una entrevista que Huidobro, a los chilenos, les había enseñado a ser irreverentes. Con ello, probablemente, buscaba subrayar el impacto que significó la aparición del poeta en nuestra cultura hasta entonces algo gris y legalista, aislada del resto del mundo por una naturaleza agreste e implacable, una cultura cuyos referentes los entregaban no poetas sino cronistas, ensayistas e historiadores. Huidobro sería uno de los protagonistas que vendría a cambiar abruptamente este panorama. Con él se inaugura la irrupción volcánica de la gran poesía chilena del siglo XX, que rejuveneció la lengua en el continente entero a través de una pléyade de autores fundacionales que por sí solos, con Mistral, Neruda, Rokha, Parra y el propio Huidobro a la cabeza, conforman hoy por hoy uno de los cánones ineludibles del idioma. Huidobro tuvo, a mi juicio, dos intuiciones importantes que demarcarían el curso posterior de la poesía chilena: por un lado, la necesidad de consumar la independencia literaria de una España a la que consideraba agotada desde el Siglo de Oro, entroncando sistemáticamente nuestra literatura a otras vertientes y tradiciones que enriquecieran las posibilidades de la lengua con los hallazgos formales y estéticos de las vanguardias de la primera mitad del siglo; por otro lado, el abrir lo poético a un ejercicio que interroga y tienta los límites mismos del lenguaje, el fundamento de sus posibilidades significativas. Y es que el nombrar de la poesía es un salto en el vacío que intentamos amortiguar con el paracaídas de la palabra: “Y ahora mi paracaídas cae de sueño en sueño por los espacios de la muerte”, nos dice en Altazor. La irreverencia de Huidobro revitalizará, además, la reflexión intelectual en Chile;  su inspiración fue decisiva en la tarea acometida por poetas y pensadores de generaciones posteriores (pienso sobre todo en Eduardo Anguita, en Neruda, en Humberto Díaz y Gonzalo Rojas) en orden a acercarnos a las grandes fuentes de la cultura europea y americana para pensar, en contrapunto, una fisonomía propia de lo chileno, una manera singular de entender el estatuto del paisaje y el territorio que definiera, por extensión, una forma de habitar el lenguaje y articular el poema.  Esa tarea, con matices diversos, perdura en nuestra poesía hasta las generaciones más recientes, lo que testimonia la solidez del legado de este antipoeta y mago cuyas palabras, como él quería, son llaves que siguen abriendo mil puertas.


Armando Roa Vial (Chile, 1966) es poeta, ensayista, antologador, narrador y traductor. Su obra poética completa 1998-2008, en versión definitiva, ha sido recogida en el libro Ejercicios de Filiación (2010, Editorial Universitaria), al que se suma en 2012 Shakesperean Blues (Uqbar editores). Ha obtenido el Premio Pablo Neruda, 2002, y el Premio de la Crítica en Poesía, 2001.Como antologador ha editado La Invención de Chile, en coautoría con Jorge Teillier, (FCE 2011) y Ezra Pound. Homenaje desde Chile, en coautoría con Armando Uribe (2010 Editorial Universitaria). En el campo de las traducciones, destacan la Poesía Escogida de Robert Browning (2000-2008, Editorial Universitaria); Cantico del Sol de Ezra Pound (2015, Descontexto Editores); El Cantar del Hierro: Beowulf y otras lecturas anglosajonas (2010, Editorial RIL); El Navegante (2009, Editorial Universitaria); Covers: 36 Poetas en Lengua Inglesa (Uqbar editores) Tarde o Temprano, antología de Thomas Hardy (2012 Pfeiffer Editores) y Macbeth de William Shakespeare (Editorial Universitaria, 2013). En ensayo es autor del volumen Elogio de la Melancolía (1998-2008, Beuvedrais Editores) y de Otras Orillas (Cuarto Propio Editores, 2014). Finalmente, como narrador, tiene a su haber la novela El Mito y la Sombra (Editorial RIL 2010) y el volumen de cuentos Para no Morir tan Despacio (Editorial RIL, 2015).