HUIDOBRO VISTO POR HERNÁN LAVÍN CERDA
Pequeño dios, antipoeta y mago capaz de descubrir —a través del vértigo del lenguaje; logos que también posee su carga visceral y lúdica— la infinita circularidad del abismo cósmico y terrestre: eso fue, eso es Vicente Huidobro, el vertiginoso (Santiago de Chile, 1893-balneario de Cartagena, 1948) que a los veintiún años tuvo la lucidez y se atrevió a decir: "El poema debe ser una realidad en sí, no la copia de una realidad exterior. Debe oponer su realidad interna a la realidad circundante". ¿Qué representa Huidobro? Nada menos que el edénico rescate del verbo convertido en cuerpo sensible. Escritura concebida libremente, del mismo modo como la naturaleza puede concebir un árbol. A partir de esta energía, ya todo es posible. Las palabras no estarán obligadas a comportarse servilmente; la poesía no es el reino de lo verificable. Las palabras, dentro de su vértigo / vértice ejercen su libertad; ellas son más verdaderas cuando gozan de una mayor plenitud. La realidad ficticia no tiene la obligación de ser el espejo pasivo y parasitario de la realidad real. El lenguaje, entonces, puede captarlo todo. Y captar el todo es captarse a sí mismo. Es preciso avanzar —la rueda da vueltas aunque su eje permanece inmóvil— creando infinitas conexiones. Ello sólo es posible si se dispone de una red metafórica cuya potencia permita conquistar el territorio sustantivo de la poesía. Aquí la escritura se disgrega, excede, tiembla. La trampa del logos se vuelve ineficaz ante el arrebato analógico de los sentidos. Vicente Huidobro es el puente entre lo terrenal y lo celeste. Su poesía es hambre de infinito, lucha contra los dioses —dolor por su abandono—, orfandad cósmica y deseo de reconquistar el paraíso, la placenta láctea, por medio del lenguaje fulgurante y libérrimo. El antipoeta y mago reconoce en los dadaístas la primera semilla o el ventalle de la creación: ritmo de las palabras en libertad, desarrollo, expansión hacia el verso sin cadenas.En 1916, el poeta viaja a París. Un año después aparece Nord Sud; Huidobro está entre sus colaboradores. "1917 ve la aparición de la revista Nord Sud —escribe Braulio Arenas—, la primera de las publicaciones de poesía moderna, y piedra angular para la historia del pensamiento poético contemporáneo… Cuando hojeamos los números de esta importante revista, vemos en ellos los nombres de los poetas que contribuyeron a fundar la poesía moderna: Guillaume Apollinaire, Max Jacob, Pierre Reverdy, Tristan Tzara, André Breton, entre otros, y, junto a éstos, el nombre para nosotros tan emocionante de Vicente Huidobro". Que
el verso sea como una llave Para que estas mil puertas se abran es imprescindible que el verso sea cinético y disponga, en su interior, de mil claves. He aquí el avance hacia la polisemia del lenguaje, su utilización, su reconocimiento. Cada palabra es múltiple. Cubistamente, las palabras son animales en movimiento perpetuo: sonoras, ópticas, gustativas, olfativas, táctiles; ellas se tienden lazos visibles e invisibles, establecen connubios subterráneos, diásporas insólitas y hasta recurrentes. A más acepciones, el rostro verbal es más poderoso. Caras y caras infinitas en el juego del verbo. Y ya en poder de las palabras, ¿cómo conquistar esa cantidad hechizada que es la poesía? El propio Huidobro, en su libro Manifestes (1925), resume así su posición:
Poesía como una visión: organismo sensible, siempre y cuando permita ver aquello que antes nunca vimos. Un árbol cuyas raíces, hundiéndose en la espesura de la tierra, llegan al cielo. He ahí su temblor, su algarabía, su cataclismo. Ver y palpar: eso es Vicente Huidobro. Emoción nacida de la sola virtud creadora. Afirmación y duda. ¿Qué hay en estos poemas póstumos, en estos Últimos poemas? La presencia de una obsesión ontológica. Raíz arcaica. Hundimiento en la tierra para saltar al cosmos y restituir, umbilicalmente, la imagen del principio. Hernán Lavín Cerda (Chile, 1939). Es licenciado por la Facultad de Filosofía y Humanidades de la Universidad de Chile, en 1965, dentro del área de Comunicaciones. Fue redactor y columnista de varios periódicos y revistas de Chile durante la década del 60 y principios del 70. En 1970 obtuvo el Premio Vicente Huidobro por su texto de narrativa La crujidera de la viuda, que luego publicó en México la Editorial Siglo XXI. Durante 1971 fue becario del Taller de Escritores Jóvenes dirigido por Enrique Lihn en la Universidad Católica. Pertenece a la generación del 60 que también se conoce como la generación violentada, disgregada o del exilio. Reside en México a partir de octubre de 1973. Desde 1974 es profesor en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional Autónoma de México, dentro del área de Letras Hispánicas. De 1975 a 1979 dirigió el Taller de Poesía del Instituto Nacional de Bellas Artes, que se impartió en la Capilla Alfonsina (casa de Alfonso Reyes). A partir de 1992 es miembro de la Academia Chilena de la Lengua. Ha publicado alrededor de sesenta libros de poesía, novela, cuento y ensayo. Ha sido traducido al alemán y parcialmente al inglés e italiano. Aparece en el Diccionario de Escritores Mexicanos, tomo IV, publicado por el Instituto de Investigaciones Filológicas, Universidad Nacional Autónoma de México, en 1997. Su obra, tanto poética como narrativa, se incluye en antologías de Latinoamérica, Estados Unidos y España. |