Jorge Teillier

ACTUALIDAD DE VICENTE HUIDOBRO

 

Jorge Teillier

 

"Actualidad de Vicente Huidobro". Vacilamos al escoger este título que puede inducir a creer que queremos adscribir a algún tiempo presente a un poeta, que más que ninguno otro tal vez en la historia de nuestra poesía quiso ser y es de cualquier tiempo y espacio. Consideramos la poesía un lenguaje intemporal con el cual se podrían comunicar, si pudieran, hombres de épocas distintas. ¿Acaso, en el fondo, no oímos la misma voz al leer versos como La luna viva / Blanca de la nieve que caía junto a otros como La nieve se deshace / Y la aldea se inunda de niños? Sin embargo, los primeros versos son de Huidobro, y los segundos de Issa, poeta japonés de hace unos doscientos años. 

Quizás es conveniente explicar previamente que sólo queremos mostrar a grandes rasgos el reflejo de la imagen de la obra del poeta que llega ahora a nosotros los que entramos en el conocimiento de su poesía cuando "el pájaro de lujo ya había mudado de estrella", para aplicarle a él las palabras con que lamentara la muerte de Apollinaire. 

Una nueva vacilación debe vencer aquel que tenga algún escrúpulo y conciencia de sus limitaciones cuando habla, aunque sea sumariamente de la obra de un poeta. ¿No será -nos decimos- agregar un equívoco más a esa suma de equívocos, que según Rilke hacen la gloria? Sobre todo cuando el propio Huidobro advirtió a sus futuros glosadores que cualquier comentario a su obra era nada más que agregar una piedra o una flor a un planeta. 

Pero en todo caso, nos justificaremos al explicar que nuestra disertación no obedece en modo alguno a un afán de crítica literaria, sino al de dar un testimonio de reconocimiento y amor hacia una poesía que cuando teníamos trece años, en un pueblo del sur, aunque no alcanzábamos a comprender, se nos aparecía sin embargo como un mundo tan fascinante como el que nos mostraba Julio Verne en otro plano y dotada del mismo aire de maravilla y sobrerrealidad. 

Por otra parte, ¿qué poeta o escritor no tiene una deuda con Vicente Huidobro, aun sin conocerlo? El adolescente que empieza a escribir casi instintivamente en verso libre, no sabe que lo hace afirmado en un ejemplo que inició Huidobro, el que por primera vez en Chile escribía en 1914, que "todos los metros oficiales me dan la idea de cosas falsas, literaria, retórica pura", desafiando la ira de los críticos y la mayoría de los poetas de la época. Recordemos que en Chile hace cuarenta o cincuenta años se respetaba a poetas como Campoamor, Zorrilla, Núñez de Arce. Pues bien, Vicente Huidobro decía que a la estrofa de Núñez de Arce:

 

¡Cuántas veces sentado en tu ribera
Oh mar como si oyera
La abrumadora voz del infinito
Ha despertado en la conciencia mía
Honda melancolía
Tu atronador, tu interminable grito!

 

prefería la del loco, mil veces más poética a su juicio:

 

Jesucristo del valle
Polainas verdes
¿Por qué no bajan patos
a tu laguna?

 

La revolución estética del siglo XX llegó a Chile principalmente a través de Huidobro y eso compromete también la gratitud de las nuevas generaciones, aun cuando tal vez sea aventurado hablar de gratitud en un medio literario como el nuestro, en donde, como en ciertas perdidas islas de la Polinesia, se sigue practicando de que los hijos devoren a sus padres. 

Es un fenómeno por demás conocido que un poeta no vive por desgracia en su obra solamente en la historia literaria, sino también de los mitos que nacen acerca de él y de su obra, y que la oscurecen. Consideramos que aunque guiados por buena voluntad en la mayoría de las ocasiones, los críticos que han tratado la obra de Huidobro, la han distorsionado y tratado de someter a su criterio. Y, por desgracia, muchas veces la obra del poeta es de difícil acceso y sólo se le halla a través de sus divulgadores en estudios o antologías. 

Para resumir, es frecuente hallarse con un Huidobro que es presentado como un prototipo del poeta frío, cerebral, deshumanizado. Luego, se pasa a mirarlo como un poeta europeizante, afrancesado más bien ("poeta francés nacido en Chile", dice Alberto Rojas Giménez), y estamos a un paso de que se le llame antipatriota. 

Las leyendas son más confusas cuando se trata la personalidad del poeta. "Millonario metido a poeta", lo llama Fray Apenta, bilioso crítico de la época en 1918, cuando en España se le saludaba como renovador de la poesía, continuador de Góngora y Rubén Darío. 

Nuestro máximo crítico oficial, Alone, habla extrañado en su "Historia Personal de la Literatura Chilena" de que lo consideren un poeta contemporáneo fundamental, poetas como Gerardo Diego u Octavio Paz. Mientras el poeta vivió no recibió, por supuesto, el Premio Nacional de Literatura, y ni siquiera un Premio Municipal. Quizás los malentendidos sobre Huidobro se deban a la impermeabilidad del medio a sus destellos. Su actitud egolátrica, humorística y paradojal frente al mundo, debía provocar un repudio natural en un medio larvario como el nuestro, en donde suelen molestar las personalidades fuertes y se prefiere exaltar a los mediocres, con la práctica de hinchar moscas hasta que alcancen el tamaño de elefantes, según el decir de Gorki. 

No es extraño, por esto, que Huidobro, como la mayoría de los poetas chilenos, prefiriera vivir en el extranjero la mayor parte de su vida. Con razón, para su tiempo, decía en 1925 a Alberto Rojas Giménez en una entrevista publicada por éste en su libro Chilenos en París: "Allá se me acusa de antipatriota, porque aparezco en las Antologías francesas como poeta francés. ¿Tengo yo la culpa? Además, nadie se fija, nadie se acuerda de que ante cualquier monumento hermoso, ante cualquiera obra grande de la humanidad yo no dejo de pensar: No hemos hecho nada en Chile. No tenemos nada: ni arquitectura, ni música, ni poesía. Y éste es el verdadero patriotismo: dolerse de los defectos, llorar sobre los vacíos y anhelar y luchar para extinguir esos defectos y llenar esos huecos". 

Huidobro se adelantó demasiado a su época. Mientras en Chile era en general rechazado -salvo por poetas también de avanzada, como Ángel Cruchaga-, en España, Juan Larrea decía: "Su poesía está llena de hallazgos, más bien dicho de invenciones y ella tiene una potencia lírica sin precedentes". Sólo hacia 1935 ejerció influencias sobre un pequeño grupo de poetas y pintores que más tarde han tenido, por caminos propios, importancia en literatura chilena. 

Cuando hablamos del problema de la falta de americanidad que se le ha reprochado a nuestro poeta, queremos establecer, en forma por demás sumaria, como corresponde a estos apuntes, que es un reproche injustificado. Por supuesto no creemos que la poesía deba ser una transcripción anecdótica y descriptiva de las costumbres, geografía de América. Nada más lejos a veces que el realismo de la verdadera realidad. Pero hay en la obra de Huidobro, como señala el crítico Jorge Elliott, una libertad, un pleno aire tan vivo que se puede atribuir a su condición de hombre americano. Con razón sus admiradores españoles lo compararon con el otro renovador de la poesía, que fuera Rubén Darío. Huidobro mismo tenía en alta estima al "Darío de las Américas celestes" y decía: "Los falsos modernos te denigran. Cuando todos ellos hayan desaparecido, aún tu nombre seguirá escrito entre dos estrellas". 

Característica muy americana de Huidobro es el agigantamiento cósmico del yo, de raíz emersoniana, sin duda (que lo hace emparentarse a Whitman), por una parte, y también al grande Isidore Ducasse, conde de Lautréamont, el que declaraba que "El siglo XIX tiene al fin su poeta. Ha nacido en Montevideo y se llama el Conde de Lautréamont". El cantor del mar que es Huidobro: "Paz sobre la constelación cantante de las aguas / Entrechocadas como los hombros de la multitud / Paz en el mar a las olas de buena voluntad / Paz sobre las lápidas de los náufragos / Paz sobre los tambores del orgullo y las pupilas tenebrosas / Y si yo soy el traductor de las olas / Paz también sobre mí", se enlaza con el inmortal montevideano que exalta al "Viejo Mar" cuyo secreto jamás conocerán los psicólogos". El lenguaje de "pequeño dios" de Huidobro, dirigido a grandes espacios desiertos, desolados, difícilmente encontraría paralelo en el espíritu de un poeta europeo habitante de tan ámbito ordenado y cargado hasta en cada piedra del paisaje de una significación histórica. Difícilmente se escucharía en el espacio europeo una voz diciendo:

 

Yo hablo en nombre de un astro por nadie conocido
hablo en una lengua mojada en mares no nacidos
con una voz llena de eclipses y distancias
solemne como un combate de estrellas o galeras lejanas
una voz que se desfonda en la noche de las rosas.

 

De la raíz americana de Huidobro debe nacer también su característica repulsión hacia la poesía española, a la cual veía "enferma de retórica" y en la que no reconocía ningún poeta desde Góngora. En la poesía española la palabra es primordial. En la de Huidobro, la imagen oculta la palabra, y la palabra no tiene ningún brillo por sí misma. La comprensión de la imagen tiene por condición el sacrificio de la palabra, este concepto de Wang-Bi, poeta chino del siglo IIIpuede muy bien aplicarse no sólo a Huidobro sino a la mayor parte de la poesía chilena. Por esto, la poesía de Huidobro casi no tiene antecedente en la lengua castellana, y la poesía chilena en general está desvinculada de la del país que nos entregó su idioma, creándose así una tradición particular. Si Vicente Huidobro encontró resonancia y discípulos en España, la poesía de ellos permaneció ajena al verdadero espíritu del maestro, y, por lo demás, parece ser que Huidobro los consideraba con desconfianza. No es circunstancial el que alguna vez escribiera en Vientos contrarios: "Es bien triste leer a Ortega y Gasset desvariando sobre el arte nuevo. Qué manera de aglomerar estupideces e incomprensiones". 

Vicente Huidobro es un poeta inteligente, hecho que aunque parezca irreverente decirlo, es bien extraño en Chile, pues en nuestro país los poetas son más bien seres "vegetales", para utilizar un término de Pablo Neruda, que declara: "Yo he comenzarlo a escribir por un impulso vegetal y mi primer contacto con lo grandioso de la existencia han sido mis sueños con el musgo, mis largos desvelos sobre el humus". De ahí se explica que en su "Defensa de Huidobro", publicada en "Claridad" en 1924, explique claramente su disentimiento con Huidobro, separando, a la vez, teoría poética con el mismo poema. Veamos: "Creación, creacionismo, estética nueva, todo eso es fórmula, garabato, ropa usada. Lo único es el poeta y su camino de él: su poema. Huidobro, qué fresca sensación infantil de juego atrevido, mezcla del extático hay-kay con el trepidante traqueteo del Occidente". Del hecho de que los poetas sean vegetales deriva el de que una vez terminado su crecimiento, detenido el ímpetu casi físico de la juventud, su poesía se transforme en una monótona repetición de sí mismos, y que no tengan mayor afán de explicitar sus teorías poéticas, ya que no tienen lucidez sobre la misma gestación de su creación. 

En Vicente Huidobro, en cambio, encontramos desde muy temprano el afán de explicar su poesía y su carrera poética, dar normas y postulados. Curiosamente, esta posición suya creemos ha dado origen a malentendidos que oscurecen su obra. Los críticos en su mayoría, al tratarlo, han tomado la poesía de Huidobro como ceñida estrictamente a su teoría estética, olvidando que en un verdadero poeta las teorías nacen después del poema, y que el poema es un hecho casi siempre independiente de la voluntad del poeta. Se olvidan los críticos que al fin de cuentas el fondo del pensamiento poético de Huidobro era mítico, y más que poeta se consideraba un antipoeta y más que antipoeta" mago. De ahí que afirmara: "Es preciso creer en el arte como un acto mágico, el más puro tótem. Es el gran misterio. Es el secreto inexplicable", en el último punto de su decálogo poético que aparece en la extraordinaria antología de Volodia Teitelboim y Eduardo Anguita. 

Para nosotros la teoría poética de Huidobro no es más importante que su obra, pero debemos reconocer su extraordinario interés. Proviene del pensamiento poético iniciado por Baudelaire y Mallarmé, y antes de ellos, Edgard Allan Poe: el poema como una pura creación del espíritu, no hecho imitando la naturaleza, sino los procedimientos de la naturaleza. El poema descansa en la imagen, que es más efectiva mientras nazca del encuentro de dos realidades más o menos alejadas. Dice Huidobro: "Inventar es hacer que las cosas paralelas en el espacio se encuentren en el tiempo o viceversa, presentando así en su conjunto un hecho nuevo. El azufre, el salitre y el carbón existían paralelamente desde el comienzo de mundo; faltaba un hombre superior, un inventor que, haciéndolos juntarse, creara la pólvora, la pólvora que puede hacer estallar nuestro cerebro como una bella imagen". Continúa: "Cuando yo digo -un pájaro ha anidado en el arcoíris, os presento un hecho nuevo, una cosa que nunca habéis visto, que no veréis jamás, y que, sin embargo, os gustaría ver". En esto coincide con Reverdy, el que escribía en 1915: "La tierra ha dejado de girar / Alguien suspende al cielo algunas estrellas / Una cabeza se inclina con los cabellos barriendo la noche"/.

Y ambos con Rimbaud, el que en sus Iluminaciones de 1871 dice: "La catedral desciende y el lago sube". Lo importante para nosotros es que el poeta chileno llegara por sí mismo, entre 1914 y 1916, a las mismas formulaciones que crearían el estremecimiento nuevo de la poesía renovadora. 

Los poemas de Vicente Huidobro no son nunca sólo un montón de imágenes trizadas, como podría haber resultado si hubiese seguido al pie de la letra sus postulados. No son juegos de la imagen por la imagen, y él mismo se burló de quienes pretendieran hacer poesía con este solo sentido, en su famoso fragmento de Altazor que comienza: "Basta señora arpa de las bellas imágenes". Para nosotros la poesía de Huidobro está plena de calor y efusión humana y en eso podemos disentir del más agudo de sus exégetas, Eduardo Anguita, el que define como "antiafectiva" la poesía de Huidobro y mucho más con Alone, el cual afirma: "Emoción, lo que se llama efusión humana, no la hay en Huidobro, ni tampoco la quiso". 

Veamos si corresponde esta visión del poeta a un poema de la época de la plena euforia creacionista, "Horizonte", publicado en Poemas Árticos, de 1918:

 

Pasar el horizonte envejecido
Y mirar en el fondo de los sueños
La estrella que palpita
Eras tan hermosa
que no pudiste hablar

 

Yo me alejé

 

Pero llevo en la mano
Aquel cielo nativo
Con un sol gastado
Esta tarde
en un café
he bebido
licor tembloroso
como un pescado rojo

 

Y otra vez en el vaso escondido
Ese sueño filial
Eras tan hermosa
que no pudiste hablar
En tu pecho algo agonizaba
Eran verdes tus ojos
pero yo me alejaba
Eras tan hermosa
que aprendí a cantar

 

En la poesía de Huidobro se encuentra no sólo el intelectual, el poeta puro, sino el hombre total, lleno de amor hacia el mundo y la humanidad. En algunos de sus poemas tempranos dice:

 

Entre la niebla vegetal y espesa
Los mendigos de Londres
Pegados como anuncios
Contra los fríos muros

 

No es un poeta frío y cerebral el que nos advierte al empezar Altazor, su poema capital:

 

Abrid la boca para recibir la hostia de la palabra herida
La hostia angustiada y ardiente que nace no se sabe dónde
Que viene de más lejos que mi pecho

 

Ni tampoco el que ha escrito los poemas de amor más intensos, puros y hermosos de nuestra poesía, y de la poesía hispanoamericana, como el famoso "Canto II" de Altazor que:

 

Mujer el mundo está amueblado por tus ojos
Se hace más alto el cielo en tu presencia
La tierra se prolonga de rosa en rosa
Y el aire se prolonga de paloma en paloma

 

En este estudio de su obra se ha soslayado asimismo la posición cívica invariablemente revolucionaria del poeta, comprometido con su tiempo y circunstancia. Así son piedras angulares de su poesía textos como "Elegía a la muerte de Lenin", "Canto a Francia", el poema aparecido en el homenaje de los poetas chilenos a España (1937), así como el magnífico "Pasión, pasión y muerte", escrito en la Semana Santa de 1926. Todos ellos pueden contribuir a la destrucción del mito de un Huidobro considerado como un poeta "puro", sin consistencia vertebral, alejado de la tierra y de la sangre. 

En el planeta inmenso que es la obra huidobriana aún quedan continentes por descubrir o redescubrir. No queremos pasar por nuevos Colones, pero queremos señalar un aspecto de la obra de Huidobro al que no se le ha prestado creemos debida atención: el humor. Con su habitual lucidez, Huidobro tenía plena conciencia de la importancia del humor. La risa consistía para él en algo fundamental, era la potencia de la evasión, la válvula de escape que impide al hombre estallar. De ahí resulta su actitud a veces mistificadora y regocijada ante la vida, incomprendida por la gravedad de la inmensa mayoría de sus paisanos. En un momento en el que se consideraba que quedaba fuera de la casa de la poesía el que ríe y sólo cabían el que llora y el que increpa, en la poesía de Huidobro suele aparecer como una lluvia grácil y fresca un humor ligero, emparentado con el non sense de Edward Lear y Lewis Carroll. Veamos algunos ejemplos:

 

Buenos días, día
Buenas noches, noche
El sombrero del día se levanta hacia la noche
El sombrero de la noche se baja hacia el día
Y yo paso como un árbol con un sombrero en la mano
Saludo a los amigos que llevan una flor en la mirada
Para ponerla en el sombrero de las niñas
Que van por la otra vereda

 

Los árboles suben hasta su propia punta sin descanso
Las olas chillan y se dan vuelta de carnero

Y los niños cantan
El sol cabizbajo
Sonando el badajo
Salió esta mañana
Muy tieso y muy majo

 

Señora hay demasiados pájaros 
En vuestro piano
Que atrae al otoño sobre un bosque

 

Señora yo soporto todo
Sin cloroformo
Desciendo hasta el fondo del alba
El ruiseñor rey de setiembre me informa 
Que la noche se deja caer entre la lluvia.

 

Pero donde el humor de Huidobro se desata principalmente y a veces en forma rabelesiana, es en sus libros en prosa, sobre todo en el gran guignol En la luna, en el aforístico Vientos Contrarios y las desenfados Tres inmensas novelas escritas en colaboración con Hans Arp. Destacamos de esta última la novela "patriótica y alsaciana" La cigüeña encadenada, tras la cual, pese a un aparente absurdo, se oculta una demoledora crítica a los totalitarismos que uniforman hasta el lenguaje (recordemos que fue escrita, premonitoriamente, en 1931). Mientras el país que ha vencido en una guerra se prepara para una nueva guerra, muere el héroe nacional, Mariscal Duval. Veamos qué ocurre entonces: 

"En honor del Mariscal y para perpetuar su memoria entre los hombres, todas las avenidas, las plazas y las calles fueron bautizadas con su nombre. En medio del entusiasmo general todos los ríos, las montañas, los árboles, las plazas y las calles, los animales, los insectos fueron bautizados DuvalTodas las familias se llamaron Duval. Dios fue honrado por sus creyentes con el nombre de Duval. Los mejores platos en los restaurantes y los mejores vinos se llamaron Duval. Así la lengua fue extremadamente hermosa y simple ...

 

El marido al volver a su casa, contaba a su mujer los acontecimientos del día:
-Duval, duvalduvalduval, duval, duvalduval, duval, duval.
Lo que quería decir en un lenguaje vulgar: Esta tarde perdí un guante en las Galerías Lafayette.
Su mujer le respondía:
¿Duvalduval, duvaldu, duval, duduval? Duval, duvalduvalduval, duval, duval.
Lo que se puede traducir en lengua inculta: ¿No sería en otra parte? Te diré que la cocinera quemó el asado. Eso te pasa por llegar tarde.
A lo cual el marido contestaba, colérico:
-Duval.
Queriendo decir en el viejo idioma: Mierda".

 

El sentido del humor y el sentido de la premonición son manifiestos notablemente en una entrevista a Huidobro publicada en la revista "Hoy", en 1941. Difícilmente encontraríamos una visión tan aguda de la política y de los políticos chilenos como la dada por Huidobro. "El político -dice- es un animal que se sitúa en la escala zoológica llamada superior, es un mamífero (a veces demasiado mamífero) que pertenece a la familia de los antropoides. Es un animal multiforme, pero de rostro impreciso, muy ágil, piruetero, equilibrista. 

"Es antropófago, muy carnívoro y, a veces, en los malos tiempos, herbívoro y hasta papelívoro. Especialmente gusta del papel de diarios. Casi siempre estos mamíferos viven al acecho, entre los matorrales más espesos..." Palabras de 1941, pero que no pierden su actualidad, como tampoco la advertencia del poeta a los jóvenes para que sean "los despertadores nacionales" y no se dejen seducir por los hipopótamos y se hipopotamicen al adquirir algún puesto. (¿Acaso esta visión de un país en donde todos terminan por transformarse en hipopótamos no nos hace recordar El Rinoceronte de Ionesco?). 

Hacia el fin de sus días, quizás por la sombra proyectada por este próximo fin, desaparece gradualmente de la obra del poeta la diáfana alegría y la embriaguez cósmica que culminan en Altazor. Quizás también por la influencia de una época iniciada bajo el signo del hongo atómico de Hiroshima estallado gracias a la ciencia sin conciencia. ¿Será por esto que dice en uno de sus últimos poemas, llamado “La Edad Negra”:

 

Penan los astros como sombras de lobos muertos
¿En dónde está esa región tan prometida y tan buscada?
Penan las selvas como venganzas no cumplidas
Con sus vientos amontonados por el suelo
Y el crujir de sus muebles.

 

Mientras el tiempo forja sus quimeras
Debo llorar al hombre y al amigo
La tempestad lo arroja a otra comarca
Más lejos de lo que él pensaba.

 

Así dirá la historia
Se debatían entre el furor y la esperanza
Corrían a encender montañas.
 



Jorge Teillier fue un poeta, cronista y ensayista nacido en el sur de Chile el 24 de junio de 1935 en Lautaro, en la zona La Frontera, territorio agreste en el que vio cómo los mapuche habían sido relegados tras la Ocupación de la Araucanía, que se conoce eufemísticamente como “Pacificación” a fines del siglo XIX.

Viajó a Santiago donde estudió Historia y Geografía en el Instituto Pedagógico de la Universidad de Chile. Conoció ahí a su primera mujer, Sybila Arredondo, con la que tuvo sus dos únicos hijos: Sebastián y Carolina.

Comenzó una promisoria carrera literaria a los 21 años al publicar su primer libro, poemario muy bien recibido por la crítica y considerado “prematuramente maduro”. El año 1965, Teillier publica su famoso ensayo “Los poetas de los lares”, en el cual postula que cabe la posibilidad de que exista una relación entre el origen provinciano de la mayoría de los poetas ahí citados y su tendencia lárica, por la cual, atacados por “el mal poético por excelencia”, la nostalgia, se volcarían a la provincia y a la infancia, atreviéndose a aceptar su calidad de hermanos de los seres y las cosas, visión poética a la que él también adscribe.

A partir del golpe de Estado del 11 de septiembre de 1973 se produce un quiebre en la vida de Teillier, que comienza a beber de manera más profusa y deja de publicar tan seguidamente. Muere el 22 de abril de 1996 tras una semana hospitalizado en Viña del Mar, tras una crisis hepática. Jamás recibió el Premio Nacional de Literatura, pero sigue siendo uno de los poetas más querido de Chile.

Sus libros son: Para ángeles y gorriones (1956), El cielo cae con las hojas (1958), El árbol de la memoria (1961), Poemas del País de Nunca Jamás (1963), Los trenes de la noche y otros poemas (1964), Poemas secretos (1965), Crónica del forastero (1968), Muertes y maravillas (1971), Para un pueblo fantasma (1978), La Isla del Tesoro (1982), Cartas para reinas de otras primaveras (1985), El molino y la higuera (1993) y los póstumos Hotel Nube (1996) y En el mudo corazón del bosque (1997).