Ojalá que te pise un tranvía llamado Deseo
Rolando Revagliatti
La poesía de Revagliatti
Reseña del libro Ojalá que te pise un tranvía llamado Deseo
Por Fabián Soberón
La poesía de Rolando Revagliatti está hecha de paradojas, retruécanos, juegos de palabras, insolencias, puesta en escena de contradicciones. Pero este modus operandi no apunta sólo contra las palabras sino también contra el sujeto mismo de la enunciación. Y diré más: el revólver verbal del poeta apunta contra el hombre de carne y hueso. No cualquier hombre: pone en jaque a la humanidad y al sujeto que habla; el poeta pone el cuerpo, dice y se burla de sí mismo. En este sentido, el poema para Revagliatti es una palestra en la que discute y pelea el poeta con él mismo, con “su” yo y con el deseo.
En este libro, el deseo aparece desnudo y disfrazado, dicho y entredicho, puesto en el escenario y jaqueado. Como el deseo es aquello que no se puede decir, el autor usa todos los caminos a sabiendas de que el fracaso kafkiano está delante y detrás de su cometido. Pero insiste, y busca una fuga que le permita unir el sentido con el sonido, el hoy con el ayer, el placer con el dolor de no poder concretar el deseo:
Desnudo
me entreví
siguiéndome
la pista
disfrazado.
Algunos versos se aproximan a la sentencia o al aforismo:
Todo lo que tocas de mí
me es ajeno.
Pareciera que el pájaro y la pájara que canta hasta morir en la poesía es el Gran coito ilustrado o deslustrado:
La juventud
se va
La ancianidad
se queda.
*
Nuestros cuerpos
nos luchan.
El deseo es eterno y los cuerpos son mortales. Al final, pareciera que el único problema es la decrepitud. Ni siquiera el final termina con el deseo, con ese dios inquieto que nos domina. Las flechas del pequeño dios son cortas pero largas, intensas e inasibles. Eros, como dijo Safo, es dulce y amargo, es inmortal y pérfido. Los mortales lanzan todas las flechas que ya ha lanzado eros, y no pueden asirlo ni aniquilarlo.
El anverso y el reverso, el antes y el después, el costado y su sombra: los aspectos que son falsos exergos, dirá el poeta, aparecen desdoblados y presentes en sus pliegues en los poemas breves y en los retruécanos. El humor, acaso la flecha que descomprime el mundo, le ayuda a sortear los escollos en el camino del deseo.
El tranvía en el que viaja el poeta es el mismo que lo pisa y que aplasta al lector: El lector, agradecido, siente que el tren llamado deseo es imparable y es de hierro.
*‘Ojalá que te pise un tranvía llamado Deseo’, Editorial Leviatán, Buenos Aires, 116 páginas, junio 2024.