Síguenos

Vargas Llosa y las visitadoras

Vargas Llosa y las visitadoras[1]

 


Por Guillermo Rothschuh Villanueva[2]

Universidad Centroamericana, Nicaragua



Debido a que mis amoríos siempre han sido públicos,una de estas tardes me llamó Melvin Wallace para invitarme a participar en un cine-foroauspiciado por La Brújula Semanal.Alprincipio me sentí desconcertado, me explicó que era con el propósito deintroducir a estudiantes de la UAM, en el torrente impetuoso de la obra deMario Vargas Llosa; hasta entonces me sentí sosegado.

 Melvin, entusiasta editor de libros, insistió quedeseaba motivar a los estudiantes a conocer y leer al peruano. Aunque el cine yla literatura son dos universos unidos por lazos de consanguinidad, evoquéviejos fantasmas. Las discusiones bizantinas sostenidas a lo largo del tiempo,donde ciertas personas, ubicándose en los extremos, destacan la supremacía deun arte sobre el otro.

 Antes de verme la cara con los estudiantes de laUAM, mis cavilaciones viajaban en esta dirección. Verían  (1973), basada en una novelaestructurada a base de memorando,

Vídeo de YouTube

cartas, informes, emisiones radiales,comunicados y una enorme carga de humor. Un desafío para director y guionistas.El tema los subyugaría. En la sala habría estudiantes con bagajecinematográfico, incluso que ya habían visto el film bajo la dirección de PacoLombardi. La versión del peruano la había disfrutado años atrás. El profesorFernando Vallejo me la regaló, sabedor de mi predilección por la obra deVargas Llosa.

 Los cambios introducidos por los guionistas GiovannaPallarollo y Enrique Moncloa son significativos. Decidieron eliminar la sectadel Hermano Francisco, la cofradía de iluminados predicadores de visionesinfernarles que  atemorizaban a losindígenas. La amputación de Pallarollo y Moncloa es severa. La creación de uncuerpo de visitadoras y la existencia de una hermandad purificadora, permite aVargas Llosa establecer contrastes y afinidades entre un cuerpo de putas y unalegión de creyentes. Vez y envés de la novela.

 El hecho de que cambiaran de apodo a la visitadoraque enloqueció hasta la ofuscación al Capitán Pantaleón Pantoja, no tiene mayorsignificado. En la novela Vargas Llosa la llama “Brasileña”, en la películaprefieren nombrarla “Colombiana”. ¿Será que lo hicieron como tributo a lanacionalidad de la actriz Angie Cepeda? Podría ser.

Lo que no cabe duda es que su escogencia no pudo sermejor. Sensualidad, altanería, provocación y con una mirada que chorreasex-appeal, presagiaban su inminente seducción. Con una hoja de servicioimpecable, hombre solo de su mujer, abstemio, sucumbe de manera  irredimible, ante el fuego de sus desplanteseróticos.

La modernidad que introducen sus creadores, utilizandocelulares y computadoras, se corresponde con la personalidad de un gerentediligente y obsesivo, quien utiliza diferentes programas de computación, paraobtener resultados exitosos como cree que desean los miembros del Estado Mayorde las Fuerzas Armadas Peruanas. Una cuña retorcida que desastilla los huesosde los militares. Sus autoridades no reparan en la creación de un cuerpo deputas, para hacer frente a las violaciones sexuales cometidas por las tropasbajo su mando. 

La obra llevada por segunda vez al cine tuvo mejordestino. Las carcajadas de los estudiantes mostraban empatía y goce. La primeraversión filmada en República Dominicana (1975), en la que aparece fugazmentecomo extra Vargas Llosa, no encontró acogida entre los seguidores del peruano.Con Pantaleón y las visitadoras, losmilitares peruanos eran objeto de sus burlas y críticas por cuarta vez. Laprimera tarascada fue con La ciudad y losperros (1963), la segunda con La casaverde (1966) y la tercera en Conversaciónen la catedral (1969). Una constante que reaparece en ¿Quién mató a Palomino Molero? (1986), Lituma en los Andes (1993) y Lafiesta del Chivo (2002). En Pantaleón,destaca la sátira, la cual se ve reforzada en la versión cinematográfica,gracias al formidable montaje y la articulación de diálogos logrados porPollarollo. Cuartel y burdel fagocitan sus mejores novelas. Desde sus inicios,Vagas Llosa proclamó que una buena ficción tiene que ser sazonada con dosis deviolencia, sexo y como hijo dilecto de Gustave Flaubert, sostenida por unsoporte realista.

 Al final un estudiante me interpeló. ¿Los militaresperuanos ya no violan a las mujeres? Eso me indicó que conocía los abrevaderosen los que nutre Vargas Llosa sus obras de ficción. Los cachorros (1967) tuvieron su origen en la mordedura que unperro en los güevos de un estudiante.

 Exprimió el jugo a la pequeña nota aparecida en undiario limeño, ratificando el dominio que tenía sobre los códigos ycomportamientos juveniles. En verdad Pantaleóny las visitadoras fue el resultado de denuncias presentadas contra miembrosdel ejército que violaban a las mujeres en la selva peruana.

 Dos aspectos llamaron mi atención en la película,ambos pasados por alto por los universitarios. El ocre como color dominante yla escena donde Sinchi, el radio-periodista corrupto y sableador, una vezrecibida la primera paga, inicia una perorata exaltando las virtudes del cuerpocastrense, debido a la disminución de muertes y violaciones en la selvaperuana, arenga que discurre de manera paralela a la muerte de la “Colombiana”.

 La forma alterna que fluye el discurso del Sinchicon el asalto al barco donde se desplazan las visitadoras para prestar susservicios a las tropas, me recordó escenas de El Padrino (I y III). Mientras padre e hijo bautizan y rechazan aldemonio, acogiéndose al Dios cristiano, ordenan a sus gatilleros asesinar a losdemás jefes mafiosos.

Así como los grandes escritores sirven de modelo alos noveles creadores, los directores y guionistas laureados ejercen unainfluencia similar sobre sus seguidores. Discurso y asesinato marcan la agoníairreversible del cuerpo de visitadoras, ratifican la sevicia del periodista yel final trágico de una empresa alucinante, atroz, reveladora de la dualidadhumana.

 A La brújulasemanal debo este encuentro con los estudiantes, igualmente me permitiórectificar un juicio erróneo que emití, al afirmar que no existía unacercamiento perspicaz sobre la forma que Mario Vargas Llosa aborda el sexo entodas sus variantes. La petición de Melvin Wallace me condujo al reencuentrocon José Miguel Oviedo, crítico entendido quien en un breve ensayo –Historia de un libertino– señala lasfuentes que han permitido a Vargas Llosa, convertirse en un creador deuniversos picantes, donde las prácticas sexuales más desinhibidas, loconvierten en un erotómano como lo fueron y lo seguirán siendo sus maestros,los filósofos franceses del Siglo XVIII.

Esos deicidas que “vieron las enormes posibilidadesde asociación, entre amor libre y libertad de pensamiento, cuando atacaban alos grandes poderes: la Iglesia, la monarquía y la aristocracia”, como loreconoce Oviedo.   


[1] Este artículo fue publicado, en versión levementediferente, en el periódico Confidencial,de Nicaragua, el 29 de mayo de 2011.

[2] Guillermo Rothschuh Villanueva(Chontales, Nicaragua: c. 1960) Escritor y periodista, es colaborador de laspublicaciones Confidencial y El Nuevo Diario, de Managua, y autor de novelasy otras narrativas. Se destaca por su empeño en la lucha a favor de la libertadde expresión en Nicaragua.