Riachuelo, de Alberto Boco. (Ediciones de La Quintana, Buenos Aires,2008)
Buenos Aires, Argentina
Hemos caminado por plazas, aljibes, cafés y avenidas de Buenos Aires enun único poema sin cerco. Hemos vivido siempre en Buenos Aires, pero olvidando, lamentablemente, que«las cosas más próximas son siempre lejanas…»[2]. Cercados por la mitología retórica y temática que retiene la forma de ungénero, olvidamos la metáfora primera, parte del eslabón colonial originario, «lasaguas oscuras que marchan imperceptibles»[3]. El riachuelo es el reflejo en donde se espeja toda nuestra derrota. Esaquella otra parte de la historia, en la que los sucesos enterrados dentro uncabello muerto mantienen un eterno diálogo con la verdad. Robert Lowell, en uno de sus poemas, se hacía una pregunta tan valiente comosencilla: «¿No hay otra manera de arrojar mi anzuelo fuera de este arroyodinamitado?»[4]. Yo creo, de una maneramuy personal, que la respuesta de Boco se resuelve en la misma pregunta.Efectivamente, no hay otra manera. Pero eso es algo muy distinto a la idea dehuir del arroyo dinamitado. Y dinamitado en todos sus sentidos. De allí que en la extensión del poema no encontremos un acuerdo, o undeterminado modo de simbolizar los sucesos o ideas que se presentan. Cadaacontecimiento se diferencia de los instantes que sostiene: el tiempodesaparece, la quietud de la palabra se destruye en un constante intercambioentre el pasado, el presente y lo contingente. Decía que no hay un acuerdo: en Riachuelono reina lo determinado, sino la experiencia. La experiencia legítima; noespecializada o limitada, emocional o subjetiva. Riachuelo habla de la historia de un poeta sometido a lascondiciones materiales. No hay falsedad, ni emulación elitista, ni pretensionesde salir de una vestimenta inapropiadapara el género. Podemos decir y pronunciar las palabras de los otros: podemoshablar de marketing y dinamitarlo, odinamitarnos junto al agua podrida de la globalización.Y con el mismo coraje que rechaza el precipicio de los otros, laapropiación de Boco de un momento histórico determinado, de costumbres yvestimentas nacionales, logra lo que todo escritor anhela: traducir loimposible a través de una mediación de lo contemporáneo. Esta notable elección de trazos, puede tranquilamente ofrecerle al lectorlas herramientas suficientes para reconstruir la experiencia de un hombre: elCordobazo, los cigarrilos Coloradocon filtro, el recorrido de la línea 152. Estos vestigios, insistentes como sus citas de otros poemas, novelas, ycineastas; reflejan su capacidad –como la de todo verdadero poeta– deresignificar constantemente al mundo a partir de sus sentimientos. El indivisible Riachuelo, sinembargo, no presenta estas características de una manera aislada o paralítica.Se trata de un movimiento, creciente y decreciente como el riachuelo mismo, queen su anárquico desligamiento corroe incluso hasta lo indeterminado: nuevasideas y reflexiones irrumpen sobre lo ya resignificado.[5] Lo que comenzó como un proceso desmitificador, que recupera ciertasvivencias y recuerdos aislados o perdidos en la historia, terminacomprometiendo al poema con el poeta. Lo compromete, como bien sabemos, porque el tesoro –como el corazón–inevitablemente se halla en la isla. Pueden renacer entonces los versos antes citados de Lowell: «¿No hay otramanera de arrojar mi anzuelo fuera de este arroyo dinamitado?». Como decíamos, Boco responde a esta pregunta: no existe otra manera,porque nosotros mismos somos el arroyo, el incesante riachuelo dinamitado. Pero la poesía debe imponerse por sí misma, como decía Coleridge, no deben ejecutarse razonamientos sobre una obra. Que sean del lector y del poeta las últimas palabras: «Los árboleshamacan igual brisa que la finísima bruma con olor a podrido A petróleo A metaldegradado y sulfuros calados en el agua (…). La vela sedesplaza sin mácula ni puerto sobre la espalda mugrosa. En el mapa de laluna hay un espacio al que llaman Mar de la / Tranquilidad».[6]
Juan Arabia, BuenosAires. Argentina Juan Arabia. Estudió Ciencias Sociales en la Universidad de Buenos Aires y Pintura con Ricardo Garabito. Ha publicado cuentos, ensayos y poesías y es fundador y director de la Revista Megafón de Buenos Aires. Web del autor www.buenosairespoetry.com [2]Alberto BOCO, Riachuelo, BuenosAires, Ediciones De la Quintana, 2008, p. 20. [3]Alberto BOCO, Riachuelo, op. cit., p.23. [4]Robert LOWELL, «El pescador borracho», Poemas de Robert Lowell.Traducción de Alberto Girri, Buenos Aires, Sudamericana, 1969, p. 45. [5] Alprincipio del poemario leemos «Uno empieza por volverse antipático y dejan deinvitarlo a las fiestas» (op. cit. p.9). Más tarde encontramos, en cambio: «Uno deja de volverse antipático yentonces ya no sabe si quiere ser invitado a las fiestas» (op. cit p. 27). [6] Alberto BOCO, Riachuelo, op. cit., p. 28. |