Animal de extraño nombre, entraña estirpe (Una poética para la escritura de ChantalMaillard) Por LolaNieto [1] Barcelona, España
Leyendo estepoema
Cual asomado a otro. Articulado. Extrañado. Entrañado. Extrañado. Entrañado. Hastiado. (Maillard, 2007: 153)
se me ocurrióque la escritura de Chantal Maillard quizá podría entenderse como estemovimiento basculado entre la extrañezay la entrañeza en que vive suspendidoCual, el personaje de la segunda parte del poemario Hilos. Quizá fuera, la obra entera de Maillard, un espacio dejuntura o articulación, el lugar donde intersecciona un extraño entrañamiento y unextrañamiento entrañado. Estaconfluencia, sólo en apariencia de conceptos opuestos, resultaría de una tareade la palabra que dice y se hace desde cierta oblicuidad, sesgadamente, quepronuncia los márgenes desde los márgenes, haciéndose margen, marginándose. Unaparticular declinación de la mirada –la mirada del oído– que anima a crecer susensayos, poemas y diarios al ritmo de una atención metafórica que, a su vez, despliega múltiples ejes coyunturales y metafóricos ofreciendo al lectorasideros donde anidar, trampolines para saltar, y (a)bordar la retículaescrita, aún escribiéndose. La metáfora que acciona eldesdoblamiento de metáforas tejedorasde la red, sería ésta que acabo de apuntar: el entrevero –que se adivina desdevarios ángulos y matices, aspectos o características– de una simbiótica entrañeza y extrañeza que urde la estructura de cada uno de los textos de laliteratura maillardiana. Utilizo aquí el término metáfora en el sentido en que la propia escritora lo entiende yaplica, es decir, como un proceso epistemológico, una relación tensionalanalógica entre dos campos que produce la identificación de uno en otro y deotro en uno: el efecto de una mirada puesta sobre dos cosas que advierte lo queentre ellas discurre. La lógica del entre es la de la metáfora. La escriturade Maillard es un espacio lingüístico, semántico, poético, filosófico, vitalque habita entre la extrañeza y la entrañeza. Ni en una ni en otra: en el entre que las une y lassepara, en la membrana de unión yrechazo. Entre lo entraño y lo extraño suceden lospoemas, los ensayos y los cuadernos. En ese juego o jugo branquial. Laescritura de Chantal Maillard sucede, por tanto, como una metáfora, en unametáfora.Uno de los vórtices extrañosy entraños a partir de los que sepuede desgranar una comprensión de su obra conjunta es, sin duda, el que atañea la estética/ética. La labor escrituraria de Maillard explicita una concepciónartística exploradora de cauces inusitados y experimentales, por ello, extraños, pero asimismo, rescata lafunción re-lig-iosa del arte antesdel Arte y abre una dimensión comunitaria de entrañamiento. Como continuadora de la estética iniciada en lasvanguardias, su propuesta incurre en una búsqueda formal innovadora, atrevida yfiera, que desestabiliza y pone en solfa la artificiosidad de los preceptos ycánones artísticos institucionalizados, exigiendo una recepción reflexiva,lúcida y lúdica, esto es, intelectual,y, en este sentido, su obra se enmarca en la brecha posmoderna. Sin embargo, laincidencia que la particulariza en el seno de la posmodernidad contemporánea esla articulación entre esta audaciaestilística heredera de los sondeos más comprometedores y comprometidos delarte del último siglo (Matar a Platóny Husos son idóneos ejemplos) y una intención curativa y homeopática,una declinación de la escritura hacia la nervadura viva que duele y se duelepara compensarla, contrarrestarla, para acercarse al dolor desde el manto comúndonde a todos nos duele, para decir el dolor es el mismo, aplacar la soledad yconvertir el dolor en otra cosa (Matar aPlatón y Husos son idóneosejemplos). Esta tarea de la obra artística como lugar de refugio o cobijo dondeacudir, reconocernos y compartir el recogimiento apela al sentido del arteantiguo que adviene a la escritura de Maillard a través de los sistemasfilosóficos y cosmogónicos de Oriente, en especial, a través de la tradiciónindia.En definitiva, tanto define su quehacer escriturario una hiriente yherida conciencia posmoderna como el gesto de la compasión: la intensa ternuraque brota al filo del intenso dolor. De hecho, más que de una o de otra, elsignificado que destila su escritura se desprende del intersticio de ambas, delo que entre ambas construyen ysignifican. La entrañeza ética y la extrañeza estética están íntimamenterelacionadas. Al señalar las imposturas del arte y sus instituciones, alincidir en la falla deconstructiva que arremete contra las ilusiones cognitivasy lingüísticas, la escritura de Maillard se queda en el puro rescoldo de lo quefue palabra y floritura retórica. El lenguaje-hueso, lenguaje-ruinoso,lenguaje-balbuceo es un casi-lenguaje que dice desde la orfandad de conceptosléxicos y epistemológicos la estremecedora orfandad vital. Y es esta extrañeza del balbuceo (la de un lenguajesincopado, roto, segmentado y en suspensión: un casi-lenguaje) la que dispone elúnico espacio lingüístico honesto desde el que hablar, desde el que volver adecir, contar el derribo y contarnos: entrañarnos.La extrañeza del lenguaje huérfano eshabla humilde que al decirse dice la entrañaque nos es común: la intemperie, el hambre, la extrañeza[2]. Estos dos aspectos, la experimentación propia de las vanguardias y elconocimiento sólido y aplicado del pensamiento oriental, constituyen además losdos elementos que hacen de la obra de Maillard un caso extraño –único– y entraño–vuelto hacia sí, sin genealogía a la que adscribirse– dentro del panoramaliterario español actual. Por un lado, aunque Maillard se nutre de ciertaideología moderna y vanguardista, no se fija en la literatura española, sino enla europea y, en especial, en la francesa: leyó en su juventud y en francés aBaudelaire, Verlaine, Rimbaud, Apollinaire. Su formación literaria poco tieneque ver, por tanto, con la tradición hispánica, y éste es el primer rasgo queextranjeriza su escritura dentro de la órbita en la que, sin embargo, se ubica.El segundo tiene que ver precisamente con el que acabo de mencionar, porque, sibien la autora se siente atraída por cierta literatura, la base de su formaciónno es literaria sino filosófica, y no sólo eso: Chantal Maillard es una de lasprimeras –y todavía de las pocas– personas que en el ámbito español dedica susesfuerzos como investigadora a la filosofía oriental y a sus imbricaciones con elpensamiento de Occidente. Su obra creativa convoca, reelaborando, algunos deestos referentes orientales y el efecto es el de una escritura escrita encastellano pero desnaturalizada tanto de la tradición literaria que la acogecomo del propio cauce literario que la ampara. La escritura de Maillard ni es literaria ni es española. Podría considerarse una suerte de traducción de otras tradiciones artísticas y sobre todo filosóficasque se sitúan bien lejos de los cimientos que componen las corrientesliterarias españolas contemporáneas. Ni generación del 98 ni del 27, ni Posguerrani Siglo de Oro; por el contrario: Nāgārjuna, Abhinavagupta, Bharata,Rājaśekhara, Lao Tsé, Santôka, Michaux, Beckett, Feldman, Wittgenstein,Deleuze… Algunos de estos nombres suenan familiares en los círculosintelectuales de nuestro país, otros ni por asom(br)o. En esta traslación –trasvaseo reelaboración– radica la rotunda originalidad de la obra de Maillard: animalde extraño nombre y entraña estirpe: inclasificable y solitariapor su ascendencia heterogénea y foráneaen el escenario en el que crece[3]. Otro resorte entraño y extraño, que incide, por su relación,en este aislamiento, es su voz, la voz de Maillard como elemento indispensablede su escritura. En el tiempo en que empecé a interesarme por sus libros, lainvitaron a participar en un encuentro literario que se celebró en la universidaddonde yo, entonces, cursaba licenciatura. En un aula abarrotada, al final de unacto algo tedioso orquestado por una profesora de una facultad estadounidense,le propusieron leer algunos poemas. Pequeña, la piel muy blanca, los ojosgrises, vestida de negro. Es extraña,la presencia física de Chantal Maillard es extraña: no inquietante ni oscura olóbrega, sino recóndita, rasgo y rostro de una forajida de sí. Leyó, y su voz,otro reducto de excentricidad, fue abriendo, al paso quebradizo de la lectura,cauces afectivos inesperados, interiores, que apelaban a recovecos comunes: entrañamiento. La primera vez que vi –oí– recitar a Maillard pensé que ella misma,su cuerpo y la voz, la curva y el gesto que adoptan su voz y su cuerpo leyendoforman parte del poema: de la entrañaque en él se dice, de su extrañodecir. Y lo sigo pensando todavía. (No recitar, tampoco leer: con-voz-ar: compa-decir.) La voz de Chantal Maillard –la voz y el cuerpo en un mismo gestoarticulados–, además de decir el ritmo y al ritmo de la escritura, haciendomúsica lo escrito y diciendo la música de lo escrito, además, me pareceprofundamente extrañada y entrañada a causa de su acento. Hellegado a pensar que su voz, su lengua hablada, es un desdoblamiento de lo queocurre en su lengua escrita y literaria (o viceversa). Me explico. La lenguamaterna de Maillard es el francés. Cuando llegó a Málaga, en su adolescencia,niña aficionada a la literatura y a la composición de poemas, canciones ynovelas, empezó a escribir poesía en castellano pero siguiendo la métricafrancesa. En su adaptación lingüística, por tanto, pasó por una fase en la quela escritura en español discurría de acuerdo a las estructuras sonoras de latradición francófona. Poco después abandonó las pautas métricas. Sin embargo,esta simbiosis o mixtura –quizá origen desorigenado–, aunque en su vertienteestrictamente formal durara poco y sólo en sus escritos juveniles sintrascender a su obra publicada, creo que ha perdurado subrepticiamente (transformada)en su labor literaria posterior. Y es que Chantal Maillard escribe y habla encastellano pero a otro ritmo, en otro acento. En su palabra oral no se detectacon nitidez exclusiva ni la sonoridad franco-belga ni las dicciones propias delsur de la península ni mucho menos un castellano neutro. Es una sutil mezclaque, como todas las mezclas y como todas las sutilezas, produce un resultadoextraño, muy extraño, extrañísimo. Esta extrañezaque se advierte en su lengua hablada y que parece inmune a rastreos origenales de dicción es el extraño acento que de alguna manerasospecho ha prendido en su lengua escrita, de modo que la mirada aislada que sedice en su obra es también la de este acento-paradigma: entrañada extrañeza contagiada al pulso del pensamiento. Chantal Maillardpiensa desacentuada, desafinada: oblicuidad de la voz, la letra y elentendimiento. Además de todos estos, se advierte otro entraño y extraño caso.Se trata del método epistemológico que surge y se despliega en su escritura. Todasu obra (aunque especialmente los diarios) representa la puesta en práctica –y escena–de un ejercicio de observación. La escritura de Maillard, por medio del observador, que es una particularrepresentación del sujeto –desujetivizándose–,es el cauce de una actitud que consiste en ponerse frente a algo como si de algo extraño se tratara, que pretende extrañar lo que ocurre en el espacio de la mirada para, de estemodo, lograr la desidentificación con lo que se observa y propiciar, así, una miradadesinteresada, un conocimiento desprejuiciado. Esto se complica cuando elobservador, en el transcurso de la observación, experimenta un curioso virajepor el que invierte su mirada tomándose a sí mismo como objeto de observación.El método de conocimiento se recontextualiza en método de auto-conocimiento, yel ejercicio de extrañamiento seconvierte, inevitablemente, en una observación entrañada de sí, hacia sí y desde sí. El giro que protagoniza el observador cae en las redes lógicas dela única herramienta de que dispone, porque ¿cómo conseguir una observación extrañada de uno mismo?, ¿cómo observarse sin perspectiva?, ¿cómo lograrloestando (siendo) en la entraña de lo extraño? El sujeto que se observa es sujeto que se adentra. El sujeto que sehace extraño frente a sí es al cabosujeto que se entraña en sí. Estaparadoja del gesto auto-observador es la que exploran y cuestionan hasta suslímites diarios como Husos. Laescritura, entonces, destapa otra paradoja encadenada a la anterior: que labúsqueda auto-observadora se salda con la disolución del sujeto que se pretendeauto-observar en el discurso o murmullo del lenguaje.En lógica de observación, auto-observarse –extrañarse– denota lavoluntad de un movimiento irrealizable. En términos lógicos, no se produce la extrañeza sino la entrañeza. Esta limitación epistemológica acaba señalando unaficción de lenguaje: la ilusión gramatical del yo. Si el yo sirve paradecir lo otro desde cierta perspectiva, si, al fin y al cabo, la subjetividades un consenso de la mirada que permite precisamente la heterogeneidad demiradas, cuando decidimos aplicarla sobre sí misma el resultado es inoperativo.Si digo yo, me identifico con ese yo. Poco puedo decir, entonces, de mí, en el lenguaje. Yo no es algo que puedadecirse, sino una función lingüística que identifica al emisor de un enunciadocon el propio enunciado. Evidenciar este hecho conlleva una alogía comunicativa: se demuestra unarestricción de la lógica del lenguaje: se demuestra que el lenguaje es unsistema lógico. Y puesto que pensamos con el lenguaje, el pensamiento y el conocimientoson fenómenos lingüísticos, de modo que las leyes lógicas del lenguaje son, endefinitiva, las que propician y limitan cualquier tentativa cognitiva. Si auto-observarse–hablar del yo– es una falacia lingüística,irremediablemente será una falacia epistemológica; porque es lógicamenteimposible conocerse, resulta lingüística y cognitivamente imposibleauto-observarse. El péndulo entre la extrañeza y la entrañeza advierte,finalmente, que la escritura de Chantal Maillard es una teoría de conocimientoal límite, volcada al abismo de su propio sentido: impelida ya a serconsiderada una teoría de lenguaje.
Bibliografía MAILLARD, CH. (2007). Hilos, Barcelona, Tusquets. [1] Lola Nieto. Licenciada enFilología Hispánica por la Universidad de Barcelona. Obtuvo el Diploma de EstudiosAvanzados con una tesina sobre la escritura de Chantal Maillard. Actualmente realizaun trabajo de tesis sobre aspectos lingüísticos y de retórica en la obra deMaría Zambrano. Ha publicado “La poesía que (se) escribe (con) la filosofía deMaría Zambrano” en la revista Auroray “La memoria sonora” en la revista LasNubes. [2] Estedesdoblamiento artístico que aúna un arriesgado ensayo estético y formal a unafunción ética compasiva es el sentido íntimo –creo– que acerca la obraliteraria de Maillard a la musical de Barbara. Poco conocida (y menosreconocida), Barbara –que persiguió “un sonido como cuando un pájaro roza consu ala los cabellos de una joven que está a punto de beber una taza de té”– exploróy abrió caminos formales entre la música popular de la chanson française y la música contemporánea. Pero, sobre todo, ellacomo Maillard, y cada una desde su ámbito de creación, articulan –en cuerpo depoema o canción– los resortes de una misma energía (emocional, mental,afectiva) que en su expresión es capaz de conjugar la extrema y pulidadelicadeza técnica con el desgarro roto, bruto y desesperado del grito que diceduele y dice vida. Sería interesante que alguien se ocupara de esta confluenciacon detenimiento. [3] Parahablar con precisión, hay que reconocer una influencia importante en la obra deMaillard que sí proviene de la tradición española, y en concreto, de lafilosófica: me refiero a María Zambrano. Sin embargo, y aunque la impronta fuedecisiva, Maillard no tardó en alejarse del magisterio de la pensadora y buscarla fertilidad en otros campos. |
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