Eliseo Diego (Cuba, 1920 – México, 1994) Poeta, ensayista y traductor. Figura capital de la literatura cubana del siglo XX. Miembro fundador del grupo Orígenes. Enseñó literatura inglesa y norteamericana. Entre sus poemarios figuran: En la calzada de Jesús del Monte (1949), Por los extraños pueblos (1958), El oscuro esplendor (1966), Versiones (1970), A través de mi espejo (1981), Soñar despierto (1988), Cuatro de oros (1990). De los diversos reconocimientos obtenidos por su obra destacan: el Premio Nacional de Literatura por el conjunto de su obra (1986), el Premio de la Crítica (1988 y 1989) y el Premio Internacional de Literatura Latinoamericana y del Caribe Juan Rulfo (1993).
NO ES MÁS
por selva oscura...
Un poema no es más que una conversación en la penumbra del horno viejo, cuando ya todos se han ido, y cruje afuera el hondo bosque; un poema
no es más que unas palabras que uno ha querido, y cambian de sitio con el tiempo, y ya no son más que una mancha, una esperanza indecible;
un poema no es más que la felicidad, que una conversación en la penumbra, que todo cuanto se ha ido, y ya es silencio.
EL VIEJO PAYASO A SU HIJO
1
Avanza ya, hijo mío, desde el vano donde los pliegues de la recia púrpura ocultan la impudicia de las máquinas —tan útiles, es cierto—, el abandono de los grandes telones que han colgado como pájaros muertos en el polvo; avanza desde la sombra y haz tu reverencia como si nunca fueses a volver.
2
Estás en medio de la luz: enfrente se abre el enorme golfo de tinieblas donde hay alguien sin duda que te acecha con sus mil ojos ávidos. A veces lo oirás toser, reír como a hurtadillas, estornudar quizás, estremecerse; nunca lo vas realmente a ver. Inclínate, pues, como caña al viento: pero cuida bien el dibujo de la curva: todo es arte al fin.
3
Y ahora, ¿qué vas a hacer? Te has escapado definitivamente a mis desvelos, y casi como si fuese yo también el leviatán sombrío te miro ir y venir sobre las tablas, pero con una irrestañable aprensión. ¿Estás seguro del peso justo de las bolas que libraste a los aires? Y los peces, quizás juzgaste mal su humor extraño y cambien luego de color. Desastres, minúsculas catástrofes, quién sabe qué más. (El invisible no tuvo ayer piedad.)
4
Pero mañana, cuando las viejas barran a conciencia el poco de hoy que queda en las colillas por todo el ancho espacio desolado donde no hay nadie nunca: ¿importará el trueno de la gloria o el silencio del papel arrugado en una esquina bajo el polvo de ayer? Nadie lo sabe. Y sin embargo, es necesario hacerlo todo bien.
VERSIONES
La muerte es esa pequeña jarra, con flores pintadas a mano, que hay en todas las casas y que uno jamás se detiene a ver.
La muerte es ese pequeño animal que ha cruzado el patio, y del que nos consuela la ilusión, sentida como un soplo, de que es sólo el gato de la casa, el gato de costumbre, el gato que ha cruzado y al que ya no volveremos a ver.
La muerte es ese amigo que aparece en las fotografías de la familia, discretamente a un lado, y al que nadie acertó nunca a reconocer.
La muerte, en fin, es esa mancha en el muro que una tarde hemos mirado, sin saberlo, con un poco de terror. |