Una poética del extrañamiento: A propósito de Aves Exóticas [1]
Por JoséMaristany [2] Universidad Nacional de La Pampa
“Incómodase había sentido siempre, pensó” (Lamadre de Mary Shelley, 90) Al leerlos cuentos de Aves exóticas cuyosubtítulo es Cinco cuentos con mujeresraras. Y uno más, surge, ineludible, una pregunta: ¿Qué tienen de raroestas mujeres? Tal vez el primer dato que podemos retener en casi todas ellases algo que podríamos llamar una especie de “extranjería” producida por elexilio o la migración que adopta diferentes formas: hay siempre un lado de acáy un lado de allá, un “estar afuera”, una fisura original que marca las vidasde estas mujeres. En algunos casos se trata de seres que han abandonado su país,forzadas por las circunstancias o atraídas por esa voz que proclama que “lavida está en otra parte”: María R. protagonista de “Convertir el desierto”,Silvia en “El rufián melancólico”, la anciana de “La noche en blanco”, o María S. la madre en la nouvelle que cierra el volumen, han dejado su tierra y viven en unmundo que sienten extraño. Por suparte, la insondable tía Reche, del cuento que da título al volumen, intenta unfallido exilio de la casa familiar, pero en realidad toda su vida se ha sentidoextranjera en un mundo que percibe hostil y en el que va desmaterializándosehasta volverse invisible; por su parte, la joven Teresa de “Línea de flotación”escapa en ensoñaciones a su dura realidad marcada por la violencia de loshombres que la rodean y se rebela ante ese cúmulo de lugares comunes sobre lajuventud y tan alejados de su propia vida, que escucha en el bar. Hablamosentonces de un malestar que se vuelve inquietante y que remite a lo “raro” deltítulo; una ironía que revierte sobre ese lugar común que la “sociedadbienpensante” ha proclamado para quienes no siguen sus mandatos: rarito, dirá María S. en “La madre deMary Shelley”, “palabra con la que aquí [España] designan de forma peyorativalo diferente, sea algo o alguien” (81). Todasellas son de algún modo “aves exóticas”, sujetos que no se dejan domesticar,como lo eran también algunas de aquellas mujeres que asistían a la escuela deadultos en Monte de Venus, como Baruo la transgresora Julia Grande que da voz por primera vez en nuestra pudorosaliteratura y de manera directa, a la subjetividad y al deseo lesbianos; oCelia, la joven de Llamado al puf, quereconstruye el singular ámbito familiar de su infancia; y también esa es lamarca distintiva de las protagonistas de Larompiente y El cielo dividido. Ahorabien, volviendo a Aves exóticas, esposible percibir una diferencia, o una gradación, entre los cuentos y la nouvelle: en aquellos, los personajes nohan podido o no pueden tender puentes, pareciera que no pueden salir de suaislamiento, no pueden atravesar esa grieta que los separa de la otredad,mientras que en la nouvelle, esecontacto parece inminente, prolo(n)gado por la extensa narración que la hija“española” desgrana en su esfuerzo por acceder al mundo de su madre y a supasado. En todo caso, allí pareciera que ambos mundos se han puesto a dialogar,por senderos oblicuos, siguiendo las huellas que se dejan en un libro o aquellasque persisten en la memoria, tratando de reconstruir un pasado que se sabeirrecuperable pero cuyo relato es indispensable para la propia subjetividad. Desdeel tenaz aislamiento y obsesión de una mujer argentina marcada por el trauma dela violencia del terrorismo de Estado, o de la mirada irónica que refuta elmito argentino de una vida cómoda y sin sobresaltos de quienes emigran a Europa,a este diálogo entre generaciones que también es un diálogo entre culturas,pareciera que la reflexión ronda con insistencia todos aquellos motivos que sedesprenden de un éxodo, literal o figurado, y en su centro, pero sin aflorar ala superficie, está el tema de la identidad y sus avatares; identidad queremite a dos territorios principales que se superponen y se confunden: elgénero y la nacionalidad (y por ende, la lengua). Pero no la nacionalidad comomarca de nacimiento u origen, como abstracción simbólica condensada en unabandera o un himno, sino como el archivo de aquello vivido en otro lugar,memoria del dolor y de la pérdida que no deja de magnetizar la escritura deReina desde La rompiente en adelante. Ejemplode ello, sería María R. cuyo único objetivo en la vida gris que lleva en Madrides encontrar a un verdugo en quien se condensa el odio por una sobrevivenciainexplicable y un exilio involuntario. Allí están las marcas de una patria quese ha debido abandonar, las huellas de un trauma que persiste sin dar tregua. Eneste cuento, por otra parte, aparece una clave de lo que el arte podríasignificar para desanudar ese pasado ominoso que no nos abandona: las pinturasde Joaquín Brais, esas figuras que se arrinconan contra los ángulos y suscitan“una suerte de belleza en la precariedad” (14) logran “convertir el desierto”. Seríaoportuno aquí referir a los dos tipos de memoria que Elizabeth Jelin recuperasiguiendo a Todorov y que de alguna manera este relato viene a representar demanera adecuada: memoria literal y memoria ejemplar. La primera conserva la experienciacomo algo único e intransferible; confina al sujeto a repetir una y otra vez eltrauma, a volver sobre el pasado y a repetirlo con similar angustia eintensidad. La segunda, por el contrario, no niega la singularidad pero puedeconvertir el recuerdo en un principio de acción para el recuerdo a partir de laanalogía y la generalización (2002: 50). La escrituraen Roffé cumple una función terapéutica, acorrala ese (mal)estar, y muestra através de este personaje, la conversión de una memoria literal que ancla alsujeto en el pasado, ese desierto árido e inmutable, en memoria ejemplar, esdecir, aquella que no olvida pero logra “alimentar el repentino y florecientedeseo de empezar nuevamente” (Roffé, 2011: 15) que siente María R. al final delcuento. Asimismo,“La noche en blanco”, remite a ese territorio original del que persiste unepisodio que es emblema de toda la violencia y la persecución desatada por elterrorismo de Estado en años de la dictadura: la detención y posteriordesaparición de personas. La anciana que ha sido víctima del nazismo y haconocido los campos de exterminio, es un espejo que no sólo hace contrapunto conla María R.del primer relato, sino que también enél la historia nacional se refleja conbrutal similitud. Las señas de identidad“nacional” están jalonadas por esos acontecimientos que obturan cualquier otrodato de pertenencia. Laextranjería territorial, aquella que se materializa, por ejemplo, en un nombrey un apellido poco comunes en ese lugar al que se llega, y que exige unesfuerzo permanente para que no se cometan errores en esos documentos por loscuales el Estado dice quiénes somos, se complementa con una honda conciencia deestar en un lugar particular, ¿marginal tal vez? por el hecho de sermujer. Hay una experiencia subjetiva quese vive como extrañeza, como déficit, y que se condensa en una cita que yaestaba en Monte de Venus y reapareceen “La madre de Mary Shelley” como un guiño a esa obra: son los versos de unaautora china que dicen así: “¡Qué triste es ser mujer! Nada hay en el mundo tanpoco estimado”, a lo que la voz narradora agrega: “Algo que una descubre a edadtemprana por experiencia propia y una genealogía de omisión y humillaciones”(109). Tanto la Tía Reche, como lajovencita española Teresa y la argentina Silvia, de diferentes edades, estándonde no deberían y no quisieran estar, y sufren los mandatos del patriarcado,por parte de hombres y mujeres: Reche no puede asistir a las ceremonias judíaspor ser mujer y en alguna ocasión se trasviste de hombre para ser admitida,Teresa es acosada por la violencia de su padre y los avances de Ceferino,Silvia deja que los hombres conduzcan suvida y se encuentra de golpe en un infierno laboral que desmiente los ensueñose idealizaciones que una emigrante argentina podría hacerse del llamado “primermundo”. Eldesarraigo, la marginalidad, la falta de sosiego y de estabilidad emocionalexperimentados por estos personajes son marcas de una subjetividad “descentrada”. Meparece lícito pensar que esa inestabilidad, ese estado de alarma y deconstantes sobresaltos que marca las experiencias de todas ellas es el eco deotro tipo de “malestar” que produce en estos seres esa sensación deser “lo otro” y de estar siempre al margen como ajenas,extrañas, extranjeras, en un destierro ancestral, inherente a un ordenfalocéntrico que las define y subordina. Ahorabien, estos dos modos de “extranjería” se complementan, se suman, se potencian y,a su vez, se vuelven disruptivos y colmados de un índice de resistencia entanto “devenires minoritarios”. Me refiero con esta expresión a aquello que GillesDeleuze y Félix Guattari consignaban al analizar la “literatura menor” de Kafka.Una literatura que no es aquella escrita en una lengua menor, sino la que unaminoría elabora en una lengua mayor que se desterritorializa por este uso“minoritario”; una literatura, por otra parte, en la que todo es “político” enel sentido de que lo individual se conecta necesariamente con otros niveles:económico, burocrático, jurídico, científico (lo que traducido al feminismo delos años 60, no sería otro que el conocido axioma de que “lo privado también es político”); y enla que todo adopta un valor de enunciación colectiva y revolucionaria: laescritura minoritaria está forjando, para una comunidad futura, los mediosdiscursivos de otra conciencia y otra sensibilidad (1975: 30-32). Estos rasgos“menores” son también aquellos que podemos encontrar, no sólo en estos cuentos,sino a lo largo de la obra de Roffé. Ypuesto que hablamos de “lengua desterritorializada” sería oportuno reflexionar brevementesobre un tema que resulta central en esta escritura y que es una incansablebúsqueda por hablar “con voz propia” como ella misma lo expresa en el prólogo a Larompiente de 1987 (9-11) o como lo manifiesta la protagonista hacia elfinal de esta misma novela: “¿hallaré, adonde vaya, el esplendor de una voz?”(124).En estanovela se tematiza y formaliza este anhelo y está expresado por el personaje quese descentra, que se exilia, y que intenta dar con esa “voz propia”. Pero quésignificaba una voz propia en aquel momento: creo que la misma Reina loexplicaba muy bien en ese prólogo a la primera edición y tenía que ver concolocar en el centro de atención una mirada de género: se percibía que el campoliterario, al menos en los años 60 y 70 era un campo de elocución masculinahegemónica en la que la palabra femenina era siempre motivo de desconfianza.Encontrar esa voz era sortear obstáculos que venían de una censura externa tantopolítica como literaria, como de una autocensura muchas veces no conciente[3].La rompiente fue en este sentido unabúsqueda exitosa, fructífera, que marcaba una inflexión entre la obra anteriory la escritura futura. Allí se plasmaban las angustias de una escritora frentea todas esas miradas autorizadas y legitimadoras, y al mismo tiempo, se buscabaun lenguaje que se reconocía como “femenino”, ligado a la recuperación de unlinaje familiar también femenino, en el que la protagonista reconstruía suidentidad. Hay unavoz femenina en construcción en esa novela, que se alza por encima de todaimposición, límite, subordinación, o impedimento, con el fin (intencional y muyconciente) de hacerse escuchar, de lograr que su voz resuene en todos lados; dehecho, quien lee La Rompiente percibe ciertosmatices imposibles de olvidar. En eso consiste, la desterritorialización de lalengua en esa obra. Sin embargo,en estos nuevos relatos de Aves exóticas,asistimos a otro tipo de búsqueda, una búsqueda ligada no tanto al género, sinoa esa particular experiencia que una escritora o un escritor transitan al viviren un ámbito que no es el de su lengua materna. En este caso, se trataría másbien de una variedad de esa lengua, el español rioplatense. Son innumerableslos testimonios de escritores/as a quienes el “vivir afuera de su propialengua”, alejarse de sus matices, de sus progresivas transformaciones, de sudevenir cotidiano, produce una conmoción en sus proyectos creativos.[4] Enestos cuentos se percibe una sutil conciencia de este fenómeno y una búsqueda por encontrar el tono adecuado pararelatar experiencias que transcurren entre dos mundos que hablan de mododistinto. En los cuatro primeros cuentos la voz narradora en tercera persona trabajaese espacio intermedio, con mayor o menor registro local en función del tipo depersonaje principal del relato: así al narrar las peripecias de Teresa,muchacha madrileña, podemos percibir cierta contenida proliferación (valga eloximoron) de giros y términos peninsulares, en tanto que en los otros cuentos,donde esa misma voz relata las historias de mujeres argentinas, esaproliferación sería hacia el habla rioplatense. En el caso de “El rufiánmelancólico” la protagonista es la propia narradora, por lo que se recuperaallí una forma de decir más “argentina”. Pero hasta aquí, podríamos pensar cadacuento como una plataforma de ensayo que va a desembocar a ese diálogo final,ahora entre lenguas, que es “La madre de Mary Shelley”: la lengua (de la) madre,argentina, y la lengua de la hija, española (inversión ahora de esa centenariarelación filial con la “madre patria”). Bien podría esta fábula ser una metáfora deesa experiencia de vivir entre dos lenguas[5],esa distancia insalvable que va de “bolígrafo” a “birome”, de “salón” a“living”, y un intento de desterritorializar a ambas, en el sentido que dabanDeleuze y Guattari a una literatura menor, en una especie de laboratorio endonde entran en contacto, se contaminan, se fusionan, y se descalabran lasformas verosímiles de la dicción realista. En algún momento, la propia hijahabla de este fenómeno: “soy permeable a la influencia rioplatense –laconvivencia contamina para bien y para mal, pega giros idiomáticos y maníasvariopintas–…” (82). Perotambién, son los modos menores de una lengua los que se cuelan en lalegitimidad del buen hablar que nos transmitió una educación en la que losregistros lingüísticos delatan y/o permiten pertenencias de clase (“sudan losanimales, transpiran los humanos”) o en la pronunciación que adultera yconfunde identidades (cuando alguien en la calle toma a María por una andaluzapor decir “sinco” en lugar de “cinco”). Ya no se trata, para la literaturaargentina, de una lengua de inmigración, sino de una lengua de emigración, dediáspora; el “idioma de los argentinos” aquel del que hablaran Borges y Arlt, yque tanta tinta hiciera correr desde la generación del 37 hasta mediados delsiglo XX, tiene otras vías de realización en estas escrituras de exilio. Sonlas “poéticas de la distancia”, de las que hablaran Molloy y Siskind, formas deescribir y pensar la literatura argentina desde un lugar de enunciaciónprecario siempre socavado por desplazamientos lingüísticos y culturales (2006:11). En elprólogo a ese libro, los editores señalan que aún a la distancia quien vivefuera del país intenta pensar su escritura en relación con el cuerpo de laliteratura argentina aún sin poder descifrar sus contornos, y se preguntan acontinuación: “¿De qué maneras participa en esa literatura nacional el escritordesplazado, con su estética migrante?” (9). Apropósito, en la nouvelle incluida enAves exóticas, no solamente se hablay se pone en escena una “batalla” de códigos lingüísticos que terminanconviviendo, sino que se habla también de literatura, se toman libros de unabiblioteca personal, se leen anotaciones al margen que permiten esbozar unagenealogía, un álbum familiar donde conviven Nabokov, Djuna Barnes, Peri Rossi,entre otros. En este plano es donde la escritura de Roffé vendría a responder aesa pregunta acerca de la inscripción del escritor desplazado en ese cuerpo“deforme e imaginario”, como describen Molloy y Siskind a la literaturaargentina.Seríaposible, entonces, pensar un último extrañamiento en su escritura, ahora conrespecto a la literatura nacional. Y en ese caso, sería posible rastrear lashuellas de esa inscripción en la nouvelleque cierra el libro: alusiones más o menos indirectas, o meras asociaciones queteje la lectura podrían señalar en esa dirección. A modo de ejemplo, podemoscomenzar por esa amiga de la madre, Leonor Aguirre, cuyo nombre remite sindemasiado esfuerzo a la “Madre” del escritor argentino por antonomasia, a JorgeLuis Borges: en un cuento donde la figura de la madre es central estaasociación no sería descabellada. Asimismo, una frase de aquel personaje deficción, de aquella Leonor A., remite a la pregunta inicial con la que Ricardo Piglia–otro exponente central en el campo literario nacional y heredero en más de unsentido de Borges–, iniciara su ya clásica novela Respiración artificial: “¿Hay una historia?” se pregunta allí elnarrador en la primera línea de su relato, y responde por carta Leonor Aguirre,desde Argentina unos cuantos años después: “Por supuesto que hay una historia(…) siempre hay incluso más de una historia” (107). La relación epistolar queEmilio Renzi mantiene con su desconocido tío Marcelo Maggi en la novela dePiglia, es aludida aquí por las cartas que se intercambian la jovenprotagonista de la nouvelle de Roffé y una amiga de su madre. Ysiguiendo por esta vía hacia nuevos sentidos, podemos decir que el linajemasculino y la “verdadera” historia familiar que Emilio Renzi intentarecuperar, se trastocan aquí en un linaje femenino y en otra fábula familiar dondese intenta reconstruir la prehistoria, ya no de un tío, sino de una madre. Yese canon tan masculino que Piglia construye en 1980, al leer la literaturaargentina, presidido por Borges y Arlt, en el que las mujeres se encuentranabsolutamente silenciadas[6],se cambia aquí por una tradición femenina, ya no limitada a las patriarcales fronterasnacionales, sino guiada por otros hitos y que cuenta entre sus filas a unauruguaya-española, una poeta china, y una escritora norteamericana. Bibliografía Deleuze, Gilles y Félix Guattari. Kafka. Pour une littérature mineure. Paris, LesÉditions de Minuit, 1975. Jelin, Elizabeth. Los trabajos de la memoria. Madrid: Siglo XXI, 2002. Molloy Sylvia y Mariano Siskind (eds.). Poéticas de la distancia. Adentro y afuera dela literatura argentina. Buenos Aires, Grupo Editorial Norma, 2006. Roffé, Reina. La rompiente. Buenos Aires, Puntosur, 1987. __________ “Omnipresencia de la censura en la escritoraargentina”. Revista Iberoamericana132/133 (1985): 909-915.
[1] Este texto, con algunas variantes, fue leído en la presentación de Aves exóticas. Cinco cuentos con mujeresraras. Y uno más, que tuvo lugar en el Centro Cultural de España en BuenosAires (CCEBA) el 18 de agosto de 2011. [2] José Maristany. Doctor en Literatura por la Universidad deMontréal, Canadá. Profesor titular de Literatura Argentina y de TeoríaLiteraria en la Universidad Nacional de La Pampa y del Seminario de LiteraturaContemporánea en el Instituto del Profesorado “J.V.González” en Buenos Aires.Es co-director de la Revista Anclajes y director del Instituto deAnálisis Semiótico del Discurso (IASED) de la Facultad de Ciencias Humanas,Universidad Nacional de La Pampa. Es autor de Narraciones peligrosas.Resistencia y adhesión en las novelas del Proceso y editor de Aquí nopodemos hacerlo. Moral sexual y figuración literaria en la narrativa argentinade los 60-70 y de Mujeres y Estado en la Argentina. Educación, saludy beneficencia. Ha publicado capítulos en libros y artículos enrevistas especializadas. Ha expuesto en numerosos congresos de la especialidady ha sido profesor invitado en universidades de Canadá, Estados Unidos yFrancia. [3] Al respecto, resulta esclarecedor lomanifestado por Roffé, en su artículo: “Omnipresencia de la censuraen la escritora argentina”: “La autocensura que anula también produceengendros; es cuando la mujer, buscando aprobación, renuncia a lo que tiene quedecir y toma una voz prestada que, alno pertenecerle, se vuelve contra ella misma. La tentación, por momentos inconsciente,de responder a las expectativas y exigencias del medio, de la crítica y deinterlocutores que funcionan como marco de referencia intelectual, sonesfuerzos que se realizan por salir de una situación de inferioridad, pero aveces no hacen más que estancar el proceso creativo” (1985: 913-914. Mi subrayado). [4] Una buena muestra de ello, son lostestimonios reunidos por Sylvia Molloy y Mariano Siskind en Poéticas de la distancia (2006). [5] Lo relatado por Marcelo Cohen en el librocitado en la nota anterior se acerca, en mi opinión, a la experienciacomún del exilio lingüístico en Españapor parte de escritores argentinos: “Yo era un extranjero en una lengua madreque no era mi lengua materna. Desde el punto de vista de la lengua madre, consu larga prosapia de integrismo, su centralidad imperial y teológica restituidapor el franquismo, sus esclerosis pulida por la Academia y su agonía en latecnocracia, eran los latinoamericanos los que “decían mal”; los argentinos, en especial, voseábamos y rezumábamosargentinismos, que en la industria editorial estaban malditos.” (42). [6] Pensemos en ese episodio de Respiración artificial, tansignificativo, en el que el borramiento de la voz femenina en la tradiciónliteraria argentina pasa a formar parte de la historia narrada; me refiero aaquel en que el poeta Marconi, aún cuando reconoce el extraordinario valorartístico de lo que escribe su admiradora y corresponsal, le niega ese valor yhace desistir a su autora de cualquier nuevo intento literario. Creo reconocer un doble sentido en lareferencia a esta novela y a este autor: homenaje por un lado, pero también unamanera de oponer otro álbum familiar que cuestiona y se rebela contra el linajemasculino y excluyente que Piglia diseña en su obra. |