Por Giuseppe Gatti Riccardi[1] Università degli Studi Guglielmo Marconi, Roma, Italia La afortunada contingencia que ha dado lugar a la posibilidad de un largo encuentro romano con el escritor, periodista y traductor argentino Leopoldo Brizuela (La Plata, Argentina, 1963) ha surgido a partir de un evento cultural organizado en la capital italiana por la Casa Argentina, donde se presentaba la traducción al italiano de la novela Una misma noche. Pocos días antes de la presentación romana de la novela (Premio Alfaguara en 2012), Brizuela había transcurrido unos días en Florencia para presenciar –como finalista– la ceremonia de entrega del Premio Gregor Von Rezzori cuya noche de gala se celebraba en la capital de la Toscana en junio de 2014. A su regreso a Roma, en una tarde de comienzos de verano, el día siguiente a la presentación de la traducción al italiano de Una misma noche, he tenido la oportunidad y el placer de recorrer las calles de algunos barrios romanos en compañía del escritor. A lo largo del paseo, la búsqueda de libros italianos de segunda mano se alternaba a pausas en las terrazas de los cafés de la Urbe. En las páginas que siguen se presenta la transcripción integral de la entrevista.
1. Giuseppe Gatti Riccardi – En tu narrativa aparecen con frecuencia reflexiones sobre el proceso de escritura y la sinceridad del escritor: el protagonista de Una misma noche afirma “¿Qué es el bloqueo del escritor? No la simple capacidad de escribir, sino de escribir de acuerdo con su verdad más profunda: conectando su imaginación con el centro oscuro de la personalidad que exige salir a flote en forma de relato”. ¿Crees, hoy, que en tu literatura has sido coherente con “tu verdad”? Leopoldo Brizuela – No sé. Puedo decirte que cuando apareció Una misma noche, lo puse en el estante junto a mis otros libros y sentí (fue una sensación, no una hipótesis ni una teoría, ni siquiera una idea sobre mi trabajo) que tenían “el mismo color”, que eran como planetas de una misma galaxia, más allá de las diferencias de estilo, de los muchos personajes dotados todos de tantas voces. Y me dije ¡qué bien! Para bien o para mal, fueran buenos o malos mis libros, me mostraban que yo había sido fiel al deseo de poner el mundo algo que tenía dentro de mí sin conocerlo demasiado. Y ese “algo”había sido capaz de sobrevivir, a lo largo de las décadas, a los cambios y a las dudas, a las tentaciones, a las presiones, en fin, a todas las dificultades que enfrenta cualquier narrador. Soy muy sensible a las críticas, por eso casi no las leo; pero aún así, siento que las opiniones de los demás me afectan poco a partir de esta sensación de coherencia.2. GGR – Uno de los personajes secundarios al comienzo de Una misma noche afirma “De la presidenta para abajo, empezando por ella [...] todos son ladrones. Todos. [...] Así que solo nos queda defendernos entre nosotros”. La cita, y la novela entera, parecen estar transmitiendo la idea de una sociedad en la cual se impone la lucha de todos contra todos, según el esquema del Homo homini lupus de Hobbes. ¿Era éste tu objetivo? LB – El hombre que dice esta frase es un personaje con el que no estoy de acuerdo. Es más: yo, autor, en la vida real, soy lo opuesto de ese personaje. Pero, antes que nada, tengo que decirte que no tengo “objetivos” tan abstractos cuando escribo. Probablemente el lector pueda tener la impresión de que la gente que pinto en la novela es enemiga de sí misma, y por lo tanto de los demás… Pero no, no creo que se pueda vislumbrar la idea central de Hobbes. Y ésto pese a que no tengo una idea muy simpática del ser humano, ni muy esperanzada sobre el funcionamiento de la sociedad. 3. GGR – Una misma noche se presenta no solo como el cuaderno de notas de un detective sino también como el pretexto para un proceso de rememoración que devuelve al protagonista a los años de su adolescencia; parecería que hubieras querido subrayar una inquietante continuidad histórica mediante la observación de que en los asaltos nocturnos que caracterizan la vida urbana en 2010 se usan los mismos métodos utilizados en los años de la dictadura. LB – Sí, creo que es así; y no solo en relación con los asaltos nocturnos sino sobre con las modalidades. Porque esas modalidades de los asaltos, que son prácticamente las mismas de los asaltos de la dictadura, me iluminó sobre tantas otras conductas que se repiten en nuestra sociedad desde aquellos tiempos terribles: en la manera que tiene la gente de caminar por la calles, de hablar, y sobre todo, de callarse. O en la carencia de elementos que uno perdió y después se olvidó que había perdido alguna vez. Y el asunto consistía en recordar, en buscar en la memoria el lugar exacto de la pérdida, del despojo; con la esperanza de poder deshacer esa especie de maldición que te obliga a repetir eternamente las mismas conductas aberrantes. 4. GGR – Cuando en marzo de 2012 el Jurado del Premio Alfaguara te concedió el galardón, hizo explícita referencia a la “corresponsabilidad en la violencia y en la injusticia”: ¿te parece que se trata de un rasgo más bien típico de las sociedades que han pasado por la experiencia de la represión y la violencia arbitraria? ¿o crees que se trata de una “corresponsabilidad” innata en el ser humano? LB –Yo estoy en contra de la asignación de temas. Me irrita un poco ese hábito de suponer que los fenómenos que presenta Una misma noche son típicamente latinoamericanos. No hay sociedad que no haya pasado por la experiencia de la represión y la violencia arbitraria y su memoria es universal. Hoy me decían que los italianos recuerdan los años del fascismo mucho más que lo que se cree: saben muy bien sobre que temas se puede hablar y sobre qué temas es preferible callarse. No sé mucho de Italia, pero me resulta verosímil. Una misma noche fue lanzada en España, y creo que ese prejuicio pesó mucho que dijeran que la mía era una “novela de la dictadura”. Pero si la novela puede llegar a un lector europeo es porque lo que se cuenta podría haber pasado en la España de la Guerra Civil o en la Francia de la ocupación alemana. 5. GGR – Entonces, se podría afirmar que los malvados que pueblan tus relatos no son verdaderos monstruos. LB - En la recepción de esta novela, en todos los países, se ha repetido mucho la palabra “monstruo calificando al padre del protagonista. No estoy de acuerdo; salvo que se use la palabra “monstruo” en esa acepción que evoca en sus primeras páginas El rey de los Alisos, de Michel Tournier: aquello que debe ser mostrado, para que los demás lo reconozcan en sí. Creo que llamar monstruo al padre del protagonista es la manera de asignar a otro las cosas que uno no se atreve a ver en sí mismo. La idea que subyace a Una misma noche es cualquiera podría pasar por situaciones parecidas y hacer algo como lo que hacen sus personajes. Por lo demás, hice un esfuerzo para que el lector pudiera sentir empatía con los personajes de esa novela. Y para que esa misma empatía, debo confesar, le resultara perturbadora. De ahí que el protagonista sea tan deliberadamente parecido a mí. Yo quería que la gente pensara: si eso le pasó a LB, que es una persona corriente, como yo, también podría haberme pasado a mí. Y en ese caso ¿cómo habría actuado yo? ¿De un modo muy diferente? 6. GGR - En las cientos de pequeñas historias que componen el gran relato de La locura de Onelli, ¿se podría afirmar que has querido construir una narración basada en la descripción de una suerte de infrahistoria, de relatos que se desarrollan en los márgenes de la Historia?LB – Creo que no sólo La locura de Onelli es exactamente eso, sino también quizás, el resto de mis relatos. Sólo que no me propuse que fuera así. Simplemente, creo, por mi historia por la familia que tuve, por los lugares en que crecí, tengo una intuición inmediata de ciertos personajes que no aparecen mencionados nunca, salvo como genérico, en los libros de historia, y esa intuición dispara la creación de historias. A su vez, en mi medio, yo siempre fui –o al menos me hicieron sentir, o me sentí. la anomalía. Todo eso forjó mi mirada sobre el mundo, la que aflora en las ficciones que escribo y en los personajes que las protagonizan. Es curioso: pero las críticas que más te influyen no son –como supone mucha gente- las que emiten juicios de valor (esas te alegran o entristecen apenas un rato), sino aquellas que te revelan algo de vos que nunca habías visto. Y una vez, en España, cuando se publicó Inglaterra, Una fabula, un periodista me dijo que yo había querido escribir una novela de Conrad o de Melville –esos autores que tanto me gustaban–, pero protagonizada por personajes que nunca hubieran subido a los barcos de esos maestros. 7. GGR - Mediante el pretexto del cortejo fúnebre que lleva a Onelli a acompañar el cadáver de una princesa india a través de la Patagonia, ¿podría afirmarse que has efectuado una operación de búsqueda de claves que ahondan en el pasado para hablar de cuestiones irresueltas que afectan la realidad social de la Patagonia actual? LB – Tampoco busco, al menos conscientemente, historias que pueda convertir en novelas o cuentos. Se me aparecen de golpe esas historias, y a veces son poco más que una imagen suelta que se clavan en mi memoria como una semilla que empieza poco a germinar. Una alumna mía, una señora muy mayor, hacia el año 2000 me contó la siguiente anécdota. En los años treinta (conocida por los historiadores como “la década infame”: dictaduras, gobiernos fraudulentos), en La Plata, en casa juez se murió una criada india que había servido a su familia durante casi ochenta años. La enterraron, y de inmediato sus enemigos políticos denunciaron que el juez había hecho algo prohibido: porque no se puede enterrar a una persona que no tiene “papeles” –y en efecto, nunca, en tantos años, a nadie se le había ocurrido documentar la existencia de esta india. Asi se despertaron sospechas sobre la muerte de la india, sobre la decisión de enterrarla transgrediendo la ley, lo que fue un golpe muy duro para toda para toda la familia: porque según me decía esta alumna, y yo le creía, la querían mucho a esta criada. Imagínate. En esa época había muy pocos jueces: en toda la provincia de Buenos Aires –casi tan grande como España, si no más-había un solo juez en lo criminal: una suerte de semi-dios. Y en medio poder, de esa familia prestigiosísima, una mujer había podido permanecer indocumentada durante toda su vida. En fin: yo creo que cuando una imagen como ésta “te elige” para quedarse en vos, y para que la cuentes, es porque ha reconocido en tu alma una zona que se le parece y que, por alguna razón, parece capaz de liberarla. Me acuerdo de esa frase de Natalia Ginzburg: Ma ognuno di noi e sbandito e ballordo en una zona di sè; ed allora in questa zona ognuno di noi può trasferirse per capirti. 8. GGR – ¿Tenemos que leer peregrinaje de Onelli como una versión contemporánea, o lectura à rebours, de la “campaña del desierto”? ¿O la verdadera barbarie se encuentra más en la ciudad de la que proviene y el peligro reside en los excesos de racionalidad? LB - Lo que planteás tiene que ver con algo que me fascina de la ciudad en que nací, crecí y aún vivo. De su gestación, su estructura y hasta del plano, que también aparece dibujado, en parte, en Una misma noche. La Plata es una ciudad pensada hasta en sus últimos detalles sobre un tablero, antes de ser construida; tenía que ser la capital de la provincia más rica del país, a tal punto rica, quien se encargó de proyectar La Plata prácticamente no tuvo límites a su imaginación. La Plata fue pensada como la ciudad ideal de acuerdo con las ideas de la época: la segunda mitad del siglo XIX, el positivismo, el higienismo, etc. En fin, sobre la base de una racionalidad absoluta: la planta de la ciudad es un cuadrado perfecto, con calles paralelas que enmarcan manzanas perfectamente cuadradas; cada seis metros hay un árbol, cada seis calles una plaza, etc. Y hasta en el zoológico donde vive Onelli, de donde digamos se escapa, hay una voluntad de mostrar la naturaleza “ficción de naturaleza”, como una escenografía de la naturaleza. Bueno, me fascinaba ver como esa ciudad que debió ser el paraíso de la razón se cuelan, cincuenta años después –la época de Onelli-la locura; y cien años después –la época de Una misma noche- la “fábrica de la muerte”. En fin: es esa idea tan interesante de que la razón engendra monstruos. 9. GGR – En la novela Inglaterra, relato ganador de la edición 1999 del Premio Clarín, la historia se construye alrededor de personajes que son verdaderos anti-héroes: aparecen indios de la Tierra del Fuego, homosexuales, ancianos sin energías, actores ignorados por el público. ¿Es una épica al revés la que querías plantear?LB – Yo disfruté muchísimo escribir esa novela. Creo que esa felicidad se siente, y muchas veces se transmite al lector. Lo curioso es que sólo la entendí hace muy poco, releyendo ese artículo de Susan Sontag, Notas sobre lo camp. Me divierte enormemente ciertas formas del kitsch, disfruto con una mezcla de horror, ternura, admiración, envidia y por sobre todo, una bastante inexplicable sensación de alivio. Seguramente es una marca de época: debo mucho a ciertas obras de este género, como las primeras películas de Almodóvar, Ed Wood de Tim Burton, y por supuesto, The Simpsons, cuya rapidez y profusión de anécdotas quise copiar deliberadamente. Muy bien. Aunque nadie lo observó (y yo me cuidé muy bien de decirlo hasta ahora) Inglaterra. Una fábula es como una caricatura, hecha con gran afecto, de ciertos grupos de izquierda y ciertas ONGs humanitarias: más precisamente, de la manera de concebirse y relacionarse que tienen sus integrantes. Más específicamente: de ciertos grupos de izquierda durante la década de 1990, que es cuando fue escrita la novela: la del triunfo del neoliberalismo, post caída del muro. Ese barco solo que se fuga del centro del mundo para encontrar un margen donde todavía pueda pensarse una utopía… es una metáfora bastante clara de ciertas organizaciones con que colaboré. Y desde las primeras frases, creo yo, Inglaterra un tono de parodia del relato épico revolucionario latinoamericano: y eso que para los personajes de mi novela significa la figura de Shakespeare, bien puede haberlo representarla Marx o Lenin o el Che para otros grupos. Volviendo a Sontag, el kitch de izquierda, que también existe, y en que en buena medida me crié, me horroriza, enternece y divierte a la vez. En Una misma noche, aunque ya sin humor, ese kitsch reaparece encarnado en los tíos del protagonista: son aquellos a los que, parafraseando a Abraham Moles, los emociona la lágrima en el retrato del niño pobre, pero más los emociona su propia emoción ante la lágrima en los ojos del niño pobre. Son gente más preocupada por sentirse buena que por hacer, efectivamente el bien. 10. GGR – La trama de Inglaterra se construye en torno de continuas alusiones a La tempestad de Shakespeare; en Una misma noche el protagonista le regala a su amigo Miki la novela El último encuentro, de Sandor Márai: sobre la base de la presencia repetida de referencias a autores del Viejo Continente, cabría preguntarte qué impacto ha tenido en tu formación la lectura de la gran literatura europea. LB – En Inglaterra hay una elección y un uso deliberado de la obra de Shakespeare, precisamente, como emblema de la literatura europea. Quería enfocar, en clave humorística y kitsch, como te decía, el tema que más nos interesa de nuestra relación con Europa, el imperialismo, la mentalidad colonialista. ¿Por qué Shakespeare? Porque me interesaba esa leyenda o creencia más o menos generalizada de que su obra es un compendio de todas las posibilidades humanas, un resumen del mundo en que todos podemos hallar nuestro arquetipo (quizá sólo Proust tiene una fama parecida.) Me interesaba señalar que ninguna obra, ninguna lengua, ninguna palabra puede decirlo todo; y que reconocer esa incapacidad, paradójicamente, es la clave de la creación, de la perduración de lo más noblemente humano. ¿Por qué La tempestad? Porque alguna vez leí o imaginé que el personaje de Calibán era el único de su vasta galería que se inspiraba en los pueblos originarios de América: en clave cómica, como te decía más arriba, quería imaginar lo que un aborigen americano habría sentido si viera cómo Shakespeare los concibió. Pero yendo específicamente a tu pregunta, me cuesta pensar en algo tan vasto como la literatura europea. Te diría que, en algún momento, comprendí que muchos de los autores que más amé y me influyeron eran europeos “desplazados”, testigos de ese fenómeno del colonialismo, de las rémoras del imperialismo: la Doris Lessing de la entonces Rhodesia; la Jean Rhys caribeña, exiliada en Europa. Algunos de ellos hasta eligieron otro idioma: Joseph Conrad, polaco en el Congo Belga o en las“avanzadas del progreso” de los Mares del Sur, e Isak Dinesen, en Kenya. Por supuesto, hay autores que no pertenecen a esta categoría, como Natalia Ginzburg, por ejemplo, con quien tengo un lazo único de identificación y admiración… Pero quiero aprovechar para hacerte una última observación sobre la idea corriente de “canon”; al hacerte esta lista, noto que sólo muy forzadamente podría identificársela con el “canon” de la literatura europea… Y me preguntaría cuántas veces el famoso “canon” aceptado por la academia, la crítica, el mercado, coincide con esa especie de santoral privado que guía a cada escritor. Por supuesto, uno puede convenir que no se puede ir más allá de Cervantes, de Shakespeare, de Dante, pero ¿cuántos escritores los señalarían, en verdad, como sus verdaderas influencias? Cada literatura es el entretejido de obras muy distintas, muchas de ellas secretas; y en esa inesperada mezcla de tradiciones y voces reside su aporte a la tradición, a la “pequeña voz del mundo”, como Diana Bellessi llama a la poesía.
Roma, 21 de junio de 2014
[1] Giuseppe Gatti Riccardi. “Doctor Europeus” cum laude en Literatura española e hispanoamericana por la Universidad de Salamanca, España. Premio Extraordinario de Doctorado por la misma Universidad otorgado a la tesis doctoral presentada y defendida en el Ateneo durante el año académico 2010-2011. Miembro de AISI, Associazione Italiana di Studi Iberoamericani, después de haberse desempeñado como profesor a contrato en el curso de Mediazione linguistica e interculturale en el Dipartimento di Studi europei, americani e interculturali de la Universidad La Sapienza, Roma (Facoltà di Filosofia, Lettere, Scienze Umanistiche e Studi Orientali) y como docente de literatura española en el Dipartimento di Studi Umanistici e Sociali – DISTU (Corso di laurea in Lingue e Culture Moderne, Universidad La Tuscia, Viterbo), es actualmente profesor a contrato de literatura española en la Universidad degli Studi Guglielmo Marconi, en Roma. Es co-editor de CUADERNOS DEL HIPOGRIFO - Revista digital semestral de Literatura Hispanoamericana y Comparada; es también miembro del Comité del Consejo Editorial de las revistas: CATEDRAL TOMADA (Revista de critica literaria latinoamericana -Departamento de Hispanic Languagues & Literatures de la Universidad de Pittsburgh, EE.UU.) y CUADERNOS DE LITERATURA (revista del Departamento de Literatura de la Pontificia Universidad Javeriana, Bogotá, Colombia). Ha publicado los siguientes volúmenes monográficos: Sociedad, escritura, memoria: idiosincrasias uruguayas en la narrativa contemporánea. Seis ensayos sobre el espacio cultural “oriental, París, BoD Éditeur, (primera edición de 2011: Madrid, Bubok Publishing S.L.,), y Aprehensión subjetiva de la urbe. La representación de Montevideo en las letras orientales: Hugo Burel y sus precursores, Cittá di Castello, Nuova Prhomos Editori. Ha curado con el profesor Stefano Tedeschi y la doctora Alessia Melis la edición del volumen Itinerari nelle citta' plurali. Scritture ispanoamericane nello spazio urbano (en fase de publicación en Nuova Prhomos Editori) y está a punto de publicar el volumen El deleite del ocaso. Memorias, extravíos y redenciones en la narrativa de Jorge Edwards, por la Edizioni Solfanelli, Chieti. Ha sido profesor invitado en Universidad de Sofia - San Clemente de Ojrid, Bulgaria, Cátedra de Lengua y literaturas españolas e hispanoamericanas y en la Universidad Eötvos Loránd de Budapest, Hungría. Contacto: giuseppe_gatti@hotmail.com. |
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