Eduardo Langagne
Ciudad de México, 1952. Es relevante su intensa labor como editor de libros y revistas,
gestor de coediciones y promotor cultural. Con Donde habita el Cangrejo , en 1980 fue el primer
poeta mexicano en obtener el Premio Casa de las Américas. En 1990 Obtuvo el
Premio de Poesía Gilberto Owen y en 1994 su libro Cantos para una exposición lo hizo merecedor al
Premio de Poesía Aguascalientes.
Sus libros de poesía más recientes son: El álbum blanco, Décima Ocasión y Decíamos ayer…, una selección
de su obra publicada entre 1980 y 2000, en edición de CONACULTA.
En 2006 apareció su traducción a los 35 Sonnets, de Fernando Pessoa. Es director de
la Fundación para las Letras Mexicanas.
DEFINICIONES
Ella está hecha a semejanza de las cosas que amo.
Se parece a la noche,
o mejor: a una noche sin ausencias.
Ella es exacta. Cuando la noche escurre, su cuerpo se humedece.
Me permite trepar por mis temblores
y agitar su nombre desde la oscuridad.
Ella es irrepetible.
Nació en las piedras donde empieza mi desorden.
LA TERNURA
Suelo creer que la ternura
no es un pájaro propenso a la pedrada
ni un pájaro en la jaula
ni un pájaro cualquiera es la ternura
suelo creer que la ternura sirve
para hacer vivir a la memoria
y hacerla que camine
hasta la hija que no está conmigo
y tal vez ahora duerme
y hacer que la memoria llegue a ella
y cante para hacerla volar
porque estoy por convencerme
que la ternura existe
y no es un pájaro
no es
POEMA ESCRITO EN ENERO
Es un lugar común establecer comparaciones
entre un pájaro y el corazón de ella.
Corazón es agudísima palabra.
Pájaro lleva acento en cada pluma.
Su corazón no tiene alas,
pero es verdad que vuela y sabe cómo los nidos se construyen.
Digo entonces que ella tiene un corazón, no que un pájaro habita ese lugar;
digo que hay alas que hacen volar su corazón
y que un pájaro late ahí en su pecho.
Es difícil comparar un pájaro con su corazón: pero son la misma cosa.
CANTO POR EL HOMBRE QUE BEBÍA MÚSICA
Ebrio viene el hombre nuestro.
En sus piernas arrastra el secreto de Dios.
Tropieza con el aire como un pájaro ciego.
Las palabras de su lento alcohol
las entienden los niños y los árboles.
Agoniza entre muros de la ciudad ajena
bajo el cielo plomizo de un amor extraviado.
No tiene más dolores que su solo alcohol,
en sus brazos la fuerza de una bestia herida.
Su pecho se agota finalmente
y su puño se crispa como un nido apedreado
donde agoniza el trino de un gorrión de viento.
EL CASTILLO
Y a mi vecina no le cabe en la cabeza
que a esta edad
me dé por ver castillos en el viento
Jaime López
Este castillo tiene puertas abiertas en el aire,
una enorme sala con obras que pertenecen a mi memoria:
la Gioconda cómplice me sonríe sin que la vean,
el perro de Goya no quiere dejar mi voluntad sin su custodia,
los girasoles de van Gogh acicalan la esquina que mejor les conviene;
un hombre sube y baja interminablemente en el cuadro de Escher
y conversa conmigo sobre lo eterno y lo finito.
No les cabe en la cabeza que yo habite
este recinto suspendido en el aire
entre nubes de figuras fácilmente identificables,
escenografía para un cuento de dragones.
Me dirán que no es sitio para mí,
un hombre con diez lustros blancos en el pelo
no debe insistir en habitar la fortaleza,
los torreones son altos pero el castillo flota en el espacio abierto,
el aire al interior es respirable,
cómodas habitaciones,
instrumentos musicales en la pared colgados:
una jarana de cedro ahuecado a corazón y empeño,
cuerdas que irrumpen en madrugadas de vino y de canciones;
el jardín posterior es elevado, es todo el cielo.
Desde mi lecho se observa un horizonte de estrellas:
conducen a todas partes.
Yo había visto este castillo,
lo había imaginado encima de mi nuca
cuando paseaba con las manos en los bolsillos
por una calle de mi ciudad un día de fiesta personal donde no había nadie.
Ustedes pensarán que sólo imaginaba este castillo que ahora habito,
estoy adentro.
Ya los espero, vengan a celebrar canciones, a participar del vino.
UN POEMA PARA EFRAÍN HUERTA
Irresponsablemente
felices, Efraín, fuimos nosotros.
Solíamos al sol salir desnudos,
irrumpir en la tarde y enredarnos en ella,
romper tu intimidad.
Cuando lean estos versos los muchachos,
recordarán momentos:
Un cocodrilo que dormía en la orilla
junto a un árbol austero,
con las fauces abiertas, mantenía una parvada
en alborozo intenso.
Un pájaro comía de sus dientes,
otro más picoteaba en su piel de corteza.
Algunos intentaban ejercer, indecisos,
sus trinos confundidos.
Irresponsablemente
felices, Efraín, fuimos nosotros.
PERSONA, PERSONAE
Disculpe usted Fernando, su Persona de múltiples poetas,
Simulación, amaño, sin duda es fingimiento literario.
Usted pensaba, creo, que al tener en la sombra la poesía
Que hicieron acuciosos heterónimos, podría aclararse entonces
Muchos rasgos de sí, de su lirismo congénito, locura
Heredada, por cierto, de la abuela paterna y encubierta.
Bendito sea el que tiene la locura a flor de piel, herencia
De una abuela sencilla, tejedora, cantora de voz blanca,
Siempre afinada y dulce, de ojos maravillados en azules.
Secreto sottovoce de la casa, de la familia lúcida.
En fin, Fernando Esquivo, hombre sin rostro que decían los críticos,
Confesado y agudo indagador de signos y apariencias,
Degustador de moscatel y oporto, ridículo, frenético:
Su rostro inexistente, disculpe usted, Fernálvaro, Alricardo,
Se convierte en la mueca que se burla de este mundo aparente
Igual que un niño retraído a bordo de un barco imaginario.
Por la ciudad anónima y silente, ven pasar las personas
A un poeta que lleva cuatro sombras con él cuando camina
Dirigida una a una, al Occidente, al Norte, al Sur, al Este;
Los circunspectos puntos cardinales... Un sombrero y su sombra.
RAMÓN LÓPEZ VELARDE
Una gitana sabe que el futuro
tiene una asfixia agónica en tu mano
y danzando te irás, siguiendo un piano,
hacia el melódico horizonte oscuro.
Con el gélido aliento de la calle
sehiela tu esqueleto atribulado;
a la mujer de negro has contemplado
en la letal atmósfera del valle.
Un lacónico caballo de ajedrez
a la grupa te lleva hasta Jerez.
El diplomático ataúd aguarda
a tu escuálido ángel de la guarda.
Y en una tumba atroz del cementerio
ejecutas tu danza y tu adulterio.
MUERTE DE RILKE
¿Dónde leí que Rainer María Rilke murió
por la infección que le produjo pincharse la mano
con la espina de una rosa?
La rosa no viene a mi poema,
viene la espina de la rosa.
Pero no llega hasta el papel la espina,
se clava en la palma de la mano
deRainer María Rilke.
De ahí brota una gota de sangre
y se escurre a mi poema
una mínima rosa.