Javier Acosta
Estancia de Ánimas, Zacatecas, 1967. Es profesor de la
licenciatura en Letras y de la maestría en Filosofía e Historia de las Ideas en
la Universidad Autónoma de Zacatecas. Coordina el Taller de Poesía del
Instituto Zacatecano de Cultura. Doctor en Filosofía por la Universidad
Complutense de Madrid. Su poemario Libro del zepelín, el bigben y un pescado
recibió el Premio Nacional de Poesía Luis G. Ledesma 2001. Premio nacional
de poesía Ramón López Velarde en 2006 con el poemario Regla de tres. Recibió
el Premio nacional de Poesía Aguascalientes en 2010.
Es autor de: Melodía de la i, 2001. Regla
de tres., 2007. Cuadernillo del viento, 2007. Largo viaje al
presente, 2008. Schopenhauer, Nietzsche, Borges y el eterno retorno,
2008. Life Happens/ La vida pasa. Cinco poetas norteamericanos, 2010 y Libro
del abandono, 2010.
Q. B. S. P.
Aparecen en
sueños
son manzanas de azúcar o zapatos fríos
y dejan que las niñas duerman por cien años.
Sólo ellas
acicalan
al caballero de la mano en los pechos. Las brujas
saben que viaja
por las noches
en aeroplanos de papel de china,
pero le guardan el secreto.
Dentro de su
cabeza el mundo
gira al derecho y al revés,
la Vía Láctea se
arrulla con las antiguas
tablas de multiplicar que las brujas entonan.
Ponen sus
huellas dactilares en la luna
y nutren a sus hijos con puré de peyote.
Las brujas saben
el nombre de pila
de los ángeles,
les curan
constipados con saliva
y el insomnio con besos en la boca.
Por las noches
dibujan con el lápiz labial
las líneas de la mano en los recién nacidos.
Las brujas
aparecen en sueños del casado
como boticarias o primeras novias,
los enferman de
insomnio durante la cuaresma,
los ponen a dormir en oficinas.
Te desconcentran
en el dominó,
te regalan verrugas si les simpatizas.
Las brujas
quieren que te vuelvas loco.
A veces te perdonan y te vuelven loco,
a veces te castigan y te vuelven loco.
Si te visitan di
que besa
sus pies el caballero de la mano en los pechos,
que me disculpen si se puede,
pues una vez las alejé con oraciones.
TOM WAITS HA ESTADO BEBIENDO
The
piano has been drinking, not me.
T.W.
A poca gente
agradan sus canciones,
ni siquiera al mesero, ni a las minifaldas,
si acaso a mí,
cuando Tom Waits se embriaga como un piano
y me caigo al
escote de mujeres que fuman.
Cuando mi amor huye a Los Ángeles,
cuando degüella el pavo de año nuevo
y las estrellas
se depilan los muslos con neblina.
Los perros y las perras
aúllan
para que el frío no muera de catarro.
Pero
mis pantalones se orinaron, el vómito se ahoga en el retrete.
En el congelador está mi oído izquierdo, el derecho confiesa
que tampoco le
gustan las canciones.
El piano de Tom Waits sigue borracho.
Yo envío por
correo mi cuello a California
y alguien escribe el remitente con saliva.
Mi boca está en
el suelo.
A la navaja de afeitar le crece óxido en la ingle.
El agua tibia se fugó a Malpaso.
El refrigerador fuma de nuevo,
el frío tiene
enfisema, el pubis rubio las estrellas.
Tararea la neblina
que alguien tiene axilas de tomillo
que Horacio ha estado bebiendo.
No he sido yo.
Tom Waits. No yo.
Not me. Not me.
AYER ME CONVERTÍ EN UNA DOCENA DE CHÍCHAROS
Ni siquiera mi madre
podía distinguir uno de otro.
Ni la dulce señora de la Soledad
sabe lo que significan.
Yo los miraba todos
desde doce lugares diferentes.
Ahora duermen,
arrullados por mis ronquidos.
No todo es triste en este mundo,
ni falso,
ni innumerable,
ni podrido.
LARGO VIAJE AL AHORA
tus basureros
tus tiendas de empeños
tus niños pateados
tus pelotas de plástico
los girasoles de tres semanas
tus pájaros extintos
tus infinitos vientos
tus pájaros futuros
el número voluble de tus lágrimas
tus dioses secretos
tu lotería incesante
tus detenidos tiempos
tus días nublados
tu océano de sueños
tus tipos de letra
tus niños mimados
tus pájaros en el alambre
tus adoradores
tus detractores
los bigotes de todos tus adoradores
las axilas de todos tus detractores
tus mundos perfectos
tus mundos perdidos —este mundo—
los calamares gigantes
el pulpo a la gallega
los orines del gato
la canela
los pies de página
las cerveceras
mi dolor incurable de oídos
todas las cosas que me avergüenza enumerar
los hombres y mujeres que ahora escriben
los hombres y mujeres que ahora gimen
los hombres y mujeres que ahora nacen
y mueren y se humillan y roncan y defecan
y mienten y perdonan y traicionan y huyen
y persiguen y son arrodillados y pierden
la memoria y se van para siempre y son incinerados
y descubren el sabor del agua y se quedan ciegos
y se encuentran dinero
y estafan y son estafados y se vuelven amigos y enemigos
mis esmerados y justos enemigos
el ladrón que me habría de matar
la fiebre amarilla
la locura de mi abuelo al que robaron unos burros
los ahorcados y los ahorcadores
el día indiferente de mi muerte
mi sometimiento a los fantasmas
el tedio y el horror
la longitud de la tierra
la idolatría
la ambición desmedida
la templanza
el vértice agudo del huevo
la mierda y la palabra mierda
la flor y la palabra flor
la belleza y la palabra belleza
el cero y el número «0» y la palabra cero
la palabra y la palabra palabra
todos los orificios y las definiciones de orificios
de no estar a tu servicio.
Me ordenaste no pensar en ti,
buscar otros amantes.
Ahora soy doblemente infeliz,
pues te desobedezco.
NOSOTROS, LOS POETAS DE LA DINASTÍA TANG
Con dobleces hicimos portentosos navíos de papel,
levantamos la división y el censo entre las cosas vivas
y las cosas muertas. Sin liras y sin musas y sin ángel terrible,
brindamos por nuestra soledad bajo la luna.
Antes de ir a dormir bebíamos cincuenta y un copas de vino.
Fuimos camino del exilio, luego de haber administrado mal,
pero de veras mal, los torcidos negocios del emperador.
Memorizamos los nombres de las constelaciones,
adelgazamos de poesía y por ella también sufrimos de gordura.
Nosotros, los poetas de la dinastía Tang, a veces nos casamos.
Nuestro severo cónyuge nos pone a pasar el trapo
y a limpiar el arroz, y cuando sube el tono de sus justos reproches
huimos presurosos del domicilio conyugal, con el sano propósito
de pasear al perro —o llenar la tetera con agua vespertina
del río de la Placidez sin Pausa, a su orilla doblamos
barquitos de papel y aprovechamos la ocasión de escribir un poema,
nosotros, inmortales poetas de la dinastía Tang.