Álvaro Solís (México, 1974)
Fue becario de la primera
generación de la Fundación para las letras mexicanas y del Fondo Nacional para
la Cultura y las Artes. Autor de Cantalao
(Premio Clemencia Isaura de poesía), Los
días y sus designios (Premio nacional de poesía joven Gutiérre de Cetina), Ríos de la noche oscura (Premio Nacional
de poesía Amado Nervo). Es profesor titular de la materia de Poesía
Iberoamericana en la Universidad Iberoamericana, campus Puebla, ciudad donde
actualmente reside. En el 2013 obtiene en España el Premio Alhambra de Poesía
Americana. Forma parte del consejo editorial de www.circulodepoesia.com
EL
AGUA Y LOS SUEÑOS
"… Luego todas esas aguas calmas son de
leche
y todo lo que se derrama en las blandas soledades de la mañana."
Saint-John Perse
Siempre quiso ser un pez.
Caían rayos y nadaba sin parar, se negaba al
cansancio,
buscaba el rostro de mi abuela en las aguas del
río que le vio nacer,
nadaba por horas y extrañas aletas se le
emparejaban,
lo miraban como si fuera un pez
y mi padre dormía bajo el río, pero despertaba
antes de ahogarse,
soñaba que un inmenso cuerpo de agua lo tomaba
por el cuello,
lo sacudía una y otra vez,
entonces despertaba y seguía nadando contra la
corriente,
siempre contra el río a quien nunca pudo vencer.
Mi padre, solo por el mundo de las idolatrías,
esperaba la vuelta de mi abuelo que se embarcaba
en el Carmen
y se dormía al esperar,
soñaba que un inmenso cuerpo de agua,
que lo sacudía por el cuello,
lo injuriaba.
Y mi padre se despertaba entonces,
subía al mástil de los barcos,
se lanzaba al río
queriendo ser un pez que sabía volar,
nadaba por horas contra la corriente
hasta el cansancio, hasta el sueño
donde un inmenso cuerpo de agua lo sacudía por
el cuello
y le cantaba las canciones que mi abuela no
pudo.
Mi padre pasaba horas enteras sentado en las
bancas del parque
creyendo que Dios era una mierda,
se quedaba dormido y sudaba las aguas del aire,
soñaba que un inmenso cuerpo de agua lo abrazaba
de pronto
con cariño maternal,
y se reconocía en el sueño, sin querer
despertarse
recordaba los bailes alrededor de mi abuela
y nadando de frío por las calles silenciosas de
la ciudad,
se emparejaba a furibundas aletas describiendo
diminutas eses en el agua.
Mi padre encontró la felicidad en el nado,
en la imagen femenina del agua, diría por esos
mismos años Gaston Bachelard,
quien trabajaba en lo mismo,
quien soñaba con inmensos cuerpos de agua que lo
tomaban
por el cuello queriéndolo injuriar,
y muy temprano con el canto de las aves, mi
padre y Gaston
salían a las rutas que el servicio postal les
asignaba,
repartían las cartas mientras ambos pensaban en
el agua,
en los sueños femeninos, en la imagen ausente de
la madre
y nadaban,
uno por el agua de los sueños,
mi padre contra el agua lunar.
(De Los
días y sus designios)
STYX
Largo, lo que se dice hondo,
es el cauce de los ríos que no llegan al mar
y llevan en sus aguas a todos nuestros muertos.
Hondo, lo que se dice largo,
es el río que no abandona su cuenca.
Largo y hondo, lo que se dice ancho,
es el río que lleva a la amargura,
invisible por debajo de las calles
en el dolor de la madre que ha perdido a su hijo,
en el dolor del hijo que nunca conocerá a su madre.
Largo, hondo, lo que se dice invisible,
recorriendo el tiempo de la vida cotidiana,
la luz de los semáforos,
y en las llantas desgastadas de la ira,
río, invisible río,
que de tan hondo, que de tan largo
parece no llegar y llega.
Largo, lo que se dice hondo,
hondo, lo que se dice turbio,
amargo es el río que será necesario cruzar cuando anochezca.
(De Cantalao)