Poeta puertorriqueña nacida en Costa Rica. Maestra en
Literatura por la Universidad de Puerto Rico, cursa el doctorado en Centro de
Estudios de Puerto Rico y el Caribe. Ha publicado sus trabajos en El Nuevo Día,
El Sótano 00931, Desde el límite, El límite volcado, La Jornada Semanal y
Letras salvajes. Su trabajo aparece en la antología Open Mic/Micrófono Abierto:
Nuevas literaturas puerto/neorriqueñas (Hostos Review, 2005). Su poemario Efectos secundarios (Terranova Editores,
2004) fue ganador del Premio Nacional de poesía otorgado por el pen Club de
Puerto Rico. La mayor parte de su obra permanece inédita, Mala luz es uno de esos libros.
CANCIÓN DEL AHOGADO
Bajo el mar la telaraña de luz se fue elevando y en el zigzag de los cardúmenes vi un árbol de espejos sueltos dispersando sus ráfagas de plata.
En los fantasmas de coral reconocí la sangre más superflua, la sangre ausente de la ausencia, la naturaleza esqueletal de todo intento y toda la nada que no es mar: toda la Nada.
La breve cópula de las estrellas me recordó una mano latiendo dentro de mi mano para siempre fugaz. Probé la tierna carne de los peces que leyeron en mi lengua su destino de Jonás para que todas mis vísceras asumieran la armadura de la escama y ya no dolía Nada.
En medio de mi oscuridad las medusas danzaron la escarcha de sus lámparas, vi la mano de Dios deslizándose secreta como un calamar gigante.
Y no quise volver.
MEMORIA ME MORÍA
Con palabras aleves memoria me moría. Memoria me acusaba, memoria me acosaba con sus dulces secretos, relámpagos y luces. Lactaba la mentira acogida a su seno.
Memoria me acostaba sobre sus faldas frías, sus faldas que giraban, giraban, que giraban, con sus muy memoriosas arandelas de tules que iban trocando cosas para adquirir más vuelo.
Memoria me hechizaba, me besaba la boca. Vivir entre sus faldas era cuanto quería; enredarme en su pelo telaraña y rocío,
buscar entre sus ruedos un poco de mí misma, este poco que ahora lentamente se agota. De mi cadáver tibio nace limpio el Olvido.
EL AMA DE CASA
Hoy limpié las ventanas, las puertas, y las escaleras que dan a la calle.
Al fin encontré un buen uso para el calzoncillo que dejaste.
(de Efectos secundarios, 2004) |