Kattia Chico



            Kattia Chico (Costa Rica, 1969) 


Poeta puertorriqueña nacida en Costa Rica. Maestra en Literatura por la Universidad de Puerto Rico, cursa el doctorado en Centro de Estudios de Puerto Rico y el Caribe. Ha publicado sus trabajos en El Nuevo Día, El Sótano 00931, Desde el límite, El límite volcado, La Jornada Semanal y Letras salvajes. Su trabajo aparece en la antología Open Mic/Micrófono Abierto: Nuevas literaturas puerto/neorriqueñas (Hostos Review, 2005). Su poemario Efectos secundarios (Terranova Editores, 2004) fue ganador del Premio Nacional de poesía otorgado por el pen Club de Puerto Rico. La mayor parte de su obra permanece inédita, Mala luz es uno de esos libros.

 

 

 CANCIÓN DEL AHOGADO

 

Bajo el mar

la telaraña de luz se fue elevando

y en el zigzag de los cardúmenes

vi un árbol de espejos sueltos

dispersando sus ráfagas de plata.

 

En los fantasmas de coral reconocí

la sangre más superflua,

la sangre ausente de la ausencia,

la naturaleza esqueletal de todo intento

y toda la nada que no es mar:

toda la Nada.

 

La breve cópula de las estrellas

me recordó una mano latiendo dentro de mi mano

para siempre fugaz.

Probé la tierna carne de los peces

que leyeron en mi lengua su destino de Jonás

para que todas mis vísceras

asumieran la armadura de la escama

y ya no dolía Nada.

 

En medio de mi oscuridad

las medusas danzaron la escarcha de sus lámparas,

vi la mano de Dios

deslizándose secreta como un calamar gigante.

 

Y no quise volver.

 

 


MEMORIA ME MORÍA

 

Con palabras aleves memoria me moría.

Memoria me acusaba, memoria me acosaba

con sus dulces secretos, relámpagos y luces.

Lactaba la mentira acogida a su seno.

 

Memoria me acostaba sobre sus faldas frías,

sus faldas que giraban, giraban, que giraban,

con sus muy memoriosas arandelas de tules

que iban trocando cosas para adquirir más vuelo.

 

Memoria me hechizaba, me besaba la boca.

Vivir entre sus faldas era cuanto quería;

enredarme en su pelo telaraña y rocío,

 

buscar entre sus ruedos un poco de mí misma,

este poco que ahora lentamente se agota.

De mi cadáver tibio nace limpio el Olvido.

 


 

EL AMA DE CASA

 

Hoy limpié las ventanas,

las puertas,

y las escaleras que dan a la calle.

 

Al fin encontré un buen uso

para el calzoncillo que dejaste.

 

                (de Efectos secundarios, 2004)