JRISTÓFOROS LIONTAKIS (1945) Poeta y traductor, nacido en la ciudad cretense de Iraklio. Desde 1973, que se inicia como poeta, ha publicado una decena de libros de poesía. Estudia Derecho en Atenas y sigue clases de Filosofía del Derecho en París. Ha traducido, entre otros, a Albert Camus, Pierre Emmanuel, Yves Bonnefoy, Francis Ponge, Paul Valéry, Paul Eluard, Jean Arthur Rimbaud, Jean Genet, Guillaume Apollinaire, R. Strauss. Poemas suyos han sido traducidos a varios idiomas (francés, alemán, español, italiano, chino y rumano) e incorporados a antologías. Recibió el Premio Estatal de Poesía en 1999, el Premio de Poesía de la Revista Diavaso en 2000 y en 2011, y el Premio Nikos Kazantzakis del Municipio de Iraklio. Fue nombrado por el Ministerio de Cultura de Francia Caballero de la Orden de las Artes y las Artes. Enlace Centro Nacional del Libro de Grecia (EKEBI) | Enlace Sociedad de Autores GriegosEL ORIGEN DEL FUMADOR
Se retuerce dentro de mí un progenitor acuchillado.
Crecí junto a él en secreto como fumador pasivo yo preguntaba dónde encontró el cuchillo y me ahogaba en el humo.
La casa olía a aceite quemado también a oscuridad el padre siempre respirando con dificultad y la madre: imaginad a una Electra sin hermano.
Una luz en ruinas vierte polvo y yo buscaba entre la paja intentaba encontrar sangre como un fumador de verdad preguntaba de nuevo dónde encontró el cuchillo.
Ellos decían: quítate del tabaco.
TRAS LA LLUVIA MATINAL Reinaba el barro y solo un poco aminoraba hacia el terreno baldío, que anegado brillaba. Espinas, salvia y rosas salvajes y piedras y tomillo. Allí mis queridas dijeron de dejarme. No habría cumplido ni los cuatro. Me verían desde el lado poblado de olivos donde las dos entregadas a la cosecha alzaban la cabeza únicamente hacia mí. Hablaban de vez en cuando y me preguntaban distintas cosas. ¡Ay! Sus dulces palabras, que no las recuerdo. Debían de ser promesas: En un rato estamos contigo. De noche cuando encendamos la chimenea. Eran juegos los hilos de la manta las semillas que me echaba al bolsillo agujereado y las florecillas ocultas que como la bondad se asomaban con cuidado y las contaba.
Aquello que se me reveló en el olor del lugar anegado tal vez lo testimonian mis gestos. |