Poeta y miembro de la Academia de Atenas. Una de las voces más conocidas de la literatura griega actual. Trabajó en el Banco Nacional de Grecia durante veinticinco años. Se casa con el poeta Athos Dimulás, cuya muerte ha influido mucho en su poesía. Ha publicado 14 poemarios. Parte de su obra ha sido traducida al francés, al inglés, al alemán, al italiano, al sueco y al español. Ha obtenido numerosos reconocimientos a su obra poética: el II Premio Estatal de Poesía en 1972, el Premio Estatal de Poesía en 1989, el Premio Kostas y Eleni Uranis de la Academia de Atenas en 1985, el Aristío de las Letras de la Academia de Atenas en 2001, el Premio Europeo de Literatura (Prix Europeen de Litterature - Rencontres Europeennes de Litterature, Estrarburgo) en 2009 y el Gran Premio Estatal de Literatura por el conjunto de su obra en 2010. Enlace Centro Nacional del Libro de Grecia (EKEBI) EL PLURAL El amor: nombre sustantivo, muy sustantivo, de número singular, de género ni femenino ni masculino, de género desamparado. Número plural los amores desamparados. El miedo: nombre sustantivo en principio número singular y después plural los miedos. Los miedos a todo de aquí en adelante El recuerdo: nombre principal de las penas, de número singular solo de número singular e indeclinable. El recuerdo, el recuerdo, el recuerdo. La noche: Nombre sustantivo, De género femenino, Número singular. Número plural Las noches. Las noches de aquí en adelante. PASÉ Ando y anochece. Decido y anochece. No, no estoy triste. Fui curiosa y aplicada. Sé de todo. Un poco de todo. Los nombres de las flores cuando se marchitan, cuándo reverdecen las palabras y cuándo tenemos frío. Cuán fácil gira el cerrojo de los sentimientos con una llave cualquiera del olvido. No, no estoy triste. Pasé días de lluvia, me llené de tensión tras esta aguada tela metálica de manera paciente e inadvertida, como el dolor de los árboles cuando pierden su última hoja y como el miedo de los valientes. No, no estoy triste. Pasé por jardines, me paré en fuentes y vi muchas estatuillas riéndose por ocultos motivos de alegría. Y a pequeños cupidos, fanfarrones. Sus tensos arcos salieron media luna en mis noches y me solacé. Vi muchos y bonitos sueños y vi que me olvidaba. No, no estoy triste. Anduve mucho por los sentimientos, los míos y los de otros, y entre ellos siempre quedaba espacio para que el ancho tiempo pasara. Pasé por oficinas de Correos y volví a pasar. Escribí cartas y volví a escribir y al Dios de las repuestas le recé sin esfuerzo. Recibí breves postales: cordial despedida desde Patras y algún saludo desde la Torre de Pisa que se inclina. No, no estoy triste por que se incline el día. Hablé mucho. A los hombres, a las farolas, a las fotografías. Y mucho a las cadenas. Aprendí a leer las manos y a perder manos. No, no estoy triste. Viajé por supuesto. Fui por aquí, fui por allá… En todos los sitios preparado para ver envejecer el mundo. Perdí por aquí, perdí por allá. Y por mi cuidado por dentro perdí también por mi descuido. Fui también al mar. Se me debía una amplitud. Digamos que la cogí. Tuve miedo a la soledad e imaginé hombres. Los vi cayéndose de la mano de una tranquila cortina de polvo que recorría un rayo de sol y a otros del sonido de una diminuta campana. Y soné en repique de ortodoxa soledad. No, no estoy triste. Cogí también fuego y me quemé lentamente. Y no me faltó ni la experiencia de las lunas. Su fase menguante sobre mares y sobre ojos oscura me aguzó. No, no estoy triste. Cuanto pude me resistí a este río si tenía mucha agua, para que no me llevara, y cuanto pude imaginé agua en los ríos secos y me dejé llevar. No, no estoy triste. En hora correcta anochece. Bibliografía en español:
Incorporada a las antologías:
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