TAKIS SINÓPULOS
(1917-1981) Poeta, narrador, crítico y traductor. Estudió medicina y se dedicó a ella. Durante la Ocupación alemana fue encarcelado por los italianos y colaboró en la Guerra Civil como médico. En la Dictadura de los Coroneles también formó parte de la Oposición. Publicó 13 libros de poesía. Su producción literaria empezó con elementos más líricos y descriptivos, con una escritura reflexiva y los influjos de Eliot, Seferis y Ezra Pound, para terminar con la misma temática en torno al deterioro y la muerte, pero con un discurso anti-poético, violento y con frecuencia irónico.
Enlace Centro Nacional del Libro de Grecia (EKEBI)
ELPÉNOR Elpénor, cómo has venido… Homero Paisaje de muerte. La mar petrificada los negros cipreses la orilla baja asolada por la sal y la luz las rocas huecas el sol arriba implacable y ni fluir de agua ni pluma de pájaro sólo infinito silencio espeso y terso.
Había entre el séquito alguien que lo reconoció, no el más anciano: Mirad, Elpénor debe de ser aquél. Volvimos los ojos rápidamente. Extraño que recordáramos, puesto que la memoria se nos había secado como los ríos en verano. Era realmente el mismo Elpénor en los negros cipreses ciego por el sol y los pensamientos escarbando en la arena con dedos mutilados. Y entonces le grité con voz alegre: Elpénor Elpénor, ¿cómo has llegado de repente a este país? te fuiste el pasado invierno con el hierro negro clavado en las costillas y vimos en tus labios la sangre espesa mientras tu corazón se secaba junto a la madera del escálamo. Con un remo roto te plantamos en un extremo de la playa para que oyeras el murmullo del viento, el ronquido del mar. ¿Cómo estás ahora tan vivo? ¿Cómo te encuentras en este país ciego por el amargor y los pensamientos?
No se volvió para mirar. No escuchó. Y entonces gritó de nuevo profundamente, asustando: ¡Elpénor, que tenías pelo de liebre colgado como amuleto en tu cuello, Elpénor, perdido en los infinitos párrafos de la historia yo te grito y como cueva retumba mi pecho! ¡Cómo has venido, viejo amigo, cómo has podido llegar al barco negrísimo que nos trae muertos errantes bajo el sol! Di si desea tu corazón venir con nosotros. Responde.
No se volvió para mirar. No escuchó. El silencio volvió a atarse a su alrededor. La luz cavando incesante hundía la tierra. El mar los cipreses la playa petrificada en fatídica inmovilidad. Y solo el propio Elpénor a quien buscábamos con tanta insistencia en los antiguos manuscritos − tiranizado por el amargor de su eterna soledad con el sol cayéndole en los vacíos de sus pensamientos escarbando ciego la arena con dedos mutilados− se iba como visión y se perdía lentamente en el vacío, sin alas, sin eco, éter azul.
LA PRIMAVERA Y MARÍA
Asegúrese, señor, de que la mano que apretaba con tanta fuerza la arena era de María. No sé, sin embargo, si la silla bajo la luz existe en mi propio recuerdo o en el suyo. Desde el balcón veíamos juntos el mar. Vacías las casas de almas. La primavera estaba desierta. Aún veíamos también a María blanca con su paraguas para cubrir la desnudez 23 años.
Asegúrese también de que el poema que lee lo escribo ahora que está aquí, mirando el sol por la ventana. Pertenece a María. No tiene importancia si tras el silencio habló primero a esta persona y bajó luego la escalera preocupado. La imagen no cambia. Desde el balcón veíamos juntos el mar. Aquí usted y yo; más allá la mano que apretaba con tanta fuerza la arena – eso que llamé luz.
Porque toda la luz que existe en el poema no es como usted cree de la primavera sino del alma que ahora viste a la desnuda María. Bibliografía en español:
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