Stefano StrazzaboscoItalia, 1964. Doctor en Filología Italiana, Poética y Retórica (Universidad
de Padua), ha publicado los libros de poesía Racconto (Anterem, 1995), Dímmene
tante (Manni, 2003) y Blister
(versión bilíngüe español-italiano, Sinopia, 2009); las traducciones de Octavio
Paz (Aquila o sole?, AUIEO 2003 -
Premio Cervantes Italia por la traducción poética); Fabio Morabito (Poesie, AUIEO 2005); Tonino Guerra (La Miel, Ediciones sin Nombre 2005;
versión del italiano al español); Carlos Montemayor (In un altro tempo io ero qui, Circolo Culturale
Menocchio 2006); Aurelio Arturo (Casa al sud, Il Ponte del
Sale 2009); el monólogo teatral Tina. Masque sobre/su Tina Modotti (versión bilíngüe español-italiano,
Sinopia 2007).
Ha cuidado la edición crítica comentada
de Alfonso Varano, Le Visioni sacre, e
morali (Fondazione Bembo – Ugo Guanda Editori 2007) y la antología Favolario illustrato. Scrittori e illustratori per i Villaggi SOS (Il Ponte
del Sale 2007).
Ha publicado ensayos sobre
Guido Piovene, Goffredo Parise, Giordano Bruno y otros; ha dictado conferencias
y seminarios en varias instituciones, y ha trabajado por seis años en calidad
de Lector de Lengua y Literatura Italiana en el Instituto Politécnico Nacional,
la Universidad Nacional Autónoma de México y el Instituto Italiano de Cultura
de la Ciudad de México. Ha sido invitado a lecturas poéticas en varios países.
Actualmente vive y trabaja en
Vicenza, Italia, en donde dirige también el festival poético internacional “Dire poesia” (http://direpoesia.wordpress.com).
Aufklärung
Rastrillos, horcones,
excavadoras,
un peine enarenado, brazaletes
tirados por el cuarto como
gotas,
ramas, círculos, torbellinos,
botones
y pocas hojas dibujadas con
minucia:
la reescritura de
las listas del granjero en
nada aumenta
nada.
Esta noche hay una lluvia
errática y argentina llueve y no llueve como quiere
ella
ahora aquí nos llega, ahora no
se sabe
a dónde quiera ir
con esas botas de piel de
cabra
y su gorrita a punta
turquesa como una tonsura.
¿Qué quieres? ¿Quién eres?
¿Porqué no llueves y no
sepultas toda
la tierra que está ya tan
árida
dentro tu inmensa sed? él
repetía.
Erosionado
también mi cuerpo de cavados
huecos
las cicatrices que brillando
marcan
las diferencias entre el pecho
y el hecho:
y cuanto más alegre, entonces
el improviso irrumpir de
adentro
de dos niñitas rápidas
con sus patines.
La vastedad del cuerpo.
Afuera,
golpes de tos, en la ventana,
escasos.
El aire seco de la tempestad
la indecisión de la ventana
abierta
el ralo cepillo de uñas
como un metal erguido.
Los pasillos continuos de
losetas
la luz cuajada, blanca de las
piedras
cortadas de las columnas de
Hércules.
Vasta en la noche la pradera
el viento
la continencia que cercena
esto
del silencioso curso de las nubes.
Estaba
por la Osa
el silbo de los labios
congelados:
tal vez al antirrobo
universal,
aquel que chilla
desde el diluvio siempre.
Era la boca, en cambio, de un
fulano
que bostezaba a ella,
la boca toda abierta toda
dientes
y rama seca y espina del
astuto
vendedor de caracoles.
En el invierno el
lago
se ve parejo y plano.
El agua es un espejo vítreo
que raras aves cruzan
pasando a gran altura. Desde
luego
me hace falta el aire: duermo
poco.
Miro la superficie
pulida que se cubre
de remolinos hondos.
El agua es una luz y una
navaja
esta memoria es
fuego
yo estoy adentro del primer
copo
de nieve que desciende sobre
el agua
y el espejo se destroza, y
blanco
es casi todo el
mundo.
El amaestrador
Vienen de nuevo y nuevamente
avientan
tanta palabra a otras tantas
bocas
como bocados de bovino adulto
a los escualos fieros: mira la
grande
cerúlea piscina que se
enciende
iridiscente y sobre aquellas
bocas
altas y a salvo de cualquier
insulto
manos más blancas que una
blanca flor
verter voces oscuras: por amor.
Una piscina abandonada
a la naturaleza del lugar
que en este caso es húmedo y
marino
una piscina abandonada
a la naturaleza del lugar
playero es un ojo liso y
metálico
que mira hacia el cielo
y sólo ve la mar
en forma de horizonte.
Estábamos parados, recorriendo
sombras, sonidos, sordos
sueños
y sensaciones similares, sólo
quedaba un minúsculo trecho
entre el decir y el hecho
y la mañana se veía cubierta
del polvo amarillento de la
miel
como una esfera dócil que
moviese
hacia el espacio
abierto: un claro,
los rápidos reflejos de algún
río,
un cuerpo enorme y hueco
inflando los pulmones,
y alrededor la tierra
sembrada de caminos;
entonces empezamos a escarbar
en el tapete de la sala
y el tiempo tuvo otro rumbo
y el oído supo de la luz
y el ritmo se
detuvo
como una abeja
azul.
En el jardín los árboles
respiran
y las palabras hablan.
Hay letras que florecen
en la espesura verde: las aves
abren su cuerpo, resplandece
la voz que grita al fondo
de la memoria tamizadas
sílabas
claras: luego se calla.
sólo una voz, y cuál, entre
chirridos
incauta voz de quemazón y
fauces
sobrevivida en agua entre sus
cauces
dentro de piedras duras y
ardientes brasas
en combativos nidos
y en carbón extinto
donde la mano se ennegrece y
el rostro
vago en sus tenues filamentos
por el claror callado
casi disuelve:
como el camino palidece y el
pasto
seca en los postes de los
campos verdes
así la voz se esconde en su
guarida
límpidamente, hasta que la
pierdes.
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