Emilio Coco: ENTREEL DOLOR Y LA IRONÍAPorMarco Antonio Campos [1] En la última de sus espléndidas máximas (504), que es propiamente más una larga reflexión, La Rochefoucauld exponía que nadie, ni aun entre los más propensos al suicidio, tenía un verdadero desprecio a la muerte. Ante ella, siempre uno mantiene una compleja red de actitudes y reacciones. Uno puede resignarse, estar abrumado o tener razones de disgusto, pero nunca despreciarla. En ningún verso del dilatado poema El don de la noche hay algo que muestre de parte de su hermano Michele -atacado de un cáncer cerebral-, o de parte del propio Emilio Coco, un desprecio a la muerte o el deseo de morir. Aun en los últimos momentos se espera el súbito resplandor del milagro. Como en la dolorosa elegía de Jaime Sabines a la muerte de su padre, el vasto poema de Coco no tiene en su proceso mayores complicaciones: se trata de la descripción de la enfermedad, de la agonía, del deceso y de los días posteriores a la ausencia del hermano, con los dolorosos desgastes, las súbitas esperanzas y las largas fatigas de quienes lo rodean. Entre la llegada al hospital de Michele y su fallecimiento pasa un mes y medio. La complejidad del poema no está en el lenguaje ni en el desarrollo del poema, sino en los contenidos. En diversos momentos, con exacta crudeza, Coco detalla los cuidados inútiles al enfermo y con caligrafía de espanto hace un registro de las humillaciones y degradaciones físicas del hermano: pañales orinados, jeringas con sangre pútrida, agujas en las venas, supuración de las llagas, toses y escupitajos continuos… Situaciones de un naturalismo feroz donde de pronto hay destellos de relámpagos de un purísimo lirismo. Emilio hace el contraste del hombre arrogante, que fue muy bien parecido y fascinaba a las mujeres en los años de la fuerza corporal de juventud, y el viejo enfermo, minuciosamente menguado, al que se le van cayendo los árboles de la memoria y se vuelve un niño en su propio limbo. Es curioso: el católico Emilio tiene a la vez dos perspectivas -la pagana y la cristiana- de lo que hay más allá de la vida, quizá porque el hermano vivió culturalmente entre ellas: por la primera, Emilio imagina un sitio del otro lado de la Estigia donde se encuentran sólo “horrendas tinieblas”; por la otra, ruega a la Virgen para que acoja al hermano “en su seno doliente como al Cristo”. Por el poema, si nos es permitido decirlo, tenemos la impresión de conocer más en momentos los dédalos del alma de Emilio que la personalidad de su hermano Michele. ¿Pero qué significaba Michele para Emilio? ¿Qué le hace tener a éste tan alta devoción fraternal? Esencialmente, me parece, es la fascinación por el traductor de los líricos arcaicos y de los epigramistas griegos, que hablan de lo precioso del amor y la juventud, y de los poetas latinos, de quien Michele admiraba a Catulo antes que a nadie. Al hermano, lo que es muchísimo, le debe Emilio escribir poesía. Michele le enseñó que la poesía es “cuestión de música y ritmo” y le descubrió la magia maravillada del endecasílabo. Metro natural de la poesía italiana desde los sicilianos y los stilnovistas en el Duecento (en España se adaptó con Boscán y Garcilaso hasta el siglo XVI), es para Emilio Coco su metro favorito, pero en el caso de este libro es el endecasílabo blanco, del cual, en Italia, el más ilustre antecedente, como en general de los metros no rimados, es el recanatense Giacomo Leopardi, metro que tuvo alta fortuna en el siglo XX en España y México con poetas como Luis Cernuda, Jorge Guillén y Octavio Paz. Lo insólito es que el endecasílabo blanco en Coco se da de manera natural tanto en italiano como en español; basta cotejar en El don de la noche el texto original y el texto de la traducción hecha por él de sus propios poemas y se notará que respeta al máximo música, melodía, sentidos. Escrito entre la ternura fraternal y la tristeza continua, la admiración íntegra y un cruel resentimiento, El don de la noche es un largo poema de una sinceridad descarnada, cuyos versos, en buen número de momentos son golpes certeros al rostro, al pecho, al corazón, al alma. El libro se complementa con excelentes poemas sobre el amor en la vejez, que son de una mordacidad sin concesiones, donde ni marido ni esposa sale ninguno bien parado. Agradezcamos que Coco haya tenido el valor de escribir y publicar estas joyas tóxicas, estas espléndidas flores marchitas. Los desvelos eróticos, nos diría Coco, están bien en parejas jóvenes, pero en los sexagenarios tiene algo o mucho de irrisorio y patético: Los poemas eróticos exigen que haya dos cuerpos jóvenes y bellos. No es éste nuestro caso. La piel cede, y existen además otros problemas. ¿Tú que crees? ¿Me aventuro a usar palabras como túrgido, erecto, penetrar? ¿No se van a reír mis enemigos? “Ya soy un carcamán. No entiendo nada”, dice Coco cuando quiere protestar inútilmente contra la emancipación de las mujeres. De los hechos más tristes para un viejo es la confirmación de la declinación del cuerpo en los años ajados. ¿No increpaba Mimnermo a “la odiosa vejez que vuelve al hombre malvado y feo”? ¿No abominó de ella Leopardi en sus Cantos y en sus Pensamientos, como cuando dijo en uno de sus Pensieri (IV): “La vejez es el sumo mal, porque priva al hombre de todos los placeres, dejándole los apetitos y trayéndole en sí todos los dolores”? ¿Acaso Rubén Bonifaz Nuño, en libros espléndidamente misóginos –Albur de amor, Del templo de su cuerpo y Calacas- no hace, entre otros temas, una encarnizada burla del amor del viejo? Entre los últimos poemas del libro hay dos que son una delicia del eros pedagógico en el que el profesor se concentra natural y explicablemente más en el cuerpo de las alumnas que en el curso a impartir. Emilio Coco nació en San Marco in Lamis, Italia, en 1941. Al oficio de poeta ha unido una labor ingente de traducción a su lengua sobre todo de españoles y mexicanos. De los tipos de traducción se ha inclinado por la literal, la cual, si me es permitido decirlo, es la que prefiero. Las traducciones de Coco, que me ha sido dable cotejar, me parecen asombrosas en la recuperación de los ritmos y sentidos originales. No exageraríamos en nada si dijéramos que, sin su tarea de traducción, la poesía hispanoamericana vertida al italiano se vería notoriamente empobrecida. De El don de la noche. Otros poemasLas sílabas sonorasA veces me pregunto si mi muertellamará la atención en este mundoo acaso correré la misma suertede tantos otros que ya están durmiendoen cajas que el olvido ha sepultado.O si alguien en mi casa va a acordarsedel sitio que en la mesa yo ocupabay en el estudio sentirán los librosque sus lomos mi mano no acaricia.Condenados al fuego, pensaréque no moví ni un dedo en su defensa.Pero saldré de las moradas gélidastemplando el aterido corazóncon la llama de sílabas sonoras.Las únicas palabrasQuisiera escribir versos muy audacesque me diesen un aire de moderno.Pero parecerían algo falsose impropios de la edad que ya tenemos.Los poemas eróticos exigenque haya dos cuerpos jóvenes y bellos.No es éste nuestro caso. La piel cede,y existen además otros problemas.¿Tú qué crees? ¿Me aventuro a usar palabrascomo túrgido, erecto, penetrar?¿No se van a reír mis enemigos?Lo dejaré correr. Esto es lo únicoque te puedo decir: ¡Cómo me gustantus ojos verdes y tu linda cara!Nuestra casaTú y yo vivimos en el piso inmensoya sin hijos y libres del tormentode que llegue el dinero a fin de mes,sin sustos ni sorpresas enojosas.Tú en tus quehaceres sola en la salita,yo con mis españoles en mi estudio.Ya no tienen espinas nuestras rosas,sólo los dos y cada vez más solos.Hace años que sólo nos reunimosa la hora del almuerzo y de la cena,y esperamos ansiosos el momentode acostarnos, cada uno en su rincón.Para casos urgentes de importanciapodemos recurrir al celular.HieloCon el paso del tiempo regañamosmás a menudo aún, y por bobadas.Con la mirada baja ambos sentimosal otro como extraño, amuralladosen rencor y mutismo. Si más tardellegamos a rozarnos por error,en las venas la sangre se nos hiela,petrificados ya por el terrorde una mala pasada de la nocheque en sueños puede hacernos abrazar.Al borde de la cama, en equilibrio,esperamos el alba, suspirandoaliviados, rezando porque el hielode estos cuerpos jamás llegue a fundirse.Mi única virtudDespués de trabajar el día enterotaladrando y poniendo las cortinas,librándote de mí me has ordenadoque me vaya a la cama. Ya es maníaofensiva salirte con la tuyaa toda costa. Tienes tanto yoque ni a modo de finta se te ocurrehacerme concesiones ilusorias.Ya con un pie en la cama me has gritado:Antes lávate, ensuciarás las sábanascon todo ese sudor que lleva el cuerpo.Obedecer es mi única virtud.Incluso en las cuestiones del amorel día y la hora los decides tú.Justa venganzaSi llegamos los dos a noventa años,yo medio dislocado y alelado,y tú sana del cuerpo y de la mente,derecha como un huso, ello se debe,me dirás con orgullo, a tantas horasde gimnasio y a largas caminatas,mientras yo alimentaba el alma míacon poesía y demás estupideces,te pregunto, si juntos alcanzamos,yo hecho migas y tú como una rosa,los noventa malditos en cuestión,si por no haber seguido tus consejosde mí te tomarás justa venganza,encantada de todos mis achaques.Mi edredónCuanto más viejo es más generoso.Blando y acogedor, se hace adherentea las piernas en busca de descansocomo descomunal pasta de hojaldre.Me reposa y me da la sensaciónen las noches más frías del inviernoque un cálido edredón me está envolviendocon más calor que el fuego del infierno,aunque me hace sentir como en el Cielo.Ya no podría separarme de élni siquiera un instante. Satisfechoen la cama se funde con mi vientre,se agita en sueños, se me encaja mientrascon él me sintonizo y me deleito.En sus olas quisiera izar la vela.Y hundirme en sus arenas movedizas.La sorpresaFinalmente me has dado una sorpresa.Te habías acostado, yo leíaun tebeo de Crépax. En la casareinaba la quietud. Era un placerlo irreal del silencio; en el jardíncontemplaba el temblor de las estrellascon los ojos atónitos de un niño.No recordaba noches tan hermosas.Voy de puntillas a la oscura alcoballena de olor a tu cuerpo desnudo.Con el dedo te rozo el blando pecho.Has abierto los ojos. Tu constanciavuelve a encender mi fuego. Pero sudopara hacer nuevo nuestro antiguo rito.Nuestro amorDi, ¿qué recuerdo nuestro quedarácuando estemos ya muertos y enterrados?Que no crean jamás que fuimos héroes,y no hagamos leyendas de nosotros.Que quede claro. No obstante, ojaláuna cuestión sea indudable al menos:nos amamos. Lo digo en voz muy altaante Dios y ante el mundo, aunque hace un ratote quería mandar a hacer puñetas.Pero eso es lo normal cuando se quiere.El amor es dulzura y es insultos.Es victorias e infames rendiciones.Puede hacernos palomas o bien hienas.Nos hunde con las alas ya extendidas.Hard-coreEn Familia Cristiana un sacerdotesugiere a las parejas ya mayoreslas películas hard, que son idiotasy consisten en un coito tras otro.Escenas que reavivan el amorrompiendo la costumbre de los gestos.El pudor es ridículo a esta edad.Nos duchamos y, rápido, a la cama.Pongo el televisor sobre el carrito.Lo enciendo, dan Yegua borracha en celo.Un frenesí de vulvas y de falos.Bajo la colcha, lento, se levanta.Si fuera el semental y tú la yegua…Pero roncas feliz y boquiabierta.Via AgostinoneCon despreocupación vas a la playapor la calle de negros y fulanas,sin pareo y con muchos contoneos,contenta de ser tan independiente,tras disputas y paces negociadas.Te podrían tomar por una zorra.Se supone a los negros bien dotados.Pero te importa un bledo correr riesgos.Protesto y tú no me haces ningún caso.Es la emancipación de las mujeres.Ya soy un carcamal. No entiendo nada.A mi edad tener celos es de tontos.Pero te encerraría con seis llavesy además cinturón de castidad.La depilaciónEn el baño los dos cuerpos desnudos.No me quejo si para depilartequieres usar mi brocha y mi cuchilla.Y te pongas mi crema de afeitar.Aunque tu posición sí que me asusta,en el bidé, con los pechos colgandoy el trasero que asoma. Yo quisieraque te apartaras, pero no te mueves.Queda un espacio estrecho, y es forzosoque te roce las nalgas con el pene.Pero se porta bien el pobrecillo.Te sigues afeitando, imperturbable.La verdad es que te estorba mi presencia.¿No será que ya vamos siendo viejos?Cada vez que te vascada vez que te vas hasta cansarmeme repites las cosas consabidasapaga la luz abre el frigoríficobarre todos los cuartos cierra bienel gas de la bombona de butanoy baja las persianas deja sólopor el olor abierta la del bañotodo en endecasílabos perfectosamor mío aunque tú no te des cuentaharías bien arrinconando apartetus continuos y estúpidos temoresporque tu casa cuando estás ausenteflorece como el campo en primaveraabro las puertas y se instalan pájarosy la luz jugueteando con el polvocrea en los muebles bellos arabescossigue ya mi consejo deja inclusotu cama algo deshecha y a la poesíadedícale más tiempo tú que tienesun sentido tan alto de la rimaAhora noabierta la chaqueta del pijamay abundantes las nalgas comprimidasen las bragas de rombos transparentesvas y vienes ajena por el cuartorepasando el plumero por los mueblesde la alcoba te llamo te me acercasy te aprieto los pechos me haces dañomas rápida te sueltas me sonríesahora no esta noche con más calmaRomanticismoSi nunca más el árbol susurraray la nube que pende sobre élno cambiara de forma ni colorsi esos dos cuerpos jóvenes ya siemprese quedaran soldados en su abrazoqué buen cuadro para llevarlo a casay sacarlo en los momentos tristes.Con la calefacción aún apagadaLeer antes algunos versos juntosy encontrarnos desnudos por milagrocon las mantas al aire no distingosi tiemblo por el frío o es la emociónde volverte a abrazar ya no esperabaesta mañana triste de noviembrecon la calefacción aún apagada.Libidinoso amorlibidinoso amor que hoy me arrastrasa quebrantar los vínculos y a orillasdesconocidas escapar contigomuy lejos de mi hogar tan confortabley me prometes noches fabulosascon un guiño mostrándome una estampade tu Baffo ya sé lo que me pierdomas no puedo seguirte porque al puntoañoraría aquel mundo que ahora digodetestar aunque ello no sea ciertopues no podría vivir ya sin mis librosni esa espalda en mi cama cada nocheque me caliente los cansados huesosLa paz de los sentidospor la rendija abierta en el postigoentra un hilo de sol en nuestro cuartose enciende por la mata de tu sexoen penumbra los dos cuerpos desnudosbajas del lecho te pones las bragasy un vestido de leves florecillastransparentando tus maduros senosque me parece como si volvierana la turgencia de sus veinte añosbajo el juego sapiente de las manosy mientras vuelves a ordenarlo todo–huelga decir cuán eficiente eres–me demoro en la cama aún un buen ratoel amor a mi edad puede hacer dañoy me aflige el pensar que con el tiempoel temor a morir de amor ya nome asaltará cuando también yo tengala estúpida cordura de los viejosy llegue ya a la paz de los sentidosPrimariaA los servicios con olor a orinesnos llevaba en fila india la maestrasitio y tiempo asignando a cada uno.En la puerta volvía a maquillarse.Pero dentro rompíamos las consignassin pensar ni en sus gritos ni en azotesy entre risas ahogadas y empujonesnos regaban la cara chorros de oro.SecundariaLlega el momento de pasar la prueba.A porfía, al amparo de los árboles,nos pasamos un trozo de periódicocon el rostro de Gina que naufragaen nuestro divertido agotamiento.Exhortaciones a sus alumnas para que no dejen de asistir a las clases en la última semana del año escolarA L. T., profesor ejemplarNo os ausentéis en masa aún me quedapor completar el último argumentoantes de dar por terminado el cursoOs ruego al menos a las que sois más guapasque sigáis asistiendo hasta el día seisuna semana más no os cuesta nadalleguemos a un acuerdo las mañanasos consiento media hora de retrasoy si no os maquilláis tendréis el rostromás descansado y fresco os aconsejovestiditos ligeros vuestro cuerpotras meses apretado entre sostenespantys espesos y jerséis de lanase tonifica con el aire limpiotoma color gradualmente expuestoal nuevo sol que, dicen los expertos,en la primera década de juniomás ayuda a la piel de las alumnas.Mejor más escotadas hasta dondese acanala y adquiere redondezel bello tórax libre de los lazoscon frescas muselinas que contenganla plenitud de vuestros sentimientossin dejarlos transparentarse mucho.Lascivia y desaliño no son propiosde jovencitas como sois vosotrasmejoraréis si me hacéis casoen salud en belleza e inteligenciay yo también me alegraré de veros.Exámenes de selectividadIA cada cigarrillo que me ofrecesestá un instante tuyo entre mis labios,es como una sonrisa, un leve guiño,un apretón fugaz de nuestras manos,un rozarnos los codos (¿casualmente?)en un cómplice juego en que fingimosa su flor virginal ponerle asedio,mas tú sabes que yo afilo mis armasesperando mellar esa corazacon que guardas tu escultural figura.En ti no hallo respuesta y yo me rindo,y tiro mi colilla, y mi atenciónla polariza el tema de la muerteque ha escogido la alumna. Luego hurgoen tu bolso –me has dado tu permiso–y te recreo en otro cigarrillo,pero enfrías al punto mis sentidos,intrépida, llamando en tu defensaal trágico Leopardi, al Zeno inepto.Levantarás la enseña del honorsobre el humo disperso que te escribe.IILas ocho y treinta. Vienes y me dices¿Quieres fumar? Te sientas a mi lado–por controlarme–. El día que me pierda,te susurro al oído, yo lo harésólo contigo, generosa lady.Se hace arriesgado el juego y nos salvamosin extremis, adultos responsables.Al borde del abismo reasumimosel rol que nos asigna el Ministerio:yo presido el tumulto de mi pecho,tú obras en calidad de miembro interno.Bromeas sobre el término a propósito–muy erótico, prefiero comisaria–y me guiñas un ojo y con el codome empujas al bajel de la purezaque acude a salvar a la otra orillamis agotados restos del naufragio.Mas dejo el puerto y afronto la tormentaporque en el torbellino de tu encantoestá mi salvación y mi consuelo.IIIMe gustaría empezar con Dante, ¿sabe?,qué hombre más atractivo con aquellanariz tan aguileña very trendy.Me intriga de verdad su problemáticay escribe unos tercetos tan románticos,tan suaves y estupendos, que da gusto.Bien. Empieza. Ella asiente. Sus turgentessenos que bambolea con jactanciaanulan el discurso literario,ello es harto evidente, no se enterade que a mí me interesa resaltarla nula relación entre ambos mundos,allí hay mucha patraña, lo que es ciertoson los montes con sus puntitas rosas,pues nuestra inteligencia racionalno puede alzarse a tan sublimes vuelos,tintinean perplejos sus pendientesal inclinarse hacia el libro, es el infiernodonde arden mis sentidos, yo no tengoningún escrúpulo ojalá saltarael primer botoncillo del jerseydonde el pecho se anuncia, se acanala,quema, aleja de mi este tormento,tranquila, es un detalle irrelevante,si el meñique que juega en el ojalse equivocara, lo abriese, arrojándosemi ávida mirada por el báratrodonde se abre la puerta del Empíreo. [1]Marco Antonio Campos (México, D.F., 1949). Poeta, narrador, ensayista ytraductor. Ha publicado los libros de poesía: Muertos y disfraces (1974), Unaseña en la sepultura (1978), Monólogos(1985), La ceniza en la frente(1979), Los adioses del forastero (1996)y Viernes en Jerusalén (2005. Laeditorial El Tucán de Virginia volvió a reunir en 2007 su poesía en un solotomo: El forastero en la tierra(1970-2004). Es autor de un libro de aforismos (Árboles). Ha traducido libros de poesía de Charles Baudelaire,Arthur Rimbaud, André Gide, Antonin Artaud, Roger Munier, Emile Nelligan,Gaston Miron, Gatien Lapointe, Umberto Saba, Vincenzo Cardarelli, GiuseppeUngaretti, Salvatore Quasimodo, Georg Trakl, Reiner Kunze, Carlos Drummond deAndrade, y en colaboración con Stefaan van den Bremt, Miriam van Hee, RolandJooris, Luuk Gruwez, André Doms y Marc Dugardin.Libros de poesía suyos han sido traducidos al inglés, francés, alemán, italianoy neerlandés. Ha obtenido los premios mexicanosXavier Villaurrutia (1992) y Nezahualcóyotl (2005). Y en España, el Premio Casade América (2005) por su libro Viernes enJerusalén. En 2004, se le distinguió con la Medalla Presidencial Centenariode Pablo Neruda otorgada por el gobierno de Chile. En París es miembro de laAsociación Mallarmé. En el 2009 obtuvo el premio de poesía Ciudad de Melilla,España.
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