La vida breve: a plazos y al contado Isaac Goldemberg Bay. La vida breve (antología personal 2001-2012). Cajamarca: Fondo Editorial de la Universidad Privada Antonio Guillermo Urrelo, 2012.
Por Eduardo González Viaña Western Oregon University “Y el personaje que habla canta una canción del camino, con nuestras propias palabras, como si hablara con nosotros…. como si el poeta, al hablarnos con nuestra propia voz, nos reconociera en el camino del desierto, en el pan de la palabra mutua”. [1] En cada versión de las historias que Goldemberg cuenta —ya sea en narrativa o poesía— más allá de los cambios de nombres y de detalles, hay un punto de vista y una estrategia textual diferente que impulsan al lector a desechar los enredos que hace lenta la interpretación del texto para avanzar directamente hacia la obsesión que genera estos textos. Bien sabemos que una obsesión es casi siempre el punto de partida de una obra maestra, y ese es el caso de la que en estas líneas examinamos. En la poesía de Isaac Goldemberg “el yo lírico cuenta una ego historia. Protegido por la complejidad metafórica, libre de imposiciones discursivas gracias a las licencias poéticas, el Yo habla de sí mismo tal y como es en su fuero interno. Ese Yo que traspasa los sucesivos poemarios, se crea elaborando imágenes del padre ausente y de la madre ausente”. [2] Así, un hombre camina por todo el mundo para descubrir quién o cómo era su padre. En sus senderos, se armará de sabiduría e ingresará en la escuela de misterios —en este caso, el judaísmo— que hacen a ese personaje secreto, inasible, percibible con rostros diferentes. Aprenderá también las sencillas verdades del otro lado de su sangre —la familia materna, la etnicidad peruana. Conocerá el conflicto interno que el encuentro de sus etnias debe necesariamente provocar. Entenderá, por fin, que el relato no se acaba en una forma de narrarlo y ensayará la novela, el teatro, la poesía —los géneros literarios— que son trazos diferentes de escritura y de camino para burlar el laberinto y explicar su condición mestiza a través de la creación de personajes que remiten a sí mismo. En este sentido, “Algo inusual en la poesía peruana es como en Goldemberg el yo ‘parece rodar por el abismo de la historia’ y en esta caída establece una relación crítica con el mundo judío, a la par que vocativa con el peruano…. Esté donde esté su lenguaje encuentra al yo —poético, representatorio y real— como protagonista. Lo perdurable es el ser —con el otro y lo otro, de su más íntima parafernalia— que su estadío”. [3] Dentro de la literatura americana, hay un caso terriblemente similar al de Goldemberg, y es el del Inca Garcilaso de la Vega. Creemos encontrar una línea no interrumpida de trabajo en el camino que va desde las traducciones hasta los Comentarios Reales de los Incas (1609), un ensayo a través de escrituras y aventuras diversas de llegar hasta lo que se quiere decir, hasta la más prístina revelación de su identidad. De la misma forma que Garcilaso, Goldemberg parece haber comprendido, a lo largo de un largo periplo, que la mejor forma de penetrar en el misterio de su identidad, es decir, de hallarse, era la de hablarse a sí mismo y por eso, Isaac se habla y, al hacerlo, empieza pronto a escuchar aquellas antiguas voces que creía perdidas, aquellas con las que sus estirpes le dictan muchas ficciones. La más saltante —y acaso sobresaltante— de ellas es la voz sin voz de su padre —que aparece en muchos de los poemas que componen La vida breve (Antología personal)— convertido en pura imagen. En todas las iniciaciones, luego de callejones sin salida, bosques espesos o laberintos sagrados, el nuevo adepto adquiere una nueva fuerza que supera con holgura toda la que hasta entonces había perdido. Lo mismo ocurre con Goldemberg que, en el camino hacia las “Variaciones Goldemberg” (último libro de La vida breve) ha aprendido a poetizar de una manera que combina el espíritu de la narración oral con el ritual religioso, y que obliga al lector a establecer una permanente pesquisa acerca de la relación entre el autor y sus personajes y la búsqueda de su identidad. El primer resultado de todo esto es que Isaac Goldemberg parece haber hecho estallar el poema tradicional para después mostrar al lector solamente los restos del mismo; y estos restos, por los simbolismos que encierran y por el profundo silencio que los rodea, revelan una capacidad de sugerencia tan infinita como su capacidad de engendrar nuevas ficciones. Al igual que sus novelas, La vida breve “celebra las hibridaciones lingüísticas —de hebreo y quechua, de español e ídish—, el sincretismo religioso, las mezclas de textos bíblicos y precolombinos… y continúa la exploración de una identidad judía y peruana”. [4]Puede decirse que, luego de repetido sin cesar, se acaba el argumento para convertirse en personajes obsesivos, acciones bestiales, movimientos teatrales, cuyo denominador común es una atmósfera de gran intensidad lírica. En cuanto atañe al plano del lenguaje, esta poesía echa mano de todos los recursos de la palabra hablada; y a pesar de los infiernos que recorre, ofrece una corriente de afectividad tan poderosa que semeja las voces iniciales de una nueva lengua. A lo largo de sus poemas, “Goldemberg se retrotrae en sí mismo y lo hace revisitando la tradición poética de su lengua, o bien bajo la sombra de las canciones populares de su país”. [5] Hay que decir, además, que, aun en medio de la confesión más dolorosa, el lenguaje es parco y otorga al lector los silencios del que ya no habla y el silencio de aquellos a los que no dejan hablar, al igual que el silencio del que sabe que viene de una antigua hecatombe y el silencio de aquel que ignora en qué punto del destino se inicia su verdadera historia. Por ello, “Lo que deslumbra de sus poemas es su fuerza, la contracción de sus imágenes, pero incluso más allá de eso, es que desde el lenguaje lo que se tematiza es finalmente la abolición de todo lenguaje”. [6] Como Garcilaso, Goldemberg encuentra al fin lo que anda buscando, el íntimo secreto de su origen y revela las estrategias de sobrevivencia de las dos culturas que por medio de él se expresan, y al hacerlo crea una nueva forma de expresividad. No se limita, como la mayoría de los escritores, a manipular las palabras difuntas que recibieron, desamparadas de medida, significación y sacralidad, sino que logra que la palabra olvide su carácter de bien mueble y que cada fonema tenga una capacidad encantatoria. Tales deben ser, además, las razones por las cuales el autor ha acudido a la poesía, entre la variedad de géneros que le sirven para contar su historia. En este nivel, la amplia tesitura poética de La vida breve afianza temas que van del sarcasmo a la elegía, de la meditación al epigrama, de la anécdota biográfica a la alegoría histórica, vertido todo en imágenes a veces complejas, hasta rayar en hermetismo cuando exploran dominios que guardan parte de su misterio y a través de las cuales “el poeta busca superar las fronteras de la geografía política y explayarse en un ámbito plenamente humano y universal“. [7] En este viaje poético que es La vida breve, desde el poemario Peruvian blues hasta el libro inédito “Variaciones Goldemberg“, la poesía de Isaac Goldemberg “ofrece la particularidad de referirse a los grandes temas universales con un lenguaje fluidísimo y fácilmente reconocible por su sello personal, donde campean por sus fueros el humor y la ironía más refinada, aunque —cabe destacarlo— estos siempre son empleados por Goldemberg como los recursos mejores para inducir a la reflexión sobre la condición humana, que es uno de los núcleos de sentido de su obra poética”. [8]Hace ya tiempo que la trascendencia de Isaac Goldemberg ha sido reconocida en su amplitud, y ha inspirado decenas de estudios y centenares de reseñas por parte de narradores, poetas y críticos muy importantes a lo largo de todo el mundo. Este libro responderá muchas preguntas, pero aún quedarán muchas que están por completo insatisfechas. ¿Encontrará la kipá que buscaba? ¿Terminará de vagar el judío errante cuando se acabe el mundo? ¿Se acabará el mundo? ¿Se acabará esta historia? [1] Julio Ortega. “Isaac Goldemberg y la poesía de la consolación”. “Prólogo” a Peruvian blues. Lima : Ediciones del P.E.N. Club del Perú, 2001. [2] Dorita Nouhaud. Isaac Goldemberg: el hombre del libro. Lima: Ediciones El Santo Oficio, 2003. [3] Maurizio Medo. “Isaac Goldemberg: el yo en busca de su autor”. Maracay, El Periodiquillo, noviembre, 2006. [4] Patricia Nuriel. “Diáspora y mestizaje en las novelas de Isaac Goldemberg”. Santiago de Chile, Cuadernos del CILHA - a. 9 n. 10 – 2008. [5] Carlos Germán Belli “Goldemberg, viniendo de lejos”. “Prólogo” a Décimas y canciones de fino amor. Lima: AFA Editores, 2007. [6] Raúl Zurita. “Prólogo” a La letra en que nació la pena: Muestra de poesía peruana 1970-2004). Lima: Ediciones El Santo Oficio, 2003. [7] Róger Santiváñez. “Hacia una nueva identidad poética de Dios”. “Prólogo” a Libro de las transformaciones. Lima: Fondo Editorial Universidad Nacional Mayor de San Marcos, 2007. [8] Luis Benítez. “Diálogos conmigo y mis otros, de Isaac Goldemberg”. Pau, Resonancias: Revista Literaria y Artística Latinoamericana, abril 11, 2012. |