“La literatura
sobrevive mientras puede ser traicionada”
Conversaciones
en Guayaquil con Miguel Donoso Pareja
Por Marisa
Martínez Pérsico [1]
Facoltà di Lettere de la
Università degli Studi Guglielmo Marconi (Roma)
Miguel Donoso Pareja nació en Guayaquil en 1931. Tras
un año de cárcel durante la dictadura militar de 1963, vivió en México
dieciocho años. En su exilio fue codirector, junto a Julio Cortázar, Pedro
Orgambide, José Revueltas, Juan Rulfo y Eraclio Zepeda, de la revista Cambio, de la que aparecieron
dieciséis números. A fines del ´81 regresó al país. En 1985 obtuvo una beca
Guggenheim y residió un tiempo en Barcelona. Desde 1987 vive en su ciudad
natal. Ha publicado las novelas Henry
Black, Día tras día, Nunca más el mar, Hoy empiezo a acordarme y La muerte de Tyrone Power en el Monumental
de Barcelona. Autor, además, de Krelko,
A río revuelto, El hombre que mataba a sus hijos, Lo mismo que el olvido, Todo lo que inventamos es cierto, Los invencibles, Primera canción del exiliado (que fue
traducido al inglés), Cantos para
celebrar una muerte y Última canción
del exiliado (que fue traducido al francés), todos ellos volúmenes de
poesía. Ha sido jurado de los Premios Nacionales de Cuento y Poesía en México,
de Novela en Panamá, de Ensayo en Colombia y del Premio Casa de las Américas en
Cuba. Como ensayista, ha publicado Chile:
¿cambio de gobierno o toma del poder?, La hora del lobo, Los
grandes de la década del treinta, Nuevo realismo ecuatoriano, Sin
ánimo de ofender y Ecuador:
identidad o esquizofrenia. En este último célebre ensayo Donoso Pareja
bautiza al Ecuador como un espacio esquizofrénico
en alusión al regionalismo basado en la histórica provocación entre
serranos y costeños, tironeo que –además de un asidero geográfico– se sustenta
en motivos históricos, raciales y económicos. Realidad geográfica que impacta
en el nombre del propio país y que motivó a Jorge Enrique Adoum a emitir el
siguiente juicio: “en lugar de llamarnos, como era históricamente justo y
coherente, República de Quito, para no disgustar a Guayaquil ni a Cuenca,
comenzamos a llamarnos Ecuador: nombre disparatado, digo yo, porque a ningún
Estado se le ha ocurrido llamarse nunca «Meridiano» o «Paralelo 42» o «Trópico
de Cáncer»”.
Marisa Martínez
Pérsico – Existen ciertas cuestiones relacionadas con lo que usted calificó
como “literatura sumergida” en un artículo, cuestiones que me interesan porque
creo que afectan tanto a la lírica como a la narrativa en el Ecuador. ¿A qué se
refería con ese concepto?
Miguel Donoso Pareja
– Yo lo analicé básicamente en la narrativa ecuatoriana durante las vanguardias
de la primera posguerra y el realismo social, ese desdoblamiento que se produjo
en toda América Latina y que en Argentina también sucedió.
M.M.P.– Por
ejemplo, con los grupos de Florida y de Boedo.
M.D.P.– Sí, por
ejemplo. Este momento de la literatura ecuatoriana sintoniza con el resto de
literaturas latinoamericanas, porque nuestro Romanticismo y
Modernismo fueron
tardíos, muy tardíos. Entonces, a finales del ´20 se forja el realismo social,
representado por el Grupo de Guayaquil, y las vanguardias de la primera
posguerra iniciadas por Pablo Palacio –con
Un hombre muerto a puntapiés y
Débora– y por Humberto Salvador con dos libros de cuentos,
La navaja y
Ajedrez, y con una novela que se llama
En la ciudad he perdido una novela. Salvador fue prácticamente
el precursor del psicoanálisis en el Ecuador. Un animal raro de la época.
Gracias a él, el realismo incorporó procedimientos propios del realismo mágico.
M.M.P.– ¿Cómo
podría distinguir ambos realismos?
M.D.P.– El de
Palacio y Salvador fue un realismo mucho más profundo, miraba más bien la aletheia, como decía Rodríguez
Monegal, el interior de las cosas. En cambio el realismo social, que fue el que
predominó, buscó retratar el mundo exterior, los hechos colectivos. Convivieron
ambos, pero el segundo prevaleció. De ahí que llame “literatura sumergida” al
primero.
M.M.P.– ¿Y por
qué se sumergió a esa literatura?
M.D.P.– Hay
rescates tardíos de escritores olvidados en los países de Latinoamérica, como
Arlt en Argentina, Felisberto Hernández en Uruguay, Martín Adán en Perú, Garmendia
en Venezuela, Owen en México o Palacio en Ecuador. A esa literatura la
sumergieron realmente: la izquierda sectaria no le dio paso. Nelson Osorio la
llama “literatura subterránea” pero considero que ese adjetivo se confunde con underground, así que yo prefiero
llamarla sumergida, me parece más preciso.
M.M.P.– El
drama íntimo que mostraba Palacio fue interpretado como desvinculado de la
denuncia social, como un arte deshumanizado, esas son a grandes rasgos las
críticas que efectúa Joaquín Gallegos Lara a Vida del ahorcado en El Telégrafo y a En la ciudad he perdido una novela, en Semana Gráfica. Una crítica
lapidaria, tremenda.
M.D.P.– Así
fue, a Palacio lo consideraba un reaccionario, pero era una crítica totalmente
sectaria. Gallegos lo ataca y Palacio se defiende muy bien. Además, no era un
hombre de derecha ni mucho menos, estaba afiliado al Partido Socialista.
M.M.P.– ¿Qué
temas predominan, para usted, en la obra de Palacio?
M.D.P.– Palacio
se concentra en los problemas relacionados con la locura, que eran los que le
inquietaban, porque la sentía como una amenaza. Una locura que provenía
probablemente de una sífilis mal curada. Además, produce literatura urbana, que
el Grupo de Guayaquil no desarrolló. También Humberto Salvador se interesó por
retratar la psicología del individuo, y no por la clase. En Argentina hubo
parentescos estéticos y experimentales, por ejemplo, con la obra de Macedonio
Fernández. Pero fue éste menos silenciado, porque la cultura argentina tuvo
otra apertura.
M.M.P.– ¿Cree
que las circunstancias geográficas aportaron a ese replegamiento o
ensimismamiento del Ecuador?
M.D.P.– Es que
nosotros estamos tan apartados… La separación de los Andes es la de dos mundos:
sierra y costa. Parece que no hemos podido construir un país. Incluso tenemos
dos economías contrapuestas: la economía agroexportadora de la costa y la
economía de consumo interno de la sierra, entonces nunca se logró construir el
“puente de la unidad nacional”. En la sierra nos llaman monos, entonces se dice
que el puente es el eslabón perdido, porque une al hombre con el mono (risas).
M.M.P.– En
Argentina, Jorge Icaza es un autor conocido, además de su calidad, porque lo
publicó Losada y es fácil hallar su obra completa en las librerías.
M.D.P.– A Icaza
se lo estudia, pero es una literatura que murió con su referente real. La
literatura sobrevive mientras puede ser traicionada, porque el lector va transformando
el libro. Pero cuando el referente ha desaparecido ya no hay transformación ni
traición. Eso ha sucedido con la literatura indigenista.
M.M.P.– Antes
habló del Modernismo como tardío, como carente de valor. Nosotros también
tuvimos un Modernismo tardío, no tanto como la Generación Decapitada, pero
Lugones formó parte del segundo momento, aunque como bien me señalaba el poeta
y profesor Iván Carvajal días atrás, su Lunario
sentimental fue un punto de inflexión que dio cauce a las vanguardias.
¿Cree que el valor literario estaría más relacionado con la originalidad que
con la calidad?
M.D.P.– Con la
originalidad por un lado, y lógicamente tiene que ver con la calidad, pero
nuestro Modernismo llegó con demasiados años de retraso, y eso lo desmerece.
M.M.P.– Con
respecto a las políticas de circulación del libro en el presente, a los tipos
de crítica literaria que conviven ¿cómo podría caracterizar el estado actual en
Ecuador?
M.D.P.– Es muy
pobre. Prácticamente no hay espacios para ejercer la crítica, ni en los diarios
ni en las revistas, en la televisión peor. La cultura de aquí, en los periódicos,
es publicar farándula.
M.M.P.– Pero desde
hace años usted dicta talleres literarios en la sede del Museo Antropológico
MAAC, y coordina sus publicaciones. Ése es un espacio de resistencia interesante
para la producción literaria y crítica.
M.D.P.– Sí,
publican alumnos y una gran cantidad de escritores conocidos también, tanto de
América Latina –especialmente México– como del Ecuador.
M.M.P.– ¿Qué
lugares ocupan Pedro Jorge Vera y Enrique Gil Gilbert dentro de la tradición
literaria ecuatoriana?
M.D.P.– Como
narradores son reconocidos. Como poetas, no tanto. Realmente el que escribió
poesía es Vera, Gil Gilbert, poco. Aunque éste sí fue muy lírico como narrador.
M.M.P.– ¿Vera
es de una generación posterior al Grupo de Guayaquil? Las clasificaciones
cambian según el manual de turno.
M.D.P.–
Ligeramente posterior.
M.M.P.– Otro de
los lugares comunes de la literatura ecuatoriana me recuerda a la Comedia aristotélica: aparecen libros
o revistas mencionados en otros textos pero hoy son inhallables y hay que
fiarse de los comentaristas para creer en su existencia. Tenemos la novela
desaparecida Ojeras de virgen,
de Pablo Palacio, o la revista Motocicleta,
fundada por Hugo Mayo, que sería un icono de la literatura de vanguardia en
Ecuador... Pero a falta de la prueba empírica, hay que creer en las
declaraciones de su fundador.
M.D.P.– Hay un
poeta ecuatoriano, Rodrigo Pesántez Rodas, que dice haberla visto en la
Biblioteca de la Ciudad de Nueva York. Y Humberto Robles, que es un crítico muy
esmerado, la fue a buscar pero no la encontró*. Creo que no existe
Gil Gilbert como poeta, pero Pedro Jorge Vera sí.
M.M.P.– ¿Y Hugo
Mayo? ¿Es un poeta reconocido actualmente aquí?
M.D.P.– Está
muy olvidado, y eso que publicó en todas las grandes revistas de vanguardia,
entre ellas, la revista Cervantes.
M.M.P.– Sí, fue
corresponsal de
Amauta, tuvo
relación con Oliverio Girondo y Norah Lange a quienes incluso ha dedicado
poemas en
Savia…
M.D.P.– No era un
gran poeta, pero su actitud lo fue todo. Tuvo relación con Vicente Huidobro.
M.M.P.– Con
respecto a su narrativa, me han llamado la atención esa insistencia en la
“inutilidad de la palabra” y el retrato que hace de la mujer, por ejemplo, en Chico silencio o en Krelko.
M.D.P.– Yo
tengo un personaje femenino que es Gudrum, es la idealización de todas las
mujeres, un personaje simbólico. Lleva el nombre de una prostituta nórdica que
conocí cuando era marinero. Las formas en que uno va llegando a la ficción son
aparentemente tan absurdas que mejor, de lo propio, no hablar. Tarea para los
críticos.
M.M.P.– Claro,
se necesita distanciamiento para poder analizarse. Además, la “prosodia mental”
que uno tiene antes de escribir no siempre es la que plasma.
M.D.P.– Yo
nunca corrijo mis obras, porque uno cambia tanto... Incluso los recorridos de
lectura, los subrayados de libros, cambian con uno. Cuando tomo de mi
biblioteca volúmenes que he leído veinte años atrás, con anotaciones antiguas,
me pregunto: ¿por qué subrayé esta tontería? ¡Se ve que era importante para mí
en ese momento, por algo lo subrayé! Pero las percepciones cambian con el
tiempo.
El Quijote leído en el
siglo XVII no es el mismo que leído ahora. Yo me pregunto, ante la noticia de
la traducción de
Pedro Páramo al
ruso... ¿Cómo entenderá
Pedro Páramo un
ruso, o un chino? ¿Qué novela leerán?
M.M.P.– Para
responder esas preguntas habría que desarrollar una antropología de la lectura
y ver cómo se resignifican los textos según cada cultura y lector. Porque todos
somos una especie de Pierre Menard que interpreta desde su aquí-ahora…
M.D.P.– Es que
la literatura no opera por signos como el lenguaje común sino por
representaciones que provocan nuevas percepciones. No hay que narrar el miedo,
sino transmitir ese miedo al lector. Y para eso hay que saber mentir muy bien.
* El propio
Donoso Pareja referirá este hallazgo en un artículo publicado por El Telégrafo de Guayaquil el 9 de
mayo de 2010, con las siguientes palabras: “las páginas salvadas de este tomo –poemas desconocidos de Mayo y un
facsímil de la revista Motocicleta,
sobre todo– son fuera de serie, lo mismo que Documentos, entre los que destaca por su cuidadosa elaboración y
gran utilidad, la cronología de nuestro poeta y la vanguardia hispanoamericana”.
[1] Marisa
Martínez Pérsico, Doctora en Filología Hispánica e Hispanoamericana por la
Universidad de Salamanca, Licenciada en Letras por la Universidad de Buenos
Aires. Se desempeña como profesora titular a contrato de Literatura en Lengua
Española I, II y III en la Facoltà di Lettere de la Università degli Studi
Guglielmo Marconi (Roma), entre otras actividades relacionadas con la docencia,
la escritura y la investigación. m.martinezpersico@unimarconi.it
Temas de interés: los
vanguardismos latinoamericanos (Argentina, Uruguay y Ecuador). Literatura
argentina del siglo XX.