David Guzmán


(Quito, 1980). Ha sido periodista y profesor. En la actualidad es estudiante de doctorado en la universidad 
de Deusto, en Bilbao, Espana. Ha publicado los ensayos: Leopoldo Benites, vida y obra (2005), Novela y región cultural (2010). Las novelas breves: Perro Lógico (2006) y Rodríguez, el unicornio (2010). 

 



Quito,

me ha caminado

por tantos senderos,

ha repechado laderas,

jugado en mis parques,

se ha sentado a esperar autobuses,

ha visto amigos, gastado zapatos.

en mis calles serpentinas

se ha dividido al llegar a una esquina

y regresado después buscándose.

ha olvidado el nombre de mis direcciones.

a cada instante,

quito me encuentra por años de vivirme

y se pierde de nuevo entre la gente.

él me quiere tanto

que a veces

con su halo de gigante

me garabatea caballitos

para que entonces

yo

lo ande.

 


La luz del sol a veces atraviesa las frondas de los árboles
y deja charcos de luz sobre la calle, después la noche
cubre el tiempo y la tierra
y la luz empozada permanece, y de allí mi boca bebe.
Las paredes no paran y no tienen raíces.
Sólo los árboles, la tierra han sido viejos:
que importante es haber sido viejos.
La sangre es un bramido y los muros siempre fueron secos,
allí sólo hay silencio.
En la muerte nadie canta, en la muerte hay pétalos de piedra,
escozor y sal negra. No cierres las puertas de esa tarde:
entre caminos de polvo, soledad y piedras,
corre un arroyo de niños entre los olmos
y las tímidas higueras. Si Dios le hubiese dado alas al aire.
No se puede esconder tanta presencia: la cebada
al borde del camino, montañas, horizonte.
Seré la semilla de un árbol de limones.
Hojitas verdes, amarillas después
y azoradas de nostalgia. El aire se eleva. El suelo se ha caído,
nadie más que el tiempo que no existe lo puede levantar.
                       El suelo se ha caído.