Poeta y editor. Fue director de El Caimán Barbudo, importante publicación del movimiento de la poesía cubana generado por la primera generación en el contexto de la revolución cubana. Vicepresidente de la Asociación de Escritores, coordinador general del Festival de Poesía de La Habana. Dirige la Colección Sur Editores. Ha publicado más de quince libros. Entre sus títulos más recientes se encuentran: Pequeña gloria, Canción de Orfeo, Ensenada de mora, La extensión de la inocencia y Caligrafías. Obtuvo los Premios Gaceta de Cuba y de la Crítica, entre otros. Sus poemas han sido traducidos al portugués, francés, italiano, inglés, rumano, ruso y alemán e integran numerosas antologías.
BITÁCORA
Todo comienza el día que el mundo acaba Las aves que alguna vez cantaron serenas en los árboles de enfrente comienzan a emigrar Los días se acortan imperceptibles y el agua gris de los crepúsculos cede el paso a una noche que apenas llega y es ya el misterio en las ventanas No sé si han sentido esa falta de aire que turba el equilibrio, ese temblor en los músculos El corazón queda exactamente en el abdomen Uno debe estar listo para enfrentar ese viento del sur que trae la ausencia Rotas las amarras debe uno bajar de las naves simplemente. Quemar las naves, un desastre si tus pies no tocaron a fondo el continente Fino y frágil fracaso en las manos flacas de la suerte Bueno es hacerse a la mar detrás del cataclismo Recoger del sargazo las ruinas, las fosforescencias ilesas No detenerse a mirar los peces muertos Aconsejable asir las algas dislocadas, los hipocampos truncos Da coraje alzar las criaturas que rompió la tempestad y no mirar al azul: que te da vértigos No otear las estrellas No tocar el cuerpo del viento, ese cómplice hipócrita No mirar hacia atrás: las sirenas son bellas inquietante la espuma de las islas Ah pero yo ordeno el delirio promulgo el horizonte sin límites Indico al escándalo de las islas qué fondos necesitan mis naos Y nada de alisios Nada de música de mar Exijo catástrofes Rones que intenten echar bruma en mi paso Magias que me abran de nuevo a la inocencia Blancos caballos de furia que hollen la piel con sus cascos más duros ¿A ver qué mínimo dios podría doblegarme? Vientos, vientos, tomen en mi pómulo el grano fabuloso del maizal de mi sangre Que la luz enferma no me alumbre Ni me ampare la sombra Yo anunciaré los caminos las buenas nuevas que anoche trajo el verano Yo traeré a la mesa las viandas más finas Yo alzaré en los dedos el trofeo antiguo de la risa Y estoy seguro será hermoso
TRIGALES
La fiebre derrite el paisaje Los girasoles no siguen al sol esa silueta El trigal que conoce la ternura de una bala se ha espantado El cielo no tolera más dioses que el azul azul enrojecido de la cólera azul donde los niños duelen azul de un misionero evangelista dormido en los caminos esperando el viento veloz que lo empuje al lienzo tembloroso más allá de la desolada geografía del olvido y la soledad es un viejo puerto adonde nunca irían los viajeros árbol virgen de pájaros paisaje taciturno y tosco encima de la vida que posee mulos muy finos y anda a pie Los pañuelos Vincent se pudren sin ondear también el viento muere Y el saludo semejante a una oreja huérfana como un ramo de flores Me voy a tomar lecciones gratuitas en la gran universidad de la miseria pero ella era tan amplia pero ella era la gloria pero ella Y el polvo fue dios
FUNDACIONES
fundaste un cuerpo a la medida de la necesidad vasto territorio íntimo bajo el dominio de tu mano
en el interminable estío del trópico vimos crecer pequeñas lunas duales como frutos en el páramo y derramarse las fértiles riadas seminales en la raíz cárdena del día
se poblaron de cedros los valles que arbolaron el sueño y amables las inhóspitas dunas dibujadas en el torso de las novicias inhábiles tras la expulsión del paraíso
bajo el cielo era la apoteosis en una estación sin lindes querría eternizar ese instante en que el sol se detuvo a contemplarnos |