Poeta y abogado. Entre sus poemarios destacan: 44 Poemas (1969), Los pequeños laberintos (1978 y 2003), Tiempo adverso (1982), Confines
peligrosos (1987), Razones de
envergadura (1995), Cuestión de
oficio (1998), Poemas de la Bestia
(1999), y Abrazos partidos y otros poemas
(2003). Selecciones de su poesía han sido publicadas en múltiples antologías y
revistas. Ha sido traducido al inglés y al rumano. Realizó estudios de
literatura en las universidades de Pensilvana y Puerto Rico. Es juris doctor
por esta última (1969) y ejerció la abogacía desde 1970 hasta 1998. Además es
piloto de pequeñas embarcaciones y avionetas. Ha sido crítico de cine y reside
en Puerto Rico. El Instituto de Literatura Puertorriqueña le otorgó el Primer
Premio de Literatura en el año 2004, en
la categoría de Creación, por su poemario Abrazos
partidos y otros poemas. FUEGOS ARTIFICIALES
Poderosa alegría la esperanza cuando uno espera al otro, quieta en el corazón como diamante en su estuche de terciopelo rojo, callada como flor en su capullo sepultada como centavo nuevo en el puño de un niño.
Todo se abre cuando el otro llega: el estuche, el capullo, el puño, todo abre indefensos brazos infinitos.
Todo se hace cristal por un instante, suspendido, expandiéndose, cayendo en aguacero de colores sobre el tiempo y las cosas, la explosión retumbando, como el inmenso corazón de todo.
CANCIÓN DE AMOR
Desde que tú me besas comprendo lo que dicen los boleros. Por eso los reescribo con idénticas letras, las mismas melodías y los viejos arreglos, pero son diferentes porque estás dentro de ellos. Los canto para verte, para que te mires, para decirte lo que siento exactamente.
Si dejas algún día de escucharme porque escuchas a otro, o a nadie y simplemente no te interesan ya nuestras canciones, dímelo, por favor, por si no me doy cuenta. Aunque jamás te pediré que no me dejes, te pido que no me dejes hacer el ridículo.
EN EL PARQUE DEL BUEN RETIRO
No es entender. Entiendo. Es aceptar. Acepto, pues, la juventud que pasa frente a mí desplegando su belleza, y el abismo insondable que separa su voluptuosidad de mi deseo. Acepto el cuerpo donde siempre habito cada vez más extraño y menos mío. Acepto a mis amigos y enemigos porque en unos y en otros me reencuentro. Acepto mis poemas, mi poética, y todo lo que he hecho y lo que no he hecho. Acepto mis manías, mis costumbres. Acepto a mis parientes y a mis muertos. En fin, lo acepto todo, hasta el engaño de alargar la vida viviendo cada hora de este día. |