Poeta y ensayista. Máster en Cultura Latinoamericana. Profesor adjunto de la Universidad de La Habana. Trabaja como Jefe de Redacción de Poesía en la Editorial Letras Cubanas. Ha ofrecido recitales y conferencias en universidades de México, Venezuela y Estados Unidos. Premio Nicolás Guillén de México, en el 2004, y Premio Nicolás Guillén de Cuba, en el 2005. Premio de Literatura Infantil La Rosa Blanca 2005. Premio Samuel Feijóo de Poesía y Medio Ambiente. Finalista en el Festival de Poesía de Medellín, Colombia, 2007. Finalista en el Festival de la Lira, en Cuenca, Ecuador, 2007. Entre sus libros destacan: Canto a la sabana (1983); Tablillas de barro I (1996); Puerta al camino (1992); El hombre cotidiano (1996); Pasando por un trillo (1997); Transfiguraciones (1999); Tablillas de barro II (2000); El racimo y la estrella (2002); Synergos (2005); Encaminismo (2005), Poesía de la tierra (2005), Pensamientos libres (2006).
SYNERGOS
(Fragmentos)
4
Ahora tengo unas ganas enormes de aullar, oh Munch, de dar un largo lamento sonoro como una estentórea muralla china;
oh Munch, en el puente que junta los dos cadalsos me sostendría en la baranda gris para desbridar un gran aullido;
espejo del arte, que guardas el instante raro como una duplicación absoluta, qué bien cromas lo incoloro;
vertería un ronquido extenso, desenfadado de fauces, de modo que exhalara de un soplo todo el ácido del dolor;
porque ahora exhumo un gran dolor que no es élego ni hímnico, ni flemático, ni atlético, ni femenil ni varonil;
es un dolor Vallejo, sin sabor ni expediente, hincado como una mala vértebra en la sucesión congojosa del vivir;
Munch, para un resonar así como los bronquios del alma hay que poner la baranda, el peso del alma sobre la baranda;
luego que marbeteen, que se ausculten, que desahucien como es usual cuando se ha cumplido la honradez del dolor;
ahora daría un aullido de cíclope, de farallón rocoso, de cristal lanzado, de retina pisada, de viento en el desierto;
y no es conmiseración ni perdón ni contribución ni ataque alguno lo que ahora pido, en vísperas de un gran aullido;
sólo deseo deshabitarme el dolor, como un estertor que de pronto sale y se divide en dos rostros que se miran de frente;
luego queda el cráter abierto y regresa el aire del silencio dentro de una inspiración tan larga como un tren;
y va entrando, en anillos de tristeza y consuelo, un color de brasa nocturna como una pequeña fiesta íntima;
y disolviéndose el contorno inmediato, ven los ojos aún rojos del resuello las nítidas palmeras de lo distante;
y los grandes alciones cruzan mientras se levanta convaleciendo el sol sobre las pulidas aguas del océano.
5
Así a dónde vamos a ir, si necesitamos tanto? Si todo se gasta un jolongo de algo, un tranvía de eso y de aquello, un triste diapasón de utensilios;
porque no hay manera, no basta con las manos, no basta con añadir los pies, las rodillas, los codos, los hombros, la cabeza;
no basta: siempre urge una prolongación, un abarque mayor o menor, una hendidura más larga, una extensión más planetaria;
en cuanto se viene desnudos y desnudos nos marchamos, debíamos tener una desnudez intermedia pero no es posible;
nos vamos entretejiendo, envolviéndonos, sucediéndonos, hilándonos y deshilándonos, oh Penélope;
y nos vamos alargando, demorando, sucediéndonos repletos de botones, bocinas, barrenas, oh Odiseo;
grandes son las alforjas de nuestro destino, crecen como los gajos de un milagro, pues vivimos de adminículos;
dependemos de los artesanos que se especializan, de las industrias que se especializan, de los países que se especializan;
toda nuestra libertad radica en el aceite, la sal, la tinta, el petróleo, el papel, el fósforo, el antibiótico;
toda nuestra existencia pasa como un hilo por el que trae el ajo, el distribuidos hidráulico, el mecánico de las imágenes y los dientes;
oh Edison, cómo es posible? hacia dónde vamos a ir si ya necesitamos de este modo? hacia dónde, si somos tantos, y demandamos tanto?;
cuántas cucharitas de diversos tipos, cuántos cuchillitos para los pies, los panes, los pescados;
cuántos espejos y cremas, cuántas tenazas y esmeriles, cuántos títulos y expedientes, cuántos galones y planillas;
cuántas sogas y diademas, detectores y lentes, armas y bebidas, aviones y peinetas, espátulas y misiles;
y hemos olvidado los matices simbólicos del cielo, el sabor del rocío o de la yerba macerada bajo las caderas del amor;
a qué olían las costas de los ríos vírgenes, los langostinos de los arroyuelos, las manos de la amada dentro de las hojas del sasafrás solemne?;
fíjate bien, Tersites, que todo es agotable, insostenible, deleznable, expulsable, pero goza de un acabado perfecto;
fíjate que todo fosforece en líneas puras, pero es para un solo golpe de boca o para el paréntesis fugitivo del mes;
qué se finieron los ebanistas que levantaban aquellos muebles sólidos, aquellas mesas que atravesaban como barcos las aguas de los siglos;
qué se finieron los artefactos solos, que no formaban cadenas de cadenas, que eran inderivables unos de otros como zafados eslabones?;
oh Plutón, vivir para tantas cosas grandes y chiquitas, turgentes y bellas, frágiles y mancomunadas, terminables y extensas;
con cuántos racimos vive el hombre, dentro de qué férulas, árbol que nunca acaba de gajear hacia la totalidad del viento. |