Dirigió la revista Filo de Juego (1983-1987), una de las
publicaciones más importantes de la generación de poetas de los ochenta. Ha
publicado los poemarios: Contracanto de
los superdecidores (1982), El retorno
del ojo pródigo (1986), Libro de
islas (1989) e Instrumentario
(1996). Sus poemas han sido incluidos en varias antologías, entre las que
figuran: Antología de poesía
puertorriqueña (1993); Mal(h)ab(l)ar
(1996), El límite volcado (2000) y Los nuevos caníbales, vol. 2: la más reciente
poesía del Caribe hispano (2003). Su
novela Exquisito cadáver fue premiada
en el certamen Casa de las Américas, de Cuba, en el 2001 y publicada ese mismo
año por la editorial Callejón, en coedición latinoamericana. Por más de una
década dirigió el suplemento cultural En
Rojo del semanario puertorriqueño Claridad.
Ha escrito obras teatrales como Tres
pájaros en una rama (1990), Crónica
natural (1991) y Aló quién llama
(1994), que han sido representadas en Puerto Rico, Colombia y las ciudades
estadounidenses de Nueva York y Filadelfia. Es miembro de la junta directora
del teatro estudio Yerbabruja.
Actualmente se desempeña como docente de lenguas y literatura de la
Universidad de Puerto Rico en Río Piedras.
CIUDAD DEL MUNDO
1.
Carne de la ciudad A lo lejos, la consistencia de la piedra. Y en las aceras me pregunto el origen de los olores de la civilización occidental y qué significó la desnudez para los antiguos atenienses en el momento en que estalló la guerra del Peloponeso
Comerse un estado es comerse un cuerpo en el aderezo brutal de las sensaciones y la ensalada qué más quisiera yo Pero basta con este frío en la Quinta avenida Y la nieve trae la oración fúnebre de Perícles en recuerdo de las primeras víctimas de la guerra como un espejo igual que el espejo de las grandes tiendas
En los rostros veo los huesos descoloridos acomodados en ataúdes de madera de ciprés Yo sólo soy un bárbaro vestido para la ocasión Avanzo con la voluntad de los árboles y la velocidad de los árboles -es decir, es decir- tengo el infortunio de las primeras víctimas que el estado ya no nombra alimentándose de ese anonimato
Y quisiera al menos comerte, ciudadana con la misma frialdad de los guerreros desnudos en el friso del Partenón en medio de una cólera mirando sobre el hombro de piedra para controlar el calor de la carne ciudadana quisiera morderte las palabras justo antes de saltar de los labios -Mi deseo es reconocerte en la igualdad del ágora-
2.
la arena convierte en realidad aquello que canta la fama -Marcial-
Mi mano se extiende más allá de la segregación y me siento escenógrafo de esta locura con nombre de ciudad mundial. Pinté un cuadro de uvas tan magistralmente que los pájaros, seducidos, descendían a comer del racimo De la misma forma otros han hecho la guerra en un verdoso juego de luces nocturnas. La ausencia de carne destrozada seduce. Ejércitos de gladiadores combaten en los anfiteatros narrados en conferencias de prensa. Mi mano se extiende como parte del cuerpo silencioso que sabe que las uvas no tienen más sabor que la seducción de los pájaros, por eso digo estas palabras y escribo sedosamente que me alimentaré de carne cruda alumbrado en el juego de las luces nocturnas.
Recorro las calles -largos muslos de nodriza- siguiendo el perfume de las damas tan fuerte como la leyenda del oro escondido debajo de las torres.
3.
Entonces, perdóneseme el colmillo, la mirada de perro alucinado. Nada hay en los anaqueles de las farmacias que me cambie esta sonrisa de vidrio o la piel sedosa para la seda o áspera para la aspereza. El cielo aquí es un cuervo de agua a punto de caer. Las manos en los bolsillos aparentan armas a punto de salir a mostrar sus cañones en la esquina. Y es que siento que por ahí andará el ladrón exitoso pendiente de sus acciones en el letrero que da a la Avenida, ese sube y baja del misterio de la economía. Pregunto dónde están los árboles, allá afuera. Entonces pospongo la muerte, prefiero mirar la larga avenida en la que danza una larga cabellera roja a la que imagino sobre un caballo negro.
Nadie ha muerto en mis manos Nadie podrá morir entre mis manos porque los cadáveres son propiedad de la ciudad. Sobre ellos se levantan estos altos rascacielos. Hay un olor a sangre, lejos, lejos, pero los extranjeros llenan el aire de otros aromas gentiles y sabrosos. Al lado de este edificio huele a albahaca y en la acera a jengibre -pienso en Gengis Khan- y por eso pospongo el crimen para luego mientras, la arena convierte en realidad aquello que la fama canta.
4.
Ser asesino cansa. Caigo sobre mi propio cuerpo. Ella me besa para impedir que salgan mis palabras de caníbal. En las noticias aplauden cada vez que la luz estalla. Yo sólo pienso en el hambre, allá lejos, lejos, donde mi mano no alcanza. Lejos de Canibalia, aunque ése no es su verdadero nombre. |