Soleida Ríos (Santiago de Cuba, 1950) Poeta y promotora cultural. Graduada en la Universidad de Oriente, en 1979, en Profesoral Superior, en la especialidad de Historia. Ha publicado, entre otros, los libros: De la Sierra, De pronto abril, Entre mundo y juguete, El libro roto, El texto sucio, El libro de los sueños y Antes del mediodía. Memoria del sueño. Sus textos aparecen en numerosas antologías de la poesía cubana y en revistas editadas tanto en Cuba como en el extranjero. Ha sido invitada a eventos y encuentros literarios en diversos países como Ecuador, Colombia, México, España y Francia. Parte de su obra se encuentra traducida al inglés, francés, italiano y portugués. En 2012 obtuvo el Premio Nicolás Guillén de poesía. Pertenece, desde 1980, a la Unión de Escritores y Artistas de Cuba.
ÚLTIMO REZO PARA LOS OJOS DEL TRAIDOR
No existirán los pasos que no llegaron a la puerta no existirá la mano que no toque o empuje y abra la hoja clarísima no existirá la voz como un pez será mudo como un pez vivirá bajo las aguas aquel arroz que iba a su boca ya cesó hilo de cobre será por donde pase el trueno y tienda una música ronca un sol cortado en dos
como una sola vez los grandes animales se perdieron como una sola vez las raíces del árbol fueron pobladas por el humo del fuego fatuo y por el diente de la hormiga así se irá pudriendo en el camino aquella sombra aquella sombra el gesto de una mano que fue con cinco dedos con sus cinco sentidos con su nombre y su cuchara ardiente era dirán en su ojo fijo ya no hay sueño.
MALEVA Y LOS NIÑOS EN EL PARAÍSO
Los únicos paraísos no vedados al hombre son los paraísos perdidos. -J.L.Borges-
En el jardín y más al fondo, en los ojos de Maleva los niños se tiran de los árboles.
Aquellos niños puros que ya fuimos cubiertos por pañales blanquecinos se tiran de los árboles. Pero se tiran a morir a que nos olvidemos. Y se tiran riendo porque disfrutan de antemano la pena que vendrá la desesperación en que más tarde o más temprano sucumbiremos todos.
La muerte de los niños no está escrita. Ellos la prefiguran en la rareza de sus juegos. Ayer, si no es que hace un instante o hace doscientos siglos los niños figuraban ciertos juegos como en una nostalgia de niños anteriores. (Los primeros, los últimos que vuelven a comenzar las filas ya no figuran nada, gritan carne de momia carne de momia queremos la cabeza del escudo.) Quiénes simulan ser los últimos. Quiénes son los primeros.
Los niños hace un instante o hace doscientos siglos entraron al jardín con papeles marcados. Se tiran de los árboles. Se tiran.
UN POCO DE ORDEN EN LA CASA
Para mi hermana Olivia
Esto está oscuro y tiembla. Mi padre, el padre del que todo lo puede ¿me ha mentido?
Yo decía si viro, si retrocedo muero. Vi a la gente gritar, vi a la gente muriéndose, con pan sin nada que ponerle pero gritando vivas verdaderos en sus casas de tablas remendadas caídas ya de frío y de esos vivas.
Vi a la gente, esa gente era yo mi madre mi padre loco en un cuarto enloquecido el padre de Renté que no aparece en mapamundis ni en diccionarios ni en los coloquios internacionales. Ese que digo no está vivo ni muerto. Yo lo boté en el secadero. Las monedas mensuales tiradas por esta mano mía que no es mía ni es la mano de nadie a la furia del viento y al camino de El Triunfo. Me mandaron, ve y tíralas. Boté lo que era mío. Más bien boté lo que nunca fue mío.
Ahora se dice abajo, en ese tiempo no en ese tiempo éramos bellos nos llamábamos bellos, gente con suerte seres mágicos que cambiaron el rumbo porque decían amar al pobre no es más que amar a Cristo. Cristo está en los maderos
clavado en una cruz (hizo muchos milagros) clavado en una cruz entre ladrones.
Mi padre, el padre del que todo lo puede ¿me ha mentido? Sus hijos, los apóstoles, lo van a divulgar. |