Miguel Barnet (La Habana, Cuba, 1940) Escritor, poeta y antropólogo. Obra poética
publicada: La piedra fina y el pavorreal,
La sagrada familia, Carta de noche, Mapa del tiempo, Actas del final, Vestido
de fantasma, entre otros. Sus más relevantes novelas testimonio son Biografía de un cimarrón, Canción de Rachel,
Gallego, La vida real y Oficio de
Ángel. Su obra ha sido galardonada con el Premio Nacional de Literatura,
1994; Premio Internacional Trieste-Poesía, 2005; Premio Internacional Camaiore,
2006; Premio de Cuento Juan Rulfo, 2006;
Premio “José Donoso”, de la Universidad de Talca, Chile, por la obra de
la vida, 2007; y el Premio de Poesía de
la Academia Eminescu, 2011.
FE DE ERRATAS
Donde dice un gran barco blanco debe decir nube donde dice gris debe decir un país lejano y olvidado donde dice aroma debe decir madre mía querida donde dice César debe decir muerto ya reventando donde dice Abril puede decir árbol o columna o fuego pero donde dice espalda donde dice idioma donde dice extraño amor aquel debe decir naufragio en letras grandes
EN EL BARRIO CHINO
Yo te espero bajo los signos rotos del cine cantonés Yo te espero en el humo amarillo de una estirpe deshecha
Yo te espero en la zanja donde navegan ideogramas negros que ya no dicen nada
Yo te espero a las puertas de un restaurante en un set de la Paramount para una película que se filma a diario
Dejo que la lluvia me cubra con sus raíles de punta mientras presiento tu llegada
En compañía de un coro de eunucos junto al violín de una sola cuerda de Li Tai Po yo te espero
Pero no vengas porque lo que yo quiero realmente es esperarte
FLOWER POWER Para Paul McCartey y John Lennon
Me puse a comer flores, comí flores en PicadillyCircus, -moriré- dije para mis adentros; capullos, colecciones de dalias de todas las estaciones, ¡qué decir! Me vestí de músico holandés en la Casa Redonda, fui el flautista de Hamelin, estuve presente en la resurrección; tarde o temprano, pero llegué y me llenaron de flores el pelo, las muñecas, una flor en el ano, otra en el prepucio, de este a oeste cubierto de margaritas del Japón y girasoles ennegrecidos, todo reducido a una flor en la frente. Me vestí de pirata, de gladiador en las arenas de Roma, amé el poder de las flores quince minutos de mi vida, irreparable amor tuve a los pájaros de lejos. El incienso y el crepúsculo se confundieron en mis ojos y el arte cinético los declaró culpables. Entré suavemente en el invierno, marejadas terrestres, alta mar moviéndose contra la corriente. Hice una hoguera también en Picadilly y me erguí silencioso con la espada de Enrique Octavo en la mano. Amé los ladrillos londinenses, los círculos concéntricos, el orden y el desorden. Fui con una calabaza atómica, un melón Con dos medallas turcas en los ojos. Entré suave, extrañamente, en el invierno abrupto, desconocido para mí. Canté fuerte ante las ruinas celtas de Salsbury y bebí Guinnes hasta por los codos. Quince minutos de mi vida fui el Ángel Tropical, las alcantarillas de Oxford, Cobra, El León Rugiente. Quince, quizás veinte minutos de mi vida, amé el poder de las flores, ágil y profundo, y te dije: amor, aquí podríamos permanecer tú y yo, como dos oscuros conejos, para siempre.
EMPUJANDO UN PAÍS
Yo soy el que anda por ahí empujando un país
No es una fantasía, es cierto, me he pasado la vida empujando un país
Con grandes piedras del camino y mis zapatos gigantes he ido poco a poco empujando un país
Contra los grandes vientos y la noche que chirría en sus goznes, contra la falta de oxígeno y los malos presagios he hecho lo indecible por empujar un país
Pero hay muchas otras cosas que hacer como amar en lo oscuro, sin paredes por cierto, o desgranar el arroz cotidiano con sabor a coleópteros, o limarse las uñas frente a un espejo de azogue, o jugar a la pelota con los niños estrábicos del barrio
Así que perdonen si no escucho las quejas de mis contemporáneos
Yo no puedo hacer otra cosa que seguir empujando un país |