Estudió en las universidades de Puerto Rico (Río
Piedras) y Emory (Atlanta, EUA), donde se doctoró en literatura
latinoamericana. Es autor de Animal
pedestre (Puerto Rico: Terranova, 2004), Escrituras de desencuentro en la República Dominicana (México:
Siglo XXI, 2005) y La isla y su envés:
representaciones de lo nacional en el ensayo dominicano (Puerto Rico:
Instituto de Cultura Puertorriqueña, 2003). Enseña en el Departamento de
Español y Portugués de la Universidad de Toronto (Canadá). Editó la revista
cultural electrónica El Mono Adivino.
RAZONES DEL MIEDO
...si estuvieras aquí, si vieras hasta qué hora son cuatro estas paredes. -Vallejo-
Afuera ya no hay ruidos sino los necesarios. No así dentro. Aquí las manos giran y saludan con la súbita prestancia del ausente que regresa como una intemperie de matices probables y remotos. El tiempo del adentro sujeta la demora y artificia el curso fijo de los abecedarios. Desde aquí me confundo como otro factor entre la turbamulta lívida de sus instrumentos. Algo de distancia habrá en el filo de las formas que las vuelven insondables, un quién sabe qué de lentas figuraciones agotando la lámina del suelo sin el menor espanto. Deferencia debo a estas paredes en su ademán de límite baldío. Padecer la inmediatez de tal visaje es conocer del miedo y su razón que nunca es sola sino la impertinencia de salvar esta frontera sin plan concreto, sin orden que defina el avance o retirada de esta ciudad menor, de este jardín hostil que todos llaman mi habitáculo. ¿Presagiaré el escarnio de sus pliegues? ¿Maliciaré la conjura de este cuarto en que se templan los augurios con el silencio de lo intacto?
PROMETEICO
Por este mundo en blanco se conjura cada víspera una suerte de reencuentro. Cauto se detiene el aire, el linde avieso principia los rumores. Observa el espacio una lejana exigencia compartida.
Dónde encontrarse con el tedio bajo los párpados es un lacónico reparo de promesas dispuestas ante la espuria silueta de la muerte.
¿A qué esta farsa de agonía?
Fuera el prístino hacedor y a volverse tornarían las fauces del apócrifo fingidor de notas, minúsculo impostor, famélico oficiante. Ese inquieto signo curtido de rigores: la palabra, pide se le presente de sus nombres el más certero, el apenas insinuado en lugar alguno. Luego el silencio.
Por este mundo en blanco algunas cosas quedan: una línea arcana, un aire, el reparo de la tinta obsesa con el fuego.
VUELTA
Volver ajeno, como quien regresa. Andar oculto, como quien nos mira. El retorno es un furor cifrado contra letras imposibles, la pátina de horas y memorias si digo soledad para buscarte, un intento, pues, de mordedura. El olvido, al contrario, es una ficha marcada que fija en el tiempo su envés. Con ella se negocia la precaria tregua de los cuartos, perdida ya la mínima cordura al presenciar que al contacto cotidiano de las cosas una maraña de pasos breves avanza copiosa. |