Apodado el rojo o el Wichy. Poeta, narrador,
cortometrajista y dibujante. Fue uno de los fundadores de la revista literaria El caimán barbudo. Estudió Letras en la
universidad de la Habana. Entre sus libros figuran: Cabeza de Zanahoria (Poesía), Las
quince mil vidas del caminante (Poesía), El cuarto círculo (Novela), Y
si muero mañana (Novela). Por su obra literaria obtuvo diversos
reconocimientos. Fue guionista de varias películas. Es considerado uno de los
poetas más representativos de su generación.
AMA AL CISNE SALVAJE No intentes posar tus manos
sobre su inocente Confórmate con su salvaje lejanía
EL ÚLTIMO CASO DEL INSPECTOR
El lugar del
crimen
El asesino
La víctima
El testigo
de excepción
El arma del
crimen
PÉRDIDA DEL POEMA DE AMOR
Para Luis Marré
Ayer he escrito un poema magnífico lástima lo he perdido no sé dónde ahora no puedo recordarlo pero era estupendo decía más o menos que estaba enamorado claro lo decía de otra forma ya les digo era excelente pero ella amaba a otro y entonces venía una parte realmente bella donde hablaba de los árboles el viento y luego más adelante explicaba algo acerca de la muerte naturalmente no decía muerte decía oscura garra o algo así y luego venían unos versos extraordinarios y hacia el final contaba cómo me había ido caminando por una calle desierta convencido de que la vida comienza de nuevo en cualquier esquina por supuesto no decía esa cursilería era bueno el poema lástima de pérdida lástima de memoria.
EL ENTIERRO DEL POETA
A Víctor Casaus Dijo de los enterradores cosas francamente impublicables. Blasfemaba como un condenado y a sus pies un par de águilas lloraban pensando en las derrotas. En el entierro estaba Lautréamont, yo lo vi desde mi puesto en la cola: dejaba el sombrero al borde de la tumba y cantaba algo triste y oscuro (lloraba honradamente, ya lo creo, y los caballos devoraban higos en silencio). Hubo discursos, sonrisitas de Rimbaud junto a la cruz, paraguas abiertos a la lluvia como a él le hubiera gustado. Hubo más: hubo viernes y canciones funerarias, palomas que volaban sin sentido, como niños, versos oscuros, la hermosa voz de Aragón, suicidios deportivos de Georgette y nunca más y hasta siempre. A la hora más triste del asunto no quería bajar porque decía que allí estaba oscuro. Pero estaba muerto y hubo que bajarlo. Los sombreros abandonaron las cabezas, se alzaron copas, adioses, letreros de nunca te olvidamos. (Un joven poeta a mi derecha le mesaba las rodillas a la muerte). Lo bajaron. Se aplaudió en forma delirante; la gente corría como loca asumiendo lo grave del momento. Lo bajaban. Las mujeres lloraban en silencio porque bajaban las águilas, los sueños, países enteros a la tierra. Se intentó una última sentencia: Nerval se acercó con una tiza y escribió con letra temblorosa: Su cadáver estaba lleno de mundo. Desde el fondo, Vallejo sonreía sin descanso pensando en el futuro, mientras una piedra inmensa le tapaba el corazón y los papeles. |