Escritor, editor y profesor. Licenciado en Periodismo.
Autor de los títulos: Apuntes de Mambrú
(1993, Premio de la Ciudad de Santa Clara 1992), En el buzón del jardín (1999 y 2002, Mención “Ismaelillo” 1997), El flautista en la cruz (2000), Soldado desconocido (2001, Premio
Fundación de la Ciudad de Santa Clara 2000), Crónicas martianas (2001, Premio Fundación de la Ciudad de Santa
Clara 2000. 2ª ed. 2007), Fotógrafo en
postguerra (2004), Lluvia (Serie
Pinta-cuentos, 2004), Los dioses
verdaderos (2005, Premio Fundación de la Ciudad de Santa Clara 2004), Ese jardín perdido (2006, Premio
Fundación de la Ciudad de Santa Clara 2005), y La calle de los oficios (2007, Premio Memoria 2006). Cuenta en su
haber con otros premios como: Abril (1994), Bustarviejo (1996), Regino Pedroso (1998),
Razón de Ser (2000), Eliseo Diego (2000), Premio de la Asociación de Editores
de Estados Unidos por la edición del libro de Carilda Oliver Labra Con tinta de ayer (2000), Amor Varadero (2001). Mención en la II
Bienal de la Décima, Villa Clara. Aparece en la antología Los Parques y muchas otras, tanto cubanas como extranjeras. Es
miembro del grupo «Club del Poste», dedicado a la décima humorística.
PERO SUCEDE QUE HOY EL TIEMPO SE HA SENTADO A MI MESA
Pero sucede que hoy el tiempo se ha sentado a mi mesa y me ha mirado con un ojo tristísimo porque el tiempo siempre tiene un ojo cerrado y me ha dicho la vida los puntos cardinales el amor
el tiempo y yo hemos hablado durante mucho yo he leído en su pipa silenciosa que también soy el tiempo él escuchaba los espejos cuando niño pero ahora padece de nostalgias ahora nosotros detenemos y él se teme ha planeado el suicidio hoy pude haber escrito una carta de amor éste pudo ser mi día de cantar donde las catedrales pero sucede que hoy el tiempo se ha sentado a mi mesa y me ha mirado con un ojo tristísimo
CRÓNICA DE CINE
Me gustan las películas donde ganan los malos. El cine fue inventado para que los protagonistas regresen vivos de todas las batallas; pero sin malos no habrá batallas ni protagonistas. De no existir los malos, ¿quién bajará al infierno por rescatar a una mujer? De no existir los malos, ¿cuál pretexto inventarán los buenos para sobrevivir? Lo único eterno son los malos. Los malos son los verdaderos héroes. Sin amar a los malos no hay grandeza; es demasiado fácil estar de acuerdo con la diva o el galán.
Me gustan las películas donde ganan los malos porque nadie más malo que yo mismo. Yo reparto boletos. Yo prendo el proyector. Anuncio en cartelones las escenas del crimen o el rapto de la novia.
El cine fue inventado para pagar porque otros sufran. Ahora cientos de malos vienen a mi taquilla, lanzan al aire su moneda firme: menos su propia maldad, todo lo apuestan por el héroe.
Ahora no existe nadie más malo que yo mismo. Yo fijo el precio por mirar un falso porvenir. Y abro la puerta. El cine fue inventado para pagar porque otros sufran. El cine fue inventado para ponerle voz a la desgracia.
EL NACIMIENTO DE MAMBRÚ
Te llamarás Mambrú. Tu doble irá a la guerra, y los dos cantaremos qué dolor cuando pasen los soldados sobre el puente.
Ya lo sabrás, Mambrú: los soldados se matan por un rey al que no han visto respirar; la guerra queda lejos. Qué dolor: el pañuelo jadeante de la novia, el pañuelo que silba junto al tren, y el tren se arrastra sobre el puente de los tristes.
La historia queda lejos. Qué dolor: esa novia que gime no es la historia. Y la muchacha que olvidó nacer a la hora precisa para aplaudir al padre que nunca volverá, y esos soldados que pasan, nunca fueron la historia.
Tú has nacido en el puente de los tristes. En este sitio, nacer no es derramarse si no estar condenado a no partir. Aquí vienen, llorosos, el leñador, el ministro, el nigromante. Aquí se dan la mano ladrones y verdugos: todos tienen un doble que roba o guillotina. Ya lo sabrás, Mambrú: tu doble un día volverá de la guerra, y no estará la novia. Qué dolor.
Hijo: la soledad no tiene doble; la soledad viaja en el tren de los soldados para que el puente vibre, y tú y yo nos abracemos, y cantemos de nuevo qué dolor. Las palomas no vienen al andén cuando regresan los soldados. Aquí no nacen héroes. Qué dolor. Qué dolor. Qué pena. |