LA NOCHE ENTERA
Fuensanta: ¿tú conoces el mar? dicen que es menos grande y menos hondo que el pesar. RAMÓN LÓPEZ VELARDE I
Nunca miramos el mar, nunca nos detuvimos a mirarlo inalcanzable. su furia contenida por años ruge sin parar y las palmeras inmóviles, oleadas de sofocación, cortinas, entrecerradas ventanas. Tanto calor como para fundar diez mil infiernos; arden las paredes y mi cabeza arde en las brasas de este tiempo.
Nunca miramos el mar, nunca entrecerramos los ojos para mirar el mar de abril.
II
Apoyado en la ventana te esperé la noche entera. La noche era un camino que no se podía recorrer con calma, extendía sus fronteras hacia donde no era posible esperar. Porque el corazón no puede soportar las heridas que produce la esperanza, la noche era un sesgo que nunca aprendí a tomar con sigilo.
Tú me atormentabas diciendo que llegarías más tarde con la indiferencia que se da la hora a algún desconocido. Mi corazón era un volcán extinto que de repente exhala pequeñas fumarolas recordando el tiempo de erupción. Pero aquel día mi paso fue más lento, y llegué tarde, me esperabas con los jeans color rosa y tu cinta para el cabello y tus zapatos, y tu bolso de mano y tu llavero y los rasgos de tu blusa y tu indiferencia del mismo color. Parecías no advertir que te miraba, y pensé que estabas sola, que no esperabas, que estabas muy lejos de casa, de los sabores resecos del invierno, que no pertenecías a nadie, ni a ti misma, mientras te maquillabas sin prisa mirándote al espejo y agachabas la cabeza como avergonzada. Ese día llegué tarde pero hicimos el amor con toda calma, luego te pusiste mi camisa color vino y pedimos comida china, relucían tus blancas piernas donde yo recostaba mi cabeza para recordar tu gesto entristecido de la espera.
Porque la noche extiende sus dominios sobre todos los que anhelan el retorno de alguien que nunca volverá, mi corazón contiene aun las furias de aquel mar que siempre nos fue inalcanzable. Nunca miramos el mar, nunca entrecerramos los ojos para mirar el mar de abril.
LA ESPERA Para Antoni Marí
Desde el fondo de la soledad y aún más de la desdicha, si es dado que una ventana se abra, se puede, asomándose a ella, ver, pues que andan lejos e intangibles, a los bienaventurados. María Zambrano
Siempre estamos solos, el mundo no existe allá afuera, ni la apretujada multitud, ni los campos, ni los bosques, ni las playas propicias para el sosiego.
Cuando asecha el sueño o la esperanza o el dolor, estamos solos, nadie nos espera de vuelta, nadie recuerda nuestros mejores momentos; (nuestra fugaz parcela de felicidad.)
Cuando asecha el insomnio o la incumplida promesa o la fe, cerramos los parpados como para dormir y la memoria repasa con precisión los despojos del día, porque estamos inquietos y reinicia la mañana en sus vendimias ásperas, su duermevela en todo lo que está al alcance entre los sueños infantiles y la reumas de la vejez.
Cuando estamos en medio, miramos hacia atrás sin remordimiento el paso del recuerdo que no produce temor, reconocemos el odio, negamos abrir los ojos porque ha sido insuficiente la noche y escuchamos el mundo que nos llama, su ayuna indiferencia, sus trajeadas prisas, los desocupados asientos de la fortuna que se han alejado del todo aunque sigamos tan solos, aunque sigamos tan solos, aunque sigamos tan solos y solos y solos, como para morir.
A LA MANERA DE VIRGILIO, EL DE MATANZAS, ME QUEJO
A Waldo Leyva I
Si mi reino fuera de este mundo y no del otro, donde podré algún día conocer la esperanza. Si mi reino no flaqueara por lo lejos que me queda, si no tuviera que morir para conocer el amor correspondido y la gracia.
Si mi reino de este mundo fuera, ahora mismo abdicaría por caminar sin rumbo sabiendo, que no es fácil morir, no es fácil renunciar a la caricia de quien más se ama.
Si fuera de este mundo mi reino, qué poderes, por Dios, qué poderes, si de este mundo fuera mi reino alargaría la noche por decreto y el sol con los dedos unidos de todos mis lacayos taparía.
Si mi reino de este mundo fuera ¿Dime rey, so fuera in este mundo? Si fuera de este mundo mi rey… No.
II
Si fuera de este mundo mi reino, tal vez en la cruz no moriría, extendería mis manos hacia las cosas de siempre y no curaría enfermos, ni vino del agua, ni agua de las piedras, ni mis pasos sobre el río porque son grandes mis pies y se hundieron hace tiempo, y se pudrieron hace tiempo.
Si mi reino fuera de este mundo quizás yo no sería.
III
La muerte anda en secreto y ronda los rincones de la ciudad donde nadie espera a nadie. La muerte ronda el aire, el agua, el reflejo de las hojas que el otoño arranca a los amantes que mañana llorarán por no estar juntos. La muerte ronda sin saberlo nadie por el río, por la sangre, adentro, y hace migas con los sauces, con las manchas del jaguar que pronto oscurecerán la tierra. Sin saberla ronda la muerte nuestros pasos, sin ganas de salir corriendo a donde ronda ronca la soledad de otras gentes, donde la muerte ha saciado sus ganas de fermentar la tierra de los sauces, de la tumba, del jardín, la de las manchas de jaguar, oscurecidas.
Como la muerte ronda los secretos de la vida y nos alcanza, es mejor navegar hacia donde el río rebasa su horizonte.
NO HABLO DEL RÍO
No hablo del agua no de la cuenca no del lodo No hablo de la ribera no de los peces no hablo de las crestas que convoca el viento
No hablo de la transparencia que desborda no que inunda atrapa infecta ahoga olvida
No hablo de las plantas que florecen no sin la lluvia No hablo de tesoros extraviados por no nativos ni de monedas no de oro lanzadas por revolucionarios No
No hablo de armaduras con esqueléticos recuerdos atrapados en metal No hablo de jaguares en plena cacería ni de cocodrilos partiendo antílopes por la mitad como se parte en dos una página No hablo de cascadas que es como se llama a los ríos que se lanzan por los aires siendo ríos a los ríos que se lanzan al abismo sin terror No hablo de cayucos ni de anzuelos no de peces fugitivos del engaño
No hablo de amarillas alfombras movedizas coronando la corriente sin su brillo
No hablo de embarcaciones no del margen que se puede alcanzar con la mirada ni de iguanas caminando como Jesucristo sobre el agua No hablo de serpientes
No hablo de la palabra río no de las letras que conforman la palabra no hablo de la tilde que cae solitaria gota de una lluvia apenas iniciada No hablo de la palabra río
no de las letras que conforman la palabra
El río es otra cosa
que apenas puedo ere í o |
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