José Ángel Leyva (Durango, México, 1958). Poeta, narrador, periodista, editor y
promotor cultural. Ha dirigido
importantes revistas nacionales, entre las que destacan Alforja y
La Otra, revista de poesía+artes
visuales+otras letras. Hasta el 2013 dirigió la Coordinación de
Publicaciones de la Universidad Intercontinental. En la actualidad dirige el
proyecto editorial de La Otra. Obtuvo
el premio nacional de poesía "Olga Arias" (Gobierno de
Durango-Bellas Artes) con el libro Entresueños, en 1990, y el Nacional
de Poesía convocado por la Universidad Veracruzana, en 1994. En 1999 recibió el
premio del XXIX Certamen Nacional de Periodismo, en el área de reportaje
cultural, otorgado por el Club de Periodistas, y en el 2009 y 2010
respectivamente por la revista UIC. Foro
Multidisciplinario. Ha publicado
más de 15 obras, entre las que destacan: Libros de poesía: Catulo en
el Destierro (México 1993 y 2006; Francia, 2007; Colombia 2011), Entresueños
(1996), El Espinazo del Diablo (1998), Duranguraños (2007), Aguja
(España, 2009), (Italia, 2010), (México-Quebec, 2011), Habitantos, Colombia 2010, Cristales
Sólidos, Colombia, 2010, Carne de
imagen (antología, en Monte Ávila, Venezuela, 2011), Tres cuartas partes
(México, 2012), Destiempo (antología,
UNAM, México 2012), En el doblez del
verbo, Caza de Libros (antología), Colombia 2014. Libros suyos han sido traducidos íntegros al francés,
italiano, inglés, portugués, serbio, y parcialmente al polaco y el sueco. Otros
de sus libros son: La noche del jabalí. Fábulas de lo efímero (novela), 2002. Periodismo literario: Coordinó y forma
parte de los libros Versoconverso (Poetas entrevistan a poetas
mexicanos), México, 2000; Versos
comunicantes (Poetas entrevistan a poetas iberoamericanos) 2001. Versos
Comunicantes II, 2005; Versos Comunicantes III, 2008. Taga el
papalote, 2005 (libro para niños).
NAGUAL 10
Poeta
Al final uno se convierte en lo que escribe o no con mano propia Quién habrá de creer en tu nagual si no olfatea el temblor de la imagen aterida muerta de miedo ante los ojos que la observan
Borrón mancha signo tipográfico Tinta sin control en el papel desierto Chorro de sombras en la hoja infestada de olvidos predadores de lo nuevo Urgencia de oxígeno en la cumbre o en el fondo donde no volamos ni anduvimos con las branquias puestas
Levantas la tapa y ves tu propia muerte Bulle el gusanero de letras debajo de un título y de otro Parecen luces de neón cubiertas de ceniza Tu máscara y tu nombre ocupan el lugar de esa persona que no llegaste a ser Un día cualquiera la ahogaste con la almohada Algo de ti quedó en su testamento Acabas de nacer Alguien te lee
LÍNEAS Entre dos puntos la línea divide un infinito los límites de un cuerpo de un volumen el comienzo de la imagen El pincel con fibras asombrosas se desliza entre espectros de manos dibujantes Durero Leonardo Doré Shitao Klee Alambres nerviosos del silencio Caligrafías de los sentidos y del sueño Un lápiz desmadeja las formas informales el presente amorfo de recuerdos del futuro las rayas de la palma y de los dedos en cuevas muros y peñascos En las manos que escriben va la suerte del grafito con su punta desgastada Resistencias cuerdas filamentos espirales encendidas por Ariadna en las cavernas en la mirada medio humana de la bestia al descender a la rúbrica y al trazo la línea es frontera y es principio de quien escribe y dibuja sus fantasmas MI ABUELO
Mi abuelo tenía unos largos cuchillos afilados y un extraño silencio de sauce en las pestañas Dice mi padre que era experto en matar de un solo tajo abrir las bestias en canal y desollarlas con pericia Desvanecer en cortes cirujanos a la presa Mi abuelo José Ángel no pensaba en el dolor ni en la muerte de la carne Cada mañana en su interior se desangraba una palabra Un pinchazo al corazón se le clavaba al hundir el pan en el café matinal en medio de los fiambres Imaginaba que encendía temprano un horno amasaba harina y enseñaba a los nietos a inventar formas con nombres que se encienden al calor del barro El carnicero despertaba en su local de garfios y de sangre Rebanaba piezas de res de cabra de cerdo de cordero Callado Regalaba a la clientela una sonrisa calma A veces el alcohol recuperaba el sueño el aroma del pan las ascuas brillantes de sus ojos grandes Tomaba la calle con risa y voz desconocidas Compraba en el retorno a casa la mejor repostería Murió el abuelo porque el trigo le dolía al miocardio antes de conocer nietos y de ser viejo Sus hijos heredaron de mi abuela el magisterio y una sentencia que dijo era de José Ángel “La palabra es al hombre lo que el hombre a la palabra” Abandonó la familia el matadero por un salón de clases En mi infancia recuerdo a mi padre sacrificar animales con manos de maestro escribir discursos y poemas para grandes banquetes en una comunidad analfabeta También lo vi hacer hornos y pan junto a mi madre Ahora me pregunto al escribir sobre el abuelo En dónde quedaron sus largos cuchillos afilados Los nombres de la harina En dónde la palabra-carne TONINÁ Un camino de hormigas abre el rastro allana la maleza hasta la piedra Aún se escuchan los pasos olvidados de los indios que erigieron monumentos a la luz Perduran las estelas mayas con todo y sus pirámides También el zumbido de las flechas lanzadas a los cuerpos estelares ¿En dónde comenzó la muerte a ser agricultora de los vivos? La exploración del cielo la cifra vertical En el telar de los primeros cuentos borda un vigía el destino de los héroes inmortales Urde la mente los hilos de su propia sombra Ilumina la noche con ráfagas de dudas Las cuelga del pozo firme del silencio El ojo estanque rebosa de memoria Los dioses se ahogaron en la imagen de los hombres en sus pupilas espejos de obsidiana La verdad descarnada se aproxima El pozo de los astros se llenó de polvo Reposa en el fondo la palabra de los muertos Toniná es un camino de hormigas militares Arrasan con su verde infértil la maleza y ondean su bandera incrédula donde ventea el hambre del jaguar Han plantado los insectos su campo insustancial El orden brutal de medallas y de estrellas Garitas recelosas del tiempo de un pasado presente en las miradas El verde olivo despliega sus cuarteles Toniná es una punta de dardo constelación de signos en espera Allí muy cerca se escucha el clarín tembloroso de la guerra Los hombres de maíz observadores del cielo descubren las señales de los sueños
BOGOTÁ
El filo de la noche me rompe la suela del zapato
Llueve
Al pie de Monserrate mis plantas Son verdes también como los negros ojos El calcetín recorre la séptima carrera Sin prisa la décima la trece el maratón de niebla en la sabana
En el futuro estuve aquí Tenaz como el pasado Y en el ayer que es hoy Su geometría rondaba mi ignorancia
No para de llover Ladrillos y piedras me indican Que voy de atrás para adelante La candelaria envejeció desde el recuerdo
No para de llover La juventud de Bogotá borbota en las aceras Forman arroyos sus risas sus deseos Saltan como hongos de humedad las voces Caderas senos pasos devenir en baile
No tengo zapatos suficientes para expresar la intensidad del tiempo Habrá cielo despejado Con sol bajo la suela
EL ÁRBOL DE LA MUERTE
El viento aclara la novedad del follaje Entre los huecos de los pájaros anidan el estupor y la zozobra Puñados de sombras parecen agitar las ramas Sólo ausencias se desprenden del árbol de la muerte Cuelgan sin gravedad medusas del dolor Vienen desde abajo con la raíz en la cabeza del gusano que aprende a florecer sin frutos
EL POETA LLEVA UN TIRO EN LA CABEZA
a Fausto
Pensaba que la muerte no dolía mas sintió una explosión de dolor en la cabeza Era un joven intenso de Colombia Hombre niño viejo
Le gustaba arriesgar el corazón en la ruleta y jugar a darle sentido a las palabras a ponerle nombre a los sucesos que la demencia y el horror definen innombrables
Se puso a revolver las letras del revólver Se puso el chaleco salvavidas Alquiló su vida como escolta
¿En qué país estoy? se dijo cuando la bala le rompía la frente y se alojaba estupefacta en el cerebro
Nunca perdió el conocimiento ni la imagen vívida del arma ¿En qué país estoy? interrogaba a los curiosos el guardaespaldas boca arriba con ojos de poeta de mártir de extraviado de suicida
¿En dónde sobrevivo? se pregunta Ese hombre cuando escribe y le pesan los versos como plomo y le vuelven los nombres de la muerte
¿En qué país en qué país? repite la bala estacionada en la cabeza.
LA POESÍA
Pasaban los árboles veloces de mi infancia El autobús me arrancaba de los ojos uno a uno los pinos y las nubes Devoraba el asfalto tembloroso de la sierra Yo dije la palabra inútil y vi la mirada de la muerte Su tieso semblante y la rigidez del aire que no pesa y no camina ¿De qué están sembrados los sepulcros que no echan hacia fuera gusanos sino flores? Toc toc toc toc toc toc Sonó mi cráneo o calavera hueca Alguien llamaba desde el bosque Pasaban las sombras de los árboles y repetí con balbuceos la palabra aliento Un velo en el cristal de la ventana la colocó al revés y en forma de conjuro Entonces las fosas de la tierra dieron a luz mi propia lengua |
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