LA ESTATUA DE BRONCE (A la manera de Ossip Brodski)
Primero haremos, si el Cabildo de la ciudad lo permite, el caballo. Un alazán en bronce con sus patas delanteras levantadas Como ejemplo para cruzar obstáculos y abismos. Luego fundiremos el hombre, Pues un caballo sin jinete no es digno de una plaza Y ni siquiera puede llamarse monumento. Que todo el burgo aporte llaves, aldabones, candelabros, Monedas, candados, espuelas, medallas y cubiertos Para fundir el hombre a su caballo. Después discutiremos el lugar para la estatua y la forma de su pedestal. ¿Un recodo cercano a las montañas Entre bosques de sauces y eucaliptos? No estaría mal construir en el sitio elegido Un pequeño parque que permita a las mucamas Citarse con sus novios al pie de la escultura. Debe amoblarse el espacio con bancas de madera: Los oficinistas comerían emparedados a la hora del receso. Bella será la sombra al mediodía De Caballo y jinete sobre la grava y el asfalto. Las hojas caídas de los árboles Tejerán un tapiz crujiente al paso de los estudiantes. Los viejos fotógrafos Sacarán los domingos sus cámaras de cajón Y harán que los enamorados prolonguen el tiempo de los besos. Todo concertado con autoridades eclesiásticas, civiles y militares. Luego vendrá la discusión. ¿Quién debe ser el hombre encima del corcel? Sabios hay pocos. Guerreros y héroes son dudosos. Un filósofo a caballo No puede replegar su pensamiento. Los poetas viven recostados en la hierba. Los campesinos no montan caballos de viento. Los directores de orquesta no pueden dirigir Desde una montura de bronce y el lomo inclinado de un caballo. Los jubilados prefieren cabalgar nubes Y permanecer sentados en los bancos. Los pintores trazan caballos pero aman más los caballetes. Los arquitectos pierden la perspectiva. Los almirantes prefieren las crines de las olas. Las bailarinas no necesitan pedestal para su vocación de aire. Los astrólogos son una franca minoría. ¿Quién podrá ser el jinete de bronce Sobre el imponente y brioso caballo de bronce? Deberá ser alguien que muchos ciudadanos admiren. Un hombre que sea su propio mentor, Que haya luchado a brazo partido por su gloria y su fortuna. Ya está. Levantémosle una estatua al asesino.
EN EL CAFÉ DEL MUNDO
Por la mañana, Cuando un sol de páramo merodea la ciudad, Las meseras del café Limpian las sobras de una conversación Y las manchas que dejan en el piso Las voces nocturnas. A alguien debió caérsele en el baño La palabra amor, Pues no se soporta el olor a flor marchita Que invade sus muros. Limpien, limpien las palabras regadas en el mantel O esparcidas como cigarros apagados En los rincones. Sólo son pavesas de voces, Cenizas del verbo, frutas disecadas. Las meseras espantan a las moscas con un diario: Las palabras no son hadas caídas de labios del fabulador, Ni cadáveres en fuga hacia el vacío, Pero las moscas se frotan las patas Frente a sus melancólicos residuos. Tal vez al borde del vaso con restos de cerveza La palabra país se haga recuerdo Pues hay algo de tela de araña, de ruina de tiempo, De un mestizaje de sueño y pesadumbre En torno de la mesa. Aún están las sillas con las patas arriba Como carrileras o pirámides o torres De una Babel silenciosa Y las meseras se aprestan a barrer un otoño de voces. Palabras que fueron mordidas con pasión O arrojadas por la espalda, Palabras titubeantes en labios del herido O untadas de una tenaz melancolía, Mariposas derribadas en su vuelo. Las meseras ignoran que limpian y barren las palabras, Que algunas recorrieron el mundo, muelles y hangares, Para venir a morir bajo una mesa. La palabra libertad que agitó su bandera de harapos Se deshace entre los restos de la noche Y no es fácil remendarla con agujas de lluvia. Ni perros ni gatos husmean los escombros Donde se acumulan los sinónimos del hombre. Hasta la palabra miedo Ha mudado de piel y ya no tiembla. Ah, diligentes meseras que ponen orden a los objetos Aunque nadie los nombre. Yo las veo Recogiendo pedazos de la palabra cristal, Entre enceguecidos Narcisos Que fingen no verse en aguas pantanosas. La palabra muerte no quiere deshacerse, Se resiste a morir en el café de la noche. Las pulcras meseras recogen, Entre papeles arrugados y sombras y cabellos y fantasmas, Las sílabas del día, sus inciertas potestades. Limpien, limpien llanuras, suburbios, subterráneos, Glaciares y jardines y patios y collares, El eco del silencio que atraviesa la noche.
POEMA CON TIGRES
El tigre lleva en la piel los barrotes de su jaula Eduardo Umaña Bernal
Siempre, entre el tigre y mi precaria humanidad, hubo una jaula. A veces nos separaban los barrotes del zoo, A veces las rejas que traman las palabras. Ni el tigre de Blake, Ni el tigre al que Valery llamó Campo listado o cosa parecida, rugieron en mi tienda. Ni siquiera el tigre de Borges Cuyo lazarillo es la noche. Menos aún el tigre de la Malasia, El temido de Ishnapur, El tigre de la aldea que se escondía en la niebla.
Mi tigre siempre fue tigre de papel.
Yo iba por las junglas del lenguaje, Un pobre cazador dormido entre fogatas, Alguien que seguía las huellas dactilares de la fábula.
De safari por la lengua esparcía trampas Para atrapar la palabra tigre y amansarla. A duras penas apresaba una dulce jaguaresa En la floresta de letras de Horacio Quiroga.
Pero hoy vi tus pasos sigilosos, Los vi en la algaraza de los tucanes y los monos
Que señalaban en su alarma la dirección de tus garras. Te vi junto al río y ya no hubo más jaula que mi miedo, Tigre en libertad, Flama en la noche de los sentidos.
LAS HIPÓTESIS DE NADIE
Puede ser el viento. La página en blanco. Puede ser. Puede ser el que viene Borrado por la lluvia. Ahora recuerdo a un hombre ciego Una dulce tarde de Friburgo. Iba solo por la nieve Con una sonrisa de beatitud Y un bastón tan blanco como los copos. Cruzó a mi lado sin verme: Yo era su Nadie, Un fantasma en ese reino luminoso. Puede ocurrir que seamos Los ciegos de Nadie. Nadie acaso sea el que en la alta noche Abre las ventanas con golpes sin acordes Para hacernos hablar en la lengua del sueño. Puede ser quien dejó Para siempre un abrigo abandonado, Un abrigo raído en la percha del café, Un abrigo que se vuelve bandera del vacío Hasta que desaparece un día, como su dueño. No he visto tremolar la bufanda de Nadie Pero es seguro que su tejido es de viento. Puede ser el que nunca fue, El que nunca será, El que se cansó de haber sido. Quizá sea en el país de los desaparecidos El único aparecido que llamamos fantasma, El que pone a traquear Las escaleras en la noche O tumba un sartén en la cocina, El que cambia de sitio a los cubiertos Que no logramos encontrar, El ladrón de lejanías. Puede ser el viajero de sí, El nómada de sí mismo. Ha ejercido mil oficios a destiempo: Arrastra papeles en la calle solitaria, Lleva diarios atrasados De un extremo a otro en la ciudad, Trae un olor de extramuros a su centro, Rasga los carteles del cine de ayer, Hace partir los trenes Con sólo sonar una campana. Puede ser el viento. La página en blanco. Puede ser.
LECCIÓN DE ANATOMÍA
Se nos dio el cuerpo Para tener más cerca al enemigo, Para vigilarlo Y que no tenga tiempo De apostarse tras un árbol A esperar nuestro paso. Se nos dio el cuerpo Para que entre él y nosotros No haya terrenos minados Ni emboscadas. Se nos dio sin exigirlo, Como al príncipe el trono, Para que no pudiera Mezclar el vino con veneno Sin abdicar de su reino. En adelante se impuso La costumbre de ir con el cuerpo A todas partes, De bañarse con él Para evitar la sorpresa De un brillo de puñal tras la cortina. Construimos el hábito De seguirle los pasos al cuerpo Y tenderle la trampa del espejo, De no dejarlo a solas Ni siquiera cuando duerme. Se nos dio el cuerpo Para tener más cerca al enemigo.
PARÁBOLA DE LAS MANOS
Esta mano toma un fruto, La otra lo aleja. Una mano recibe al halcón, se quita un guante, La otra lo ahuyenta, prende una antorcha. Una mano escribe cartas de amor Que su equívoca siamesa puebla de injurias. Una mano bendice, la otra amenaza. Una dibuja un caballo, La otra, un puma que lo espanta. Pinta un lago la mano diestra: Lo ahoja en un río de tinta, la siniestra. Una mano traza la palabra pájaro, La otra escribe su jaula. Hay una mano de luz que construye escaleras, Una de sombra que afloja sus peldaños. Pero llega la noche. Llega La noche cuando cansadas de herirse Hacen tregua en su guerra Porque buscan tu cuerpo. |
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