Rosabetty
Muñoz (Ancud, Chile, 1960). Desde su titulación como Profesora de
Castellano ha ejercido labores de docencia en distintos establecimientos
educacionales de Chiloé y participado activamente del desarrollo cultural del
sur de Chile. Ha publicado Canto de una oveja del
Rebaño, Ediciones Ariel, Santiago (1981); En Lugar de Morir, Editorial Cambio (1987); Hijos, Editorial El Kultrún, Valdivia (1991); Baile de Señoritas, El Kultrún (1994); La Santa, historia de su elevación. Lom ediciones
(1998); Sombras en el Rosselot,
LOM ediciones (2002); Ratada,
LOM ediciones (2005); y En Nombre de
Ninguna (ediciones El Kultrún,
Valdivia, 2008). Su poesía también ha sido incluida en diversas antologías
chilenas y latinoamericanas. Por su obra ha recibido importantes distinciones,
entre las que destacan: Premio Pablo Neruda, por el conjunto de su trabajo (2000); Beca Fundación
Andes (2000); Premio Consejo Nacional del Libro por Sombras en El Rosselot, como mejor obra inédita (2002); Beca para escritores
profesionales del Consejo Nacional del Libro y la lectura (2005) para escribir texto poético En Nombre de Ninguna; Premio Altazor por
su libro Polvo de Huesos (2013).
De
CANTO DE UNA OVEJA DEL REBAÑO (1981)
Hay ovejas y ovejas
Las
que comen de cualquier pastizal
y
duermen con una sonrisa de satisfacción
en los
potreros.
Las que
caminan ciegamente
por los
caminos acostumbrados.
Las que
beben despreocupadas
en los
arroyos.
Las que
no trepan por pendientes peligrosas.
Esas
van a dar lana abundante
en las
esquilas
y serán
sabrosas invitadas
en las
fiestas de fin de año.
Hay
también
las que
tuercen las patas
buscando
campos de margaritas
y se
quedan horas y horas
contemplando
los barrancos.
Esas
balan toda la gran noche de su vida
encogidas
de miedo.
Y hay,
por fin,
las
malas ovejas descarriadas.
Para
ellas y por ellas
son las
escondidas raíces
y los
mejores y más deliciosos pastos.
Oveja a tropezones
Tengo
miedo.
Miedo
de los malos caminos
de las
equivocaciones que reciben
a brazos
abiertos nuestros sueños.
Espero
más de lo que puedo decir
y desde
que dejé de ser posibilidad
ante el
abismo de ojos detenidos
siento
una brumosa sensación
de
amarras y telarañas.
Oveja Anciana
Puedo
decir
que he
gozado mis días largamente.
He comido,
bebido y bailado
sin
desperdiciar minuto.
Estaré
lista cuando llegue el día.
Fui
feliz.
Eso es
todo.
No
importa que nadie lo recuerde.
La
gloria también cae a la tierra
y los
implacables gusanos de la muerte
no
obedecen ni a los pastores siquiera.
(su
mamón:
un día heredaré la fortuna de mis padres.)
De EN
LUGAR DE MORIR (1986)
(Ya no vienes a iluminarme)
El
preferido de mi corazón pronunció mi nombre
una
tarde sin quebraduras.
Dijo
“nunca cambiaría la casa de mi padre por ti”.
Y yo
soñaba que era el más grande
porque
no lo vencía una muchacha.
Pero el
asalto del mal astilló cada uno de los sueños
desató
techos con soplidos de animal sacrificado.
El
viento arrecia. Corren niños despavoridos.
El
mundo fue tan grande como para perdernos.
(El río de la noche)
El
río de la noche es otro
atravesado
y solo en la ciudad que duerme.
Le
gusta que le lleve naranjas y poemas
que no
le tema y le tema
arrullándome
con alemanes hermosos
que
miraban el cielo para construir su casa
y
hombres tristes que se perdieron tierra adentro.
“La
vida les debe lo innombrable”
y me
abre los brazos oscuros.
“Podrías
dormirte dulcemente”.
Me
habla como a una amapola
que
tiembla en el viento.
Pero
amanece y no es el mismo.
El río
de la noche no me reconoce
entre todas
las muchachas
que
cruzan el puente.
Expuesta
Prontos
a herir se amontonan
en las
afueras de mí.
Un ojo
sobre otro.
Me voy
a ellos con los brazos abiertos
no vaya
a ser que no me alcancen.
No vaya
a ser que el dolor de sus colmillos
me sea
negado para siempre.
De HIJOS (1991)
No se crían hijos para verlos morir
Cuando el mar se
llevó a sus tres hijos
ella estaba
acodada en la puerta de
su casa, pensando
en ollas aladas y repletas.
De pronto cayó en
un vacío del que surgió
vieja y encorvada.
No necesitó entrar para
vestirse de negro.
Ya estaba recogiendo flores
cuando salió su hombre con
la radio en la
mano, desamparado
y tembloroso.
Ella es
una sábana flotando sobre nosotros.
Nada
detiene el remolino que alienta su vuelo.
Desde
su vientre deshabitado
los
ovarios violeta se abren como flores nocturnas.
La
ansiedad es un arrecife
donde
acerados corales hieren los cuerpos amados.
Sin
hijos bajo sus ojos
quisiéramos
las madres
ofrecerle
un trozo de pañal
para
vendar sus muñones o un arca
donde
recoger los salados restos.
De BAILE DE SEÑORITAS (1994)
Solidaria
Esta
casa habla.
Más
bien junta sus esquinas
en un
esfuerzo conmovedor.
Cruje
su madera,
suenan
las bisagras
mientras
cruza la pena
de una
pieza a otra
arrastrando
los pies.
Deseo
El
deseo es un barco poderoso
arriando
anclas y cadenas
en
medio de la noche.
Estallando
con el estrépito
de las posibilidades.
Bajo el
silencio crispado
el
ansia apenas perceptible.
Es
también, el despliegue de luces
en las
islas de canales tan angostos
donde
un barco, más que navegar,
acaricia.
De LA
SANTA (1998)
La elevación
El
vendaval que dejó la santa
al elevarse.
Despojada
de sí.
Cerúleo
el rostro.
Transformada
y bella.
Me
sorprendió encontrarla, al otro día
donde
mismo. Cansada.
Con
algunas arrugas cerca de los ojos
y,
sobre todo,
subiendo
desganada al pedestal.
Quiero
decir (parecía)
cansada
de la perfección
tratando
de confundirse con los feligreses.
La santa de terciopelo
La
Santa vestido de terciopelo
le
cuelgan abalorios.
En
andas.
Viaja
sobre los hombros
y le
agitan pañuelos blancos
Sortea
temporales
inmóvil.
Fija la
mirada.
Fijo el
madero portentoso
de su cuerpo.
Sobrepuestos
los retazos
de
otros rezos.
La
pueblan arañas y polillas.
Resplandeciente
el rostro
policromado.
Bajo
las ropas sagradas
los
velos se pudren
y la
madera astillada
se
consume.
DE SOMBRAS
EN EL ROSSELOT (2002)
Balbuceos
Los
objetos me persiguen
arremolinados.
Se
debilita mi cascada.
Balbuceo.
Se agrieta la voz.
Cual
caracol que rodea
su
universo de dos metros
con un
hilo de plata,
esta
casa soy yo.
Adocenado Placer
Voces.
Murmullos.
Avanza
el rumor de pasiones menores.
Adocenado
placer
que
deja su huella amarillenta.
Con el
brazo en alto
afiebrada
acuso
el moho
de la medianía.