Miguel Ángel Zapata | Miguel Ildefonso

Hoy día es otro mundo de Miguel Ángel Zapata

 

Por Miguel Ildefonso


 

Hoy día es otro mundo (Granada, España: Ediciones Valparaíso, 2015) es la antología personal del poeta peruano Miguel Ángel Zapata, que reúne poemas escritos a lo largo de 24 años, entre 1991 y 2015. El trabajo poético de Miguel Ángel, en este lapso epocal, se ha ido configurando como una de las voces líricas más sólidas de las letras hispanoamericanas, siendo la característica principal de su arte más bien el de la levedad. Si obviamos Imágenes los juegos de 1987, la presente antología comprende textos desde la aparición de Poemas para violín y orquesta, publicado en México, en 1991, pero sobre todo Lumbre de la letra, de 1997; luego podemos mencionar Escribir bajo el polvo de 2000, Un pino me habla de la lluvia, de 2007. Pero como sabemos, Miguel Ángel, es un incansable viajero de la palabra, y sus libros también viajan. Sabemos que su poesía ha sido reunida en otras publicaciones que han aparecido en Santiago de Chile con Mi cuervo anacoreta. O que ha vuelto a Lima con Ensayo sobre la rosa. Poesía selecta: 1983-2008, también se la ha visto migrar de nuevo a México con El cielo que me escribe (Ediciones El Tucán de Virginia), hasta oír ahora su trino en España con Hoy día es otro mundo, que incluye algunos inéditos. 

Y es que el título del presente libro nos sitúa en un estado de tránsito entre el tiempo y el espacio, transito perpetuo, detenido en esta imagen que nace de una extraña conjunción reveladora. Ciertamente, el título en sí es un arte poética que alude a una forma de entender la poesía. El propio poeta lo detalla en su prefacio: “‘Hoy día es otro mundo’ aparece como el primer verso del poema dedicado al puente de Brooklyn. Al cruzar ese puente caminando sentí que levitaba sobre un río, y que ese río era irreconocible, había que redescubrirlo, reescribirlo.” 

Al inicio del prefacio vemos cómo explica esta forma de capturar la experiencia vivencial que se convierte en objeto poético: “Yo escribo poesía caminando, siempre de viaje, sintiendo el mundo dentro de un árbol, olas que retumban en el desierto, y el mar que reconoce su corazón en los rascacielos.” 

La poesía de Miguel Ángel, por tanto, nace de la exultante contemplación detenida en las cosas cotidianas, mirar es descubrir y descubrir es escribir y maravillarse. En los poemas aquí reunidos vemos cómo se va decantando una voz nacida de la iluminación. Este revelar o develar cada vez más intenso, dialoga con lecturas o referentes culturales. La lectura del arte que realiza el poeta, ahondando en la sensibilidad de otros artistas, es interiorizada para fusionarse a su propia mirada. De ahí que su objetivo de conocimiento sea, en su poética, un redescubrir, un reescribir, tal como el poeta lo señala desde el título; es decir, otra mirada dará otro mundo, y el poema cobra una nueva dimensión en cada lectura. 

Este viaje creativo del poeta se debe no a otra cosa que a su actitud constante de anhelo de trascendencia, es una voz sosegada que se aproxima, mediante el despojo no de lo accesorio sino de lo insustancial, al estado místico. De esa unión del espacio físico dentro de un espacio temporal o existencial, brotan las imágenes a través de un lenguaje que levita; levitación que se relaciona al despojamiento. Por eso, es caro en su poesía el símbolo de las aves, el cuervo por ejemplo, el cuervo anacoreta. Versos como “brisa de ningún árbol donde no se escribe el poema” o “Escribe con su pico la soledad de la noche”, aluden a esa comunión con la naturaleza de lo sublime, es como un reclamo de esa voz que reivindica su condición natural de dialogante con su entorno de carácter intemporal.  

En el poema La ventana está la imagen que nos habla esencialmente de la construcción del poema: “Voy a construir una ventana en medio de la calle para no sentirme solo”, inicia así, acercándose al hábito de estar íntimamente ligado con el lenguaje como una especie de hogar, una metáfora de las posibilidades de existencia del texto poético como un trabajo del conocimiento y la sensibilidad en un mundo en constante cambio. La poesía construye una ventana para permanecer, en donde podemos ver el mundo desde nuestra intimidad, y de esta forma hacer que el día sea otro mundo. 

Hoy día es otro mundo, finalmente, es el recorrido de una estética que ha ido decantación un lenguaje que a veces roza lo coloquial, y a veces lo reflexivo, lo irónico, o lo narrativo, pero siempre con la exaltación y el entusiasmo vital ante la captura de la belleza. Capturar lo bello en lo simple hace que la poesía se imponga al tiempo y el mundo fracturados e incompletos. La poesía de Miguel Ángel nos impele, por medio de esta restitución del ser a su existencia más plena, al cielo de una tradición muy rica acerca de lo sublime. Hay una voz personal en donde la aceptación de lo sublime se vuelve artífice de una nueva sensibilidad que nos abre a un tipo de conocimiento más completo sobre el mundo. Por mencionar en esta tradición contemporánea, y en lengua inglesa, digamos que hay conexiones con William Carlos Williams, Wallace Stevens y Charles Simic. Por no remitirnos a la antigua poesía oriental. 

Pero más allá de las tradiciones conocidas, Miguel Ángel ha ido pincelando un paisaje cercano, familiar y, a su vez, universal, construyendo esa casa donde todos podemos entrar sin tocar una puerta, o entrar por la ventana, es decir, a través de las palabras que trinan entre los árboles y la lluvia, convocando a seres que se quedan a habitar aquel espacio leve, ubicuo y abierto que es su poesía. Seres que el lenguaje denomina cuervos, loros, perros, y que nos dan lecciones atemporales bajo los pinos, bajo el vasto cielo de un parque o de un cementerio donde corre una bella muchacha, o de una larga avenida que une Piura y Manhattan, o de altísimos edificios y puentes donde hallamos a Mozart, a Vallejo, a Antonin Dvorak,  a Nicolo Paganini. 

Ese otro mundo, entonces, está aquí y ahora, hoy, en forma de un libro armónico que ha moldeado la pluma de Miguel Ángel.