Luis Benítez (Buenos Aires, Argentina,
1956). Es miembro de la Academia Iberoamericana de Poesía, Capítulo de New
York, (EE.UU.) con sede en la Columbia University; de la World Poetry Society
(EE.UU.); de World Poets (Grecia) y del Advisory Board de Poetry Press (La
India). Ha recibido el título de Compagnon de la Poèsie de la Association La
Porte des Poètes, con sede en la Université de La Sorbonne, París, Francia.
Miembro de la Sociedad de Escritoras y Escritores de la República Argentina
(SEA) y de la Asociación de Poetas Argentinos (APOA). Sus 36 libros de poesía,
ensayo y novela fueron publicados en Argentina, Chile, España, Estados Unidos,
Francia, Inglaterra, Italia, México, Rumania, Suecia, Venezuela y Uruguay.
Entre otros reconocimientos nacionales e internacionales, ha recibido el Primer
Premio Internacional de Poesía La Porte des Poètes (París, 1991); el Segundo
Premio Bienal de la Poesía Argentina (Buenos Aires, 1992); el Primer Premio
Joven Literatura (Poesía) de la Fundación Amalia Lacroze de Fortabat (Buenos
Aires, 1996); el Primer Premio del Concurso Internacional de Ficción
(Montevideo, 1996); el Primo Premio
Tuscolorum Di Poesia (Sicilia, Italia, 1996); el Primer Premio de Novela Letras
de Oro (Buenos Aires, 2003); el Accesit 10éme. Concours International de Poésie
(París, 2003) y el Primer Premio Internacional para Obra Publicada “Macedonio
Palomino” (México, 2008).
Nadie sabe dónde estuvimos
toda la tarde llovió y nadie sabe dónde estuvimos de ahora en más me quedaré en tu sombra viviré el fin de las estaciones cuando el insecto retorna a su estado de larva listo para creer que cada uno que anda por la calle es uno que yo conozco pero yo me quedaré en mi cuarto hecho de tu sombra en una habitación oscura donde la muerte es una desorientada mensajera donde entro en esa pobre tan mínima luz sea como eso sea
A un árbol incendiado en Ezeiza (*)
en el suelo ya flores y hojas son los días como el amor descuidado por un alma salvaje
las llamas son pájaros que susurran en sus ramas y mariposas hambrientas volando cada chispa
el mundo con ser tan grande entero cabe en el incendio se disuelve en el aire se convierte en lo acre del perfume mientras que un rostro se enciende
en lo encendido abre sus ojos y nos mira
no entrará en la noche sin llevarse algo de nosotros y como en un sacrificio antiguo el que enciende el fuego por la tarde es lo que humea al alba todavía
qué veloz es su bala que nos atraviesa hasta llegar a la primera juventud y sigue para matar al niño que se nos parecía
(*) Ezeiza es una localidad de la Provincia de Buenos Aires, Argentina.
Las cinco estaciones
a.
a través de nosotros corren a abrazarse los días y las noches boca llena de hierba verde la lluvia teje un vestido sobre ti y eres del oro y del agua porque sólo oyes la voz de los que hablan en sueños un idioma impenetrable que nunca arde mucho tiempo salvo en ese país al que llamamos recuerdo
e.
convengamos un día para entregar lo que fuimos una evidencia que no cesa de frotar imágenes para que el mundo permanezca y tu alma se pose una a una en todas las leyendas
i.
con las manos terrestres apretar las del aire con los pies del agua caminar sobre el fuego
o.
esta tarde el deseo no agita con su oleaje las horas y apenas se distingue lo vivo de lo muerto un espectacular desvanecerse ocupa el lugar del sol y el de la hormiga ir es lo mismo que venir y todo mira a ninguna parte
u.
sentís los dedos de la noche recorrer la escala por tu espalda y es la barca de los muertos que emprende la salida a través del río de una sola orilla
tranquilo son palabras
La muerte asustada de nosotros
la muerte es una leyenda vagando por la avenida de su soledad como una vieja demente que grita para sí misma es esa muerte asustada de nosotros
una ausencia que retumba todavía ahora en una época arrogante hecha de papel chamuscado y residuos de sus propios sueños
pero en la noche invencible como siempre el ruido de las campanas reúne a los muertos y los vivos
se irá nuestra respiración pero no lo sabremos
mientras pasa un avión enseguida lo olvidamos atentos sólo al añejo asombro de un niño que señala el cielo
Hombres y mujeres comunes
hombre bravo en la parte superior de la luz por toda referencia pasajero desde la estación de los dinosaurios a la de lo que vendrá un experimento fallido que dotó al mono de álgebra y un cierto discreto romo muy discreto encanto elementos esenciales para buscar en tu secreto como una costurera que revuelve sus cajitas y nada en verdad encuentra entre las dispersas cosas porque el hombre empieza en los ojos y termina allí donde saltando de témpano en témpano no se halla finalmente otra cosa que el agua del océano de lo conocido para siempre (él ya tiene el olor de las bestias que se van) un automóvil abandonado es tu metáfora un edificio apagado acaso terminará la especie en estos grises soldados de la noche fustigados por todos los delincuentes y criminales que hoy levantan la invisible y tan presente lanza del jefe de los clanes la tácita corona de huesos que ciñen la espada de poder ellos también hombres comunes pero como los chamanes capaces de invocar a todos los espíritus del miedo cada vez que sea necesario tan efectiva cita da siempre lucrativos resultados oh pragmáticos asesinos ladrones y farsantes herederos del primero que sonrió a escondidas tras acertar el pronóstico de un eclipse la migración del mamut la crecida del río nilo señores del hombre y la mujer común sus más preciadas y eternas posesiones
con la ternura de un nazi y la sinceridad de un mentiroso pregunté y me dijeron los que aprenden el lenguaje del temblor que listos a migrar como los pensamientos desesperados están dispuestos siempre a dar por la primavera natal la suma de muchas pilas de calaveras la moneda oficial de la muerte el cambio menudo de la vergüenza
en la primera helada del año que se levanta como la lluvia una diosa severa enciende nuestros hogares y sólo se escucha el miedo su cabeza los hombres inclinan cuando ella ha llegado
Un buen “capitán garfio” con hielo: última receta para ser feliz
dos medidas de vodka una de vermouth rojo media de jugo de arándanos y allí vamos de cabeza al infortunio el cóctel que mejor combina con el gusano que nos roe por dentro como un traje negro para un asesino serial
a perseguir a la chica de cabellos dorados por toda la calesita con el cuchillo en la mano a entrar por la ventana mientras duerme la viuda a colocar minuciosamente bombas en las cañerías de la escuela donde nos aburrimos y fuimos sancionados
a escupir tantas caras que ya perdimos la cuenta a decir lo que nunca se debe decir sí sobre todo a decir lo que no se debe decir porque eso daña más que todas las pistolas las heridas cierran las palabras no
Taxidermia
tomar un buen poema y quitarle cuidadosamente las tripas que son tan venenosas como las del pez globo rellenarlo de paja académica peinarle los pelos como está a la moda aunque insistan en irse para el otro lado colocarlo sobre un pedestal y aplicarle en la base una placa de bronce con su nombre imaginado en moderno latín
y la bestia inmóvil nunca más molestará
La momia en su vitrina
el nilo azul las móviles barcas que doraba el dios las pirámides hechas de tiempo detenido el ambicioso insomnio del faraón la cacería de hipopótamos bajo la luna nueva ni siquiera ya recuerdos son en la cabeza vacía y el hueco de los ojos
las podridas vendas que mal sujetan su vientre destripado pedazo a pedazo caen sobre los pies paralizados las manos yertas las piernas consumidas
cuando ella piensa es porque una mosca distraída le ha entrado por la oreja y si sonríe es porque una mueca nueva le regaló impiadoso el roer de las polillas
Lengua de los dioses
lo que sucede en la poesía, ocurre en el porvenir Alejandro Schmidt
yo quiero saber si hablas o entiendes la lengua de los dioses por supuesto los dioses no existen y toda metáfora es una traducción
yo quiero saber si al mirar el árbol ves la semilla y también el tronco entre las llamas si sientes en un solo segundo condensarse el peso estupendo de los siglos si en tu corazón los planetas y los átomos tienen el mismo tamaño porque ésa es la clave
quiero saber si para ti las palabras son las cosas y todavía más mucho más y tras el mucho más se te va la vida el paso la mano siempre extendida hacia esa máscara
la nuestra es una conspiración sintáctica y quien reordena las palabras está ordenando el mundo
nacemos en córdoba en londres o en burzaco ese muchacho que en un patio de praga está ahora mismo fatigando el papel no sabe todavía que está haciendo los palotes primeros de la lengua de los dioses
el nuestro no es un solo idioma congelado y secreto la lengua de los dioses tiene infinitos dialectos usos regionales localismos perfectos y todos ellos hacen que siendo mestiza oscura impura sea así de trasparente y clara
hablándola hablarás con los vivos y los muertos el tiempo es mentira el espacio una ilusión y como dijo alguien[1] (1) en su momento leer poesía es otra forma de la telepatía
están los monederos falsos los especuladores los traficantes de palabras los pueriles pordioseros pero ninguno de ellos habla ni comprende lo que les dice inquieta una y otra vez la lengua de los dioses alguno balbucea apenas otro desfigura aquella prostituye pero siempre la lengua queda fuera intacta ignora
los dioses no los oyen cuando hablan sólo escuchan agitarse sus silencios nosotros tuvimos y tenemos guerreros sacerdotes y los mártires es nuestra tradición saber querer osar y callar según lo dicte la buena salud de las palabras
por eso es que yo quiero saber si tú hablas si tú entiendes la lengua de los dioses
[1] (1) Denise Levertov
-Los textos pertenecen al poemario Nadie sabe dónde estuvimos, de próxima aparición.
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